Víctimas del Doctor Cerebro
Compartir

El peor tipo de víctima es la que no es consciente de que lo es. La que sufrió el accionar de un aparato estatal dirigido por un líder. Ese es el trasfondo de la defensa a un autoritario.

El título corresponde a un grupo de rock mexicano, nombrado así por un villano de la película ‘Santo contra el Cerebro del Mal’ (1958), que me recuerda a Rafael Correa (El Doctor Cerebro) y a los seguidores de Rafael Correa (las víctimas).
A pesar de la información sobre el tsunami de corrupción que inunda Ecuador, una parte de la población se mantiene fiel al expresidente y lo defienden. Dejemos de lado la gratitud de aquellos que obtuvieron trabajo en el gobierno anterior (en muchos casos sin tener el perfil adecuado) y de quienes de una u otra manera se beneficiaron de la corrupción… Interesan los otros. Los que piensan que la corrupción es mentira o que Correa es, por la razón que sea, inocente.
La obediencia a la autoridad
Todas las personas pueden ser obedientes o resistirse a una autoridad injusta, depende de la situación y absolutamente no depende de la voluntad personal o de las cualidades morales.
Tendemos a pensar en las personas como individuos libres y deliberantes, pero es más una ilusión, porque dependemos del grupo: de sus puntos de vista y de sus conocimientos. En suma, de otras personas para caminar por el mundo, que es lo que se conoce como conformidad por las necesidades informativas.
También tenemos la necesidad de ser aceptados y esto ocurre con facilidad cuando cedemos a la perspectiva de otras personas. Así podemos formar parte de algo, que son las necesidades normativas.
Luego tenemos la obediencia ciega a la autoridad, ampliamente discutida luego del Holocausto cuando personas comunes y corrientes participaron en los genocidios de las cámaras de gas. Básicamente, en situaciones de poder o control de grupo, las personas pierden la capacidad de pensar como individuos, es decir se desindividualizan.
Algunas de las estrategias para lograr la obediencia son: sistemas de control, a través de normas que se superponen sobre la responsabilidad individual, pero que se pueden cambiar en cualquier momento. También, retórica adecuada con la que se cambia el significado de la acción y del autor; por ejemplo, esta perla del exmandatario en la sabatina 465: “Ciertas feministas fundamentalistas –dijo– proponen igualdad toda… ¡Yo no puedo dar de lactar pues!”. Asimismo, el enorme sistema burocrático que vuelve invisible el poder y diluye la capacidad de reclamo y organización; cambio de la figura de autoridad, todos los líderes totalitarios pasan de razonables y justos a injustos e irracionales, gradualmente.
La conformidad inicial con el discurso y política del líder se transforma en confusión pues las personas esperan coherencia de la autoridad, pero como el cambio a una posición autoritaria es difícil de reconocer (el control de los medios de comunicación sirve para evitar el reconocimiento del cambio), conduce a una obediencia irreflexiva a la autoridad pues las personas siguen en la historia anterior.
También se requiere una gran mentira, una ideología que la puedan creer todos, y que permita ubicar a la gente en dos bandos irreconciliables. Los que están en contra pueden ser deshumanizados con etiquetas que arrancan su cualidad de personas con derechos: “gordita horrorosa”, “ecologistas infantiles”, son ejemplos.
Los enemigos del proyecto, del estado o de la ideología, sufren la violencia mediada, a través de las autoridades del sistema burocrático, de la violencia verbal en los medios de comunicación bajo control del gobierno y de sanciones que van desde medidas administrativas, la pérdida del trabajo u otros castigos. En definitiva, se crea la situación para el pensamiento de grupo. Quizá el peor tipo de víctima sea la que no es consciente de que lo es. Las víctimas del Doctor Cerebro no tienen consciencia de que lo son, de que en alguna parte del camino perdieron una parte de si mismos. Entonces repetirán una y otra vez el discurso del líder, justificaran la historia con sus inequidades, que es más fácil que descubrirse manipulados.