Tipología del corrupto ecuatoriano
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Los distintos tipos de corruptos, tienen distintos comportamientos. Aquí una descripción de cada especie.

Una plaga apocalíptica que sería la delicia de Moisés: la corrupción. Existen cuatro tipos de corruptos en el Ecuador. Estos son:
Los corruptos asintomáticos parecen sanos, pero lo contaminan todo. Es la madre amorosa de sus hijos que vive con un esposo insensible que cubre las cuentas, pero conspira contra otras madres o padres porque la felicidad de otros es un dolor constante; es el hijo que obtuvo trabajo en el régimen anterior sin tener los méritos por lo que defiende a Correa; la novia que sabe que su pareja no gana lo suficiente como derrochar tanto dinero en ella, pero el silencio vale tanto como el estatus; el médico que autoriza operaciones, prescribe recetas innecesarias porque obtiene ganancias con ello. Son todos aquellos que viven como parásitos y en constante negación de que el veneno son ellos.
Los corruptos virulentos son el tipo de los que se saben enfermos, pero toman el riesgo, no se sienten responsables de contagiar a nadie, acostumbrados a los bienes terrenales, a los placeres del poder y el dinero, para ellos el país es una selva y ellos son sus depredadores, los que van a sobrevivir. En permanente putrefacción, el olor de la muerte o la cárcel no los amedrenta, la adrenalina vale tanto como el dinero. No sienten culpa porque la corrupción no es lo mismo que asaltar a mano armada, al menos los ladrones miran a la cara, su desconexión moral viene aparejada a su deseo de poder. El dinero les provee de control sobre la incertidumbre del mundo, incluso de las relaciones personales, por eso son además machistas, no necesitan a personas reales a su alrededor, para qué si las pueden comprar.
Los corruptos con síntomas leves salen a las calles para hacer el día. Por lo general, son operarios de los corruptos virulentos, sienten que la cercanía a las sanguijuelas les va a inmunizar, aunque son los primeros en caer, la cárcel es su destino pues la ambición no alcanza para protegerlos. Corruptos de poca monta con un retorcido arribismo, saben servir, lamer los zapatos, echar lisonjas y mostrarse leales como perros. En su interior, sin embargo, la ira los corroe porque se creen mejores y más capaces que sus jefes.
También existen los que pueden contagiarse por tener las defensas bajas, viven las ideologías como si fueran verdades únicas; reclaman contra el FMI sin proponer alternativas reales, se oponen al sistema, a la homosexualidad, están contra la democracia, contra las tecnologías; odian el Big Data y los algoritmos. Siempre en los extremos que les produce confort emocional, son incapaces de reconocer los puntos medios; su perfil epidemiológico les muestra como críticos, debilidad que les impide ver alternativas pero terminan contagiados con todo lo que critican.
Y, finalmente, están los que no clasifican. Suelen ser los más odiados por la sociedad, dicen lo que creen y viven con honor, serán expulsados de sus trabajos, serán víctimas de comentarios idiotas, mentiras o verdades retorcidas y es que no hay nada más asqueroso para los corruptos que aquellos que quieren pensar por sí mismos.