El comunismo indoamericano no funciona
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«Runasur», un estado insertado entre Perú y Bolivia y el riesgo de que sus ondas lleguen al Ecuador. El comunismo indoamericano.

Siguiendo con el análisis de las corrientes y tendencias políticas presentes en Latinoamérica, hay una que se basa en el indigenismo como su principal puntal y el comunismo indoamericano como doctrina principal. Para entenderlo se debe revisar el libro “Estallido”, escrito por Leonidas Iza, Andrés Madrid y Andrés Tapia. Asimismo, hay que examinar el ideario de la propuesta de Runasur, un intento del expresidente Evo Morales para instalar entre el sur del Perú y el altiplano de Bolivia una nación aimara.
La extrema derecha no funciona
Los antecedentes son las revueltas de octubre de 2019 en Ecuador, Colombia y Chile y las de junio de 2022 en Ecuador y lo que está pasando actualmente en el Perú. ¿Qué sucedió en estos países entre octubre y noviembre de 2019? La barbarie –a pretexto de lucha social y resistencia- se tomó las calles, plazas, avenidas y carreteras. También hubo gritos contra el imperialismo y el neoliberalismo. Muchos de los dirigentes de estos movimientos forman parte también de organizaciones indígenas y otros grupos étnicos. En el caso del Ecuador, los cabecillas de la revuelta fueron amnistiados por la legislatura y en junio de 2022 Iza y sus seguidores tuvieron impunidad para hacer lo que quisieran.
En el Ecuador el objetivo, aparentemente, no era “bajarse” a los gobiernos (el actual y el anterior) sino sembrar caos y miedo para alimentar el fantasma del populismo que tanto daño ha hecho a los países de la región. Leonidas Iza no cree ni creyó nunca en la democracia. Su método es la toma violenta del poder, bajo los preceptos del ideólogo del grupo terrorista Sendero Luminoso, José Carlos Mariátegui (que también inspira a algunos seguidores del defenestrado expresidente Pedro Castillo). También intentaron destruir el centro de Quito los guevaristas, igual de peligrosos que los mariateguistas).
Iza quiere una proletarización del indigenado, porque muchos sectores legislativos (de la actual y la anterior legislatura) hicieron que este aprendiz del carnicero de Camboya, Pol Pot, siga conspirando y diciendo que “defiende a los pobres y a la naturaleza”, pero lucha por bajar el precio de combustibles fósiles (que no dependen del Estado). El diésel y la gasolina extra tienen precios congelados, pero Iza amenaza con más paralizaciones.
En “Estallido” Iza planteaba que su lucha es contra “el avance del fascismo y del suprematismo blanco estadounidense, dogmas que equiparan al socialismo con la oscuridad y a la diversidad con la decadencia”.
Señala también que “otras de las reacciones hemisféricas que han satanizado a la izquierda y el campo popular, son: el reacomodo de la ultraderecha brasileña, la cual plantea la “eliminación del marxismo cultural”; la avanzada neoliberal chilena, el discurso de odio en Bolivia, el uribismo en Colombia y el Narcoestado mexicano”. Iza se pregunta, en otro párrafo: ¿qué se necesita para derrotar al capitalismo?, ¿cuál es el nivel de fuerza que los pueblos requieren para construir una sociedad distinta? Al decir del burócrata sindical Valentín Pacho (2019), “la insurrección popular de costo doloroso fue abortada por la ausencia de la vanguardia política”.
Iza lamenta que en Ecuador “ni siquiera hay un partido de izquierda radical, un Partido Comunista, un Partido Socialista Revolucionario, aquí esa izquierda ha terminado […] en unos dirigentes sociales […] ellos han terminado por ser la izquierda de estos países, del Ecuador, un país donde no hay un partido de izquierda consistente, ideológico […] no esta izquierda turbulenta, gritona basada en la publicidad, basada en el caudillismo que ha hecho retroceder políticamente estos países”.
Para el líder indígena “la izquierda como proyecto debe ser recreado, pues no existe como instancia de negación del capital, sino como mecanismo de validación de la ilusión democrática”.
Según Iza, en su libro, “octubre confirma las lecciones extraídas durante otras luchas: es imposible vencer al capitalismo sin concretar una necesaria alianza obrero-campesina-indígena-popular, sin distanciarse del rosario institucionalista, sin la autodeterminación de los pueblos, sin romper la ilusión democrática burguesa, sin cuestionar la naturaleza del Estado y del poder-realmente-existente”.
Para Iza “la lucha de clases está más vigente que nunca, pero quienes la están ganando -por el momento- prefieren que no se hable de ese fenómeno. Como sostiene el magnate estadounidense Warren Buffett: “hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra y la estamos ganando” (Buffet en New York Times, 2016)”.
El objetivo de la lucha revolucionaria de Iza es contra “la riqueza, obtenida a través de la explotación de los seres humanos y la depredación de la naturaleza, ha permitido que los atuneros, petroleros, mineros, bananeros, cacaoteros, cafetaleros, madereros, brocoleros, floricultores, palmicultores, caucheros, agroexportadores, industriales, terratenientes, farmacéuticos y banqueros acumulen capital y se enriquezcan sólo ellos y cada vez más. Pero, no contentos con lo anterior, han echado mano al saqueo, la corrupción y el fraude, miserias que casi se han convertido en una institución cotidiana”.
Olvidándose de lo que pasaba en tiempos de Correa, los autores afirman que “han maniatado todo: la justicia, el sistema de partidos, la democracia, los derechos constitucionales y sus instituciones. Han encarcelado y secuestrado la política. Esto no es una novedad de los últimos años, es una constante en la administración del Estado, y eso sin referirnos al dinero sucio del narcotráfico”.
Parafraseando a Pedro Jorge Vera, dice Iza, “hay que lograr que el perro deje de bailar por la plata y que el perro y la perra dejen de bailar por el oro. La tarea es convocar a que los hombres y mujeres explotadas participen en una acción unitaria en defensa de la vida. Poco ayudan los enfrentamientos viscerales y bizantinos; debemos aprender a identificar el origen y la reproducción de la dominación sígnico-cultural, de clase, oligárquica, patriarcal, discursiva, represiva, avasalladora y racista”.
Para Iza la razón de las movilizaciones y levantamientos indígenas, en la parte final del texto, fue “el único mazazo posible y necesario, al parecer, proviene de Rosa Luxemburgo, Dolores Cacuango, del testimonio rebelde de los pueblos del mundo, de los hombres y mujeres plegados a soñar en la materialidad de hacernos juntos en abrazos, mingas y barricadas, de los ‘que habitaron mil patrias y ninguna’. La luz al final del túnel proviene de la afirmación creída, buscada e impostergable: Comunismo indoamericano o barbarie”. Las ideas que preconiza el líder indígena no solo calaron hondo en el Ecuador, sino en otros países.
Las revueltas colombianas y chilenas de 2019 fueron el resultado de una mala aplicación de un modelo económico (en el caso chileno de los estertores del neoliberalismo) que pusieron a los gobiernos -de Duque y Piñera- contra las cuerdas. Por pretextos, de pronto poco trascendentes, se generaron chispas: en Chile fue la subida de los pasajes del metro y en Colombia una reforma tributaria. Los resultados: medios de transporte, casas, calles y plazas vandalizadas, iglesias destruidas, cuarteles policiales destrozados y mucho daño a las economías de esos países.
En Colombia esa fue la génesis del triunfo del primer presidente de izquierda de ese país, Gustavo Petro, y en Chile significó la convocatoria a una asamblea constituyente que redactó una constitución “a lo Montecristi” que fue rechazada en las urnas por los chilenos en el plebiscito y ha puesto al actual mandatario, Gabriel Boric, en dificultades.
Los caminos que escogió este comunismo indoamericano se basan en la cosmovisión de los indígenas, tienen huella y sello de los trabajos que, por muchos años, han hecho pensadores y agitadores de izquierda que desertaron de los tradicionales partidos políticos de esa corriente, optando por la lucha popular y la toma violenta del poder, que están en el ideario y objetivo de Leonidas Iza o Evo Morales, entre otros.
¿Evo Morales busca desmembrar el Perú?
Martín Pallares, de 4 Pelagatos, se preguntaba, en un reciente artículo: “lo que en diciembre de 2021 parecía teoría de la conspiración de un grupo de histéricos ex cancilleres peruanos, ahora es una tesis del gobierno del Perú y es debatida por amplios sectores de la opinión pública de ese país: Evo Morales está montado en un operativo para desmembrar el sur del Perú y construir un país-nación aymara, cuyo sustento es su propuesta del ente regional de pueblos indígenas, Runasur, en la que ha trabajado desde su inicio con Leonidas Iza, presidente de la Conaie”.
El socialismo del siglo XXI no funciona
Podía catalogarse como acto de buena voluntad del defenestrado expresidente peruano Pedro Castillo con los bolivianos: ofrecerles una salida al mar, ansiada por ese país desde que Perú y Bolivia se aliaron y se enfrentaron con Chile en la Guerra del Pacífico (1879-1884). Los bolivianos perdieron el desierto de Atacama y Antofagasta y Perú cedió los territorios de Arica y Tarapaca. Desde entonces, Chile niega cualquier negociación con los bolivianos, que mantienen la salida al mar como su tesis soberana.
El expresidente peruano Alberto Fujimori planteó en 1992 un pacto de servidumbre con su homólogo boliviano Jaime Paz Zamora y cedió 5 kilómetros de litoral en Ilo, para que entren y salgan productos de Bolivia. Se cedió espacio, pero no soberanía. Esta posibilidad todavía se encuentra vigente.
Pero, que Pedro Castillo ofrezca la salida al mar a los bolivianos, generó rechazo en sectores ultranacionalistas peruanos que lo acusaron de “traición a la patria”. Grupos peruanos, bajo el auspicio de excancilleres, dicen que la tesis promovida por Evo Morales, Leonidas Iza y demás líderes del indigenismo latinoamericano puede volverse real: la creación de un estado aimara, entre Perú y Bolivia, con muchas reservas naturales (12% del cobre mundial, litio, uranio y metales raros, que viabilizarían económicamente al hipotético país, denominado “Runasur”). Así, Bolivia recobraría su acceso al mar, pero las connotaciones parecen inspiradas en el libro “Estallido” de Leonidas Iza, como se plantea en su parte final: “comunismo indoamericano o barbarie”.
Para la diplomacia de Torre Tagle (la cancillería peruana), el plan del expresidente boliviano es desmembrar al Perú dando salida al mar a Bolivia. Teoría provocada por Evo Morales y su exvicepresidente Álvaro García Linera para “acabar la unidad del Perú”. Los “ponchos rojos” (milicia aimara boliviana), han introducido armas a Puno y Juliaca, raíz del movimiento violento que exige la renuncia de la actual presidenta, Dina Boluarte, de los diputados, la convocatoria anticipada a elecciones y la libertad de Pedro Castillo.
Runasur tiene el visto bueno de alrededor de dos millones de aimaras (que viven entre Bolivia, Perú, Chile y Argentina). La nueva nación uniría el altiplano boliviano -y, por ende, su separación con Santa Cruz- con buena parte de la costa sur peruana. La idea de Morales y García Linera no es nueva. Se la trabaja ideológicamente desde 2020 bajo las tesis del indigenismo radical y contra el imperialismo de EE. UU. Tanto Iza como Antonio Vargas, entre otros militantes de la Conaie, han asistido a reuniones.
Los exdiplomáticos peruanos sostienen que “se propone desmembrar al Perú otorgando a Bolivia una salida soberana al Pacífico y así conformar una ‘nación aimara’ como extensión territorial boliviana”. En CNN, el expresidente Castillo hablaba sobre ceder una parte del territorio peruano a Bolivia para que tenga acceso al mar, lo que generó revuelo en el país del sur y fue el germen del fin de su mandato.
Como cuenta Pallares, Evo Morales, en una reunión en Tarija, anunció la creación de un ente regional que reuniría a los pueblos originarios de América del Sur para luchar contra el capitalismo y el imperialismo de estadounidense. Su invitado más importante, Leonidas Iza. “Convocamos e invitamos a la organizaciones de pueblos indígenas, movimientos sociales y obreros de todo el continente a esta reunión con el propósito de diseñar estrategias para la conformación de Runasur”, dijo Iza tras la reunión, en declaraciones al diario El Deber de Santa Cruz. También estuvo Jaime Vargas presidente de la Conaie durante el paro de octubre de 2019 en Ecuador. ¿Se irradiará esto hasta el país?
¿Por qué no funciona?
¿Puede desmembrarse un país sin que intervengan las Fuerzas Armadas? En los conflictos del siglo XX había guerras convencionales, pero actualmente prevalece la guerra cultural, planteada por neo-marxistas e indigenistas, tomando como referencia al pensador marxista italiano Antonio Gramsci. Es una guerra de ideas. Así es muy difícil que las fuerzas del orden puedan poner orden y controlar multitudes de manifestantes que se mueven por varios frentes e imposibilitan cualquier estrategia de neutralizarlos.
Hay que revisar los acontecimientos en Ecuador, Chile, Colombia o Perú, donde millares de manifestantes se han desplazado a los principales polos de desarrollo, a las capitales, para mostrar su desacuerdo con las decisiones que toma el poder central. Las justificaciones son variadas: desde la pobreza extrema (los manifestantes peruanos provienen de zonas como Juliaca, Puno o Arequipa), la exclusión (que reclamaban los mapuches de Chile), las políticas tributarias (que exacerbaron a los campesinos colombianos) o la eliminación de los subsidios a combustibles fósiles (que desencadenaron las violentas protestas de octubre de 2019 en Ecuador).
En “El Libro Negro de la Nueva Izquierda Ideología de género o subversión cultural”, de los argentinos Nicolás Márquez y Agustín Laje, se parafrasea a Gramsci señalando que “la hegemonía continúa siendo una ‘alianza de clases’ como pregonaba Lenin, aunque empieza a ponerse de relieve la necesidad de “comprender”, “incorporar” y “plantear” -tal las palabras de Gramsci- las exigencias de los grupos campesinos, que parece ir más allá de una simple alianza pasajera”.
En el mismo texto Gramsci advertía que “la hegemonía sobre los campesinos del sur -de Italia, se especifica- la mantiene la “clase burguesa” gracias al influyente accionar de sus intelectuales sobre ese sector. El campesinado está fuertemente dominado en términos culturales y en su “visión del mundo” por la burguesía” y eso es lo que quería romper Gramsci, anotan Laje y Márquez.
Mientras que, para el marxismo clásico, luchar en el plano cultural, político o jurídico era más o menos como luchar “contra una sombra”. Para Gramsci esta lucha era la realmente importante. Esto quiere decir que hay que sacar del campo a los indígenas y sumarlos a las luchas, pero antes deben conocer el mundo blanco-mestizo, estudiar su funcionamiento e insertarse en sus lógicas, para romperlas desde adentro.
Para el pensador marxista italiano la hegemonía ya no se da en la transacción de intereses materiales, sino en el hecho de inyectar en el otro una misma “concepción del mundo” que anude lazos de solidaridad orgánicos (hegemónicos) entre grupos que pertenecen a distintas clases sociales -obreros por un lado, campesinos por el otro-. Es el vínculo ideológico y no tanto el económico el que da sentido a la formación política hegemónica, sostiene Gramsci.
