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¿Una elección donde prime la ideología?

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La política se entiende como una confrontación, como bandos opuestos enfrentados entre sí, en donde uno tiene que perder y el otro desaparecer. Lea esta reflexión.

Foto: @onlyyoupj – Freepik.es

En los últimos diez días, dos hechos han vuelto a recordarnos que los especialistas en generar hechos mediáticos son Rafael Correa y Jaime Nebot. El expresidente quiere volver a mandar para evadir la cárcel y el exalcalde quiere trazar nuevas reglas de juego -aún no está claro en qué temas- al anunciar su intención de pedir una consulta popular, durante este proceso preelectoral.

Es por eso por lo que, en los últimos días, en los medios de comunicación, se ha visto debates sobre si es posible o no que participe el exmandatario, las comparaciones con lo que hizo Cristina Fernández en Argentina, escenarios sobre lo que pase en la izquierda si corre, al contralor pedir al Consejo Nacional Electoral que acoja su pedido y que el partido por el cual quiere correr sea borrado del registro electoral. La lista de temas es extensa.

La decisión de Nebot también ha provocado gran cantidad de tinta y caracteres en las informaciones: quién será el líder de la derecha, quiénes son los candidatos de la derecha, a quién dará su apoyo el exalcalde para que su partido corra en la presidencial, cuáles son los temas de la agenda socialcristiana que se pondrán en la consulta, cuándo será la consulta… y se puede seguir enumerando.

Sin embargo, el escenario es más complejo. Que se produzca una elección entre la derecha y la izquierda es un debate muy dudoso y hay una serie de razones para hacer esta afirmación. En primer lugar, tenemos más de 13 años de una opción política que se caracterizó por un populismo exacerbado. Si bien ahora juegan un poco más de cerca a las reglas de la democracia, no les alcanza para decir que son democráticos o que sacaron al país del populismo. El resto de la clase política también sufre de “populitis”, no saben hacer política de otra forma. No tenían por qué aprender a hacer las cosas de otra manera, total siempre les ha servido para su objetivo: llegar al poder. El servicio público es membrete.

En segundo lugar, esa discusión no le dice nada a la gente que la está pasando muy mal por la pandemia. Hay cientos que cada día la tienen más difícil para salir adelante. Tampoco le dice nada –o tal vez muy poco- a la gente que está fastidiada (mejor dicho harta) de que en la política lo que prima es la corrupción. ¿Le dirá algo a los jóvenes? Sinceramente creo que poco o nada. Ni siquiera les interesa la política, según las mediciones de opinión pública.

En tercer lugar, y es quizá la razón más poderosa, las sociedades ya no son las mismas desde hace mucho tiempo. La capacidad que tiene cada ciudadano de ver lo que quiere, escuchar lo que quiere o con lo que se identifica, acercarse al político por las redes sociales cuando le plazca, se ha convertido en un desafío para los políticos que todavía no saben cómo afrontarlo. Y el debate mediático tampoco.

Y, en cuarto lugar, se sigue entendiendo a la política como una confrontación, como bandos opuestos (herencia del populismo) enfrentados entre sí, en donde uno tiene que perder y el otro desaparecer. No hay aún lugar para la negociación, para que haya espacio para todas las voces. El espectro ideológico es eso, diversidad, y, obviamente, tolerancia, en donde construimos espacios para que todos quepamos, y ese es el puente que debemos construir y mientras más rápido mejor.

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