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Adiós Covid adiós

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La vacuna, la medicina, la inmunidad de rebaño, el confinamiento son las respuestas posibles para enfrentar al COVID-19, pero también se menciona como posibilidad que el propio virus se debilite y se retire para volver después de una década.

Foto: @AnnaShvets – Pexels.com

Estamos próximos al final de la pandemia según los científicos más optimistas. Nadie le ha derrotado al virus pero parece que se retira. Un científico de Israel, Isaac Ben-Israel, sostiene que ha estudiado el comportamiento del virus y que en todos los países se comporta igual, llega a su punto culminante hacia el día 41 y se debilita a los setenta días para iniciar la retirada. Un científico ruso asegura que el virus aparece cada diez años, pero al cabo de unos meses desaparece y no vuelve en una década. Un médico ruso dice haber descubierto la medicina eficaz, es un antiviral llamado afivavir que ha sido fabricado en base de un antiviral japonés ya existente. Científicos ingleses dicen que la vacuna estará lista antes de fin de año. España, uno de los países más afectados, ha llegado al día ‘cero muertos’ y en todos los países parece que la virulencia va decayendo y los contagiados desarrollan cuadros menos graves. En conclusión podemos empezar a cantar: Adiós Covid adiós.

Nada es seguro, pero es más probable que el virus se retire por su cuenta antes de que sea expulsado por la vacuna. Por más veloz que sea la producción de la vacuna, no será, como vaticina o promete el presidente Donald Trump, antes de fin de año. Es una promesa basada en el deseo porque las elecciones serán en noviembre y, al parecer, solo podría salvarle la vacuna contra el COVID-19. Desgraciadamente, nunca se ha producido una vacuna en pocos meses, todas han tomado varios años.

Según estudio publicado por el diario El País de España, la vacuna para la Polio tómó 20 años, para el sarampión 9 años, para el rotavirus 22 años, para la malaria 31 años y todavía están a la espera desde hace 35 años las vacunas para el VIH y el zika. Solo hay 26 enfermedades con vacunas y las prisas pueden ser fatales porque en lugar de curar pueden empeorar o provocar efectos colaterales. Para llegar a la vacuna del COVID-19 hay 125 candidatos, pero solo 10 están en la fase de pruebas en humanos. En el mismo estudio, la viróloga Isabel Solá recuerda el caso del virus respiratorio sincitial, la causa más frecuente de infecciones pulmonares en los bebés: “En 1966, dos niños murieron en EE.UU. tras participar en el ensayo de una prometedora vacuna experimental que resultó empeorar la enfermedad en vez de prevenirla. La tragedia abortó los experimentos. Más de medio siglo después, no hay ninguna vacuna aprobada contra el virus respiratorio sincitial, que mata a 60 000 niños cada año”. 

Los países se aprestan a iniciar la desescalada o han vuelto gradualmente a las actividades económicas; sin embargo, mantienen las declaraciones de emergencia o estado de alarma. Los gobiernos están disfrutando el período de confinamiento porque, además de la pandemia, están confinadas la protesta, el control del gasto y, en algunos casos, la libertad de información. Los gobiernos que tienen problemas políticos más graves tendrán los períodos más largos de confinamiento. En nuestro vecindario le corresponde a Argentina el escenario político más complicado y tendrá el confinamiento más largo del mundo.

La decisión de volver a la actividad económica tiene riesgos, por eso el gobierno en Ecuador ha diluido esa responsabilidad dejando que cada ciudad y cada pueblo tome la decisión y cargue con las consecuencias y al mismo tiempo ha establecido el sistema de semáforos, haciendo honor al gradualismo, el sistema que le gusta al gobierno en economía y en todas las decisiones.

Los científicos no están seguros de nada, se puede decir ahora de ellos lo que se decía antes de los abogados: donde hay dos abogados hay por lo menos tres opiniones. Los científicos no han encontrado mejor solución que el confinamiento y la mayoría de los políticos adoptaron la receta, pero no todos están de acuerdo porque hay quienes ven que no tiene sentido confinarse hasta que aparezca la vacuna porque la economía no resistiría mucho tiempo. Otros aseguran que sin importar lo que hagan los gobiernos, ocurrirá lo mismo: el virus infectará hasta que no haya a quién infectar, es decir, hasta que se haya logrado la inmunidad de rebaño.  Suecia y otros países adoptaron esta teoría y permitieron un mayor grado de libertad y alto grado de actividad económica; el resultado es discutido, algunos dicen que estadísticamente los resultados no son diferentes con los países que adoptaron el confinamiento; otros dicen que han pagado el experimento con un alto número de muertos y no se han librado de la reducción del PIB.

Los negacionistas, los que dicen que el coronavirus es una gripe cualquiera, se opusieron inicialmente al confinamiento. Los políticos negacionistas tienen también científicos de cabecera y les ha ido muy mal como puede verse en el caso de Estados Unidos y de Brasil. En fin, nuevamente está de moda la ironía en contra de los políticos: los sabios dudan de todo, los tontos están seguros; por eso gobiernan los tontos y no los sabios. 

Hemos vivido por un tiempo el ideal de gobierno que proponía Aristóteles: el gobierno de los sabios. Todos los gobiernos se han rodeado de científicos y son ellos los que deciden. Los políticos no asumirán ninguna responsabilidad; desde ahora vemos que los presidentes preparan su coartada que consistirá en asegurar que solo hicieron lo que recomendaron los científicos. Los periodistas y los analistas políticos ya han tomado nota de esto y comentan con sorna que estamos en manos de científicos que carecen de experiencia en asuntos de gobierno, que están acostumbrados a lidiar con ratones de laboratorio. La ciencia que invocan los políticos no existe dice Albiac, después de Galileo solo “hay paradigmas plurales que definen disciplinas científicas determinadas. La universalidad, «la ciencia» universal, está vetada a un científico que se respete y que ve, en tales grandezas, cháchara sólo de brujos o estafa de pícaros”.

Rescatando optimismo de la tragedia, cabe esperar que el retorno a la actividad económica en ciudades como Quito y Guayaquil sea menos traumática de lo esperado. La indisciplina y la necesidad de ganar el pan del día hacen casi imposible el confinamiento en los barrios populares y el Centro Histórico, esto hace temer un rebrote de la pandemia. Un concejal quiteño lo describió con elocuencia al decir que en Quito la gente está con semáforo en rojo, pero cree que está en amarillo y se comporta como si estuviera en verde. Sin embargo, las multitudes que se ven en la calle, seguramente ya fueron contagiadas o son asintomáticos. Cabe esperar que más de la mitad haya desarrollado defensas porque las condiciones de hacinamiento y la falta de disciplina les habrá expuesto al virus. Cuando salgan con autorización de los epidemiólogos, no habrá una segunda ola o será mucho más leve que la primera ola de contagios. El peligro se traslada más bien a los temerosos y los disciplinados que, habiendo cumplido un confinamiento riguroso, saldrán ‘vírgenes’ a enfrentar la muchedumbre de contagiados que encontrarán en las calles, oficinas y espacios públicos.

El retorno a la actividad exige adoptar todas las medidas de protección aconsejadas. Ninguna garantiