Quito ya es un gran mercadillo
Compartir

El comercio informal todavía no puede ser controlado. Pese a los esfuerzos de las autoridades municipales, la crisis económica hace que infinidad de vendedores desborden el control diario en varios sectores de la capital.

De espaldas a la cámara, un agente camina despacio por una de las vías principales de Cotocollao, al norte de Quito. Viste su uniforme azul, su gorra. Al cinto una radio y un gas pimienta. En su espalda tiene su identificación: Agente de Control Metropolitano.
Vigila la calle Lizardo Ruiz, que nace en el Parque de Cotocollao, que está frente a la Iglesia. Camina calle abajo.
Él únicamente puede ver a la gente que pasa y que, en sus manos, en improvisadas perchas y en fundas, venden cualquier tipo de artículos. Si estos vendedores se detienen a exhibir o vocear sus baratijas, el agente les dice, en voz baja, que deben seguir caminando. Que no pueden detenerse a vender.


Son decenas y decenas de personas que ofertan de todo: almohadas, pantalones, camisetas, chompas, desinfectantes, detergentes, cinturones, pastas dentales, aceites de cocina, mochilas, ropa para perros…
El agente no decomisa la mercadería. Son demasiados vendedores ambulantes para él solo. Otros de sus compañeros también patrullan. Pero los vendedores ofertan su mercadería sin que los agentes reaccionen.
Esa es una imagen que ya es habitual en la capital. La gran cantidad de gente vendiendo de las calles responde a una crisis del empleo que no llega a superarse.

En el Centro de Quito, y pese al esfuerzo de las autoridades municipales, el escenario es similar. El control de los agentes metropolitanos y la norma que abre la posibilidad de una multa a quienes ejerzan las ventas en las calles, no tienen ningún resultado.
Como en Cotocollao, los agentes sólo llegan a decirles que deben continuar caminando. No pueden detenerse con la mercadería. No hay incautaciones. No hay multas. Están desbordados.
En la calle y las aceras, los caminantes transitan y miran los productos de ese pobrísimo mercadillo improvisado. Pocos ingresan a los locales que estás en las casas que cercan a los ambulantes.
Es sábado. Pasado el mediodía. El local de ropa, de Paúl Salazar, de 37 años, está sin clientes. El almacén abrió hace 20 años por sus padres. Desde el balcón de su almacén, mira hacia a la plaza de la intersección de las calles Chile y Cuenca. “Ahora hay mucho más informal que antes. Ha aumentado. Con Paco Moncayo se limpió… Pero con Barrera y Rodas se salió del control. Esto es como vivir antes de la alcaldía de Paco Moncayo. La gente de abajo no paga arriendo, patente municipal no paga nada. A los que tenemos los locales nos afecta. La solución es fuerte, sería de mandarles y de ahí sí concientizar”, dice. “Así, es absurdo pagar Patente Municipal”, finaliza.
Pero la situación de los ambulantes tampoco es la mejor. Sus ventas son ínfimas. Y en la calle compiten entre gente de toda edad y con cualquier producto. Uno de los vendedores llevaba cuatro horas ofertando cinturones para niños a un dólar, frente a la Iglesia de La Merced. En ese tiempo ha vendido cinco. Él oferta ese producto todos los días contó y pidió no revelar su nombre.



Calle abajo, por la Chile, frente a la Vicepresidencia de la República, está Manuela Nashca. Tiene 73 años. Lleva cinco horas y media vendiendo chompas en 15 dólares. Es un mal día. Esta malhumorada porque no logra deshacerse de una sola prenda. Durante la semana lleva, apenas, cinco unidades vendidas.
La encanecida vendedora de lotería tampoco quiere dar su nombre. Tiene 79 años. Ha vendido cuatro boletos en tres horas. “Antes sí se vendía. Había mas plata. Todo negocio esta malo. No hay dinero”, dice la anciana, que está de pie, bajo la sombra, en una de las esquinas de la Plaza Grande.


Los vendedores están en varias partes de la ciudad y de los valles. Incluso en los sistemas de trasporte municipal. En el trole. De hecho, en ese transporte hay una campaña informativa para que no compren a los vendedores. Pero ellos siguen ofertando sus bagatelas. En las redes sociales se han publicado algunas fotos mostrando la realidad de las calles. Pero también los controles que hace el cabildo, a través de la Agencia Metropolitana de Control. Y un encuentro, el 26 de septiembre, que servirá para discutir sobre la actual realidad en las calles.