El argentino Atilio Borón, en esa misma línea, resalta la necesidad de “construir” en lugar de “encontrar” al sujeto de la nueva revolución socialista, con claras reminiscencias de Laclau: “No existe un único sujeto -y mucho menos un único sujeto preconstituido- de la transformación socialista. Si en el capitalismo del siglo XIX y comienzos del XX podía postularse la centralidad excluyente del proletariado industrial, los datos del capitalismo contemporáneo (…) demuestran el creciente protagonismo adquirido por masas populares que en el pasado eran tenidas como incapaces de colaborar en -cuando no claramente opuestas a- la instauración de un proyecto socialista”, agregan los autores.
Campesinos, indígenas y sectores marginales urbanos eran, en el mejor de los casos, acompañantes en segundo plano de la presencia estelar de la clase obrera. Esto, en países como el Ecuador, se ha modificado, porque las organizaciones gremiales, como el FUT, se estancaron y anquilosaron, restándole legitimidad a sus protestas. “Lo que debe hacer el nuevo socialismo”, agregan Márquez y Laje, “es recoger, impulsar y agitar las reivindicaciones de los vecinos de las barriadas, de las mujeres, de los jóvenes, de los ecologistas, de los pacifistas y defensores de los derechos humanos”
En conclusión -anota Boron-, la construcción del ‘sujeto’ del socialismo del siglo XXI requiere reconocer, antes que nada, que no hay uno sino varios sujetos. Que se trata de una construcción social y política que debe crear una unidad allí donde existe una amplia diversidad y heterogeneidad”. Y así lograr una hegemonía socialista que aglutine todos los elementos de conflagración social posible.
Esa proletarización del campesinado indígena debe desplazar a la tradicional de la clase obrera, en acepción de Marx y Lenin. Los obreros han sido desalojados por las luchas de las nuevas minorías que surgen (el feminismo, el “elegebeteísmo”, el ecologísmo, entre otras) que toman el espacio de obreros anclados a los siglos XIX y XX.
En Estallido se comprende lo que Iza y los mariateguistas buscan: la toma violenta del poder y convertir al Ecuador en una imitación de uno de los regímenes más sanguinarios del siglo XX: la Camboya de Pol Pot o la caricatura del Perú de los años ’80, con el terror de Sendero Luminoso. Saloth Sar, más conocido como Pol Pot, fue un dictador comunista camboyano y líder de los Jemeres Rojos desde la década de 1960 hasta su muerte en 1998. Pol Pot instituyó un estado maoísta y fue el principal responsable del genocidio camboyano. En 2006 se creó un tribunal internacional para juzgar a los líderes sobrevivientes de ese sanguinario régimen.
Nacido en los años ’60, muy activo a fines de los ‘70 y los ’80, el Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso (PCP-SL), conocido como Sendero Luminoso (SL), desató el denominado “conflicto armado interno” aterrorizando a la población, hasta la captura de su líder, Abimael Guzmán, en 1992. Junto con algunos de sus lugartenientes cumple cadena perpetua en la cárcel de máxima seguridad del Cuartel de Marina, en El Callao.
La doctrina de Sendero Luminoso se plasmó en el llamado “Pensamiento Gonzalo” y su ideología y tácticas son practicadas por insurgentes de Filipinas, Nepal y organizaciones del Movimiento Revolucionario Internacional. Su influencia en el Ecuador data de los ’80 en grupos como el MIR o el PCMLE. Sendero Luminoso atacaba bienes privados e infraestructura. Sus embestidas incluían a la población civil, policías y militares.
La meta de SL era reemplazar las instituciones del Estado peruano, llamadas “burguesas”, por un régimen revolucionario campesino comunista, mediante el concepto maoísta de Nueva Democracia. El ideario se inspiraba en una frase utilizada en la portada de un periódico editado por la organización: “el marxismo-leninismo abrirá el sendero luminoso hacia la revolución” y adoptó ese nombre de su lema: “por el luminoso sendero de Mariátegui”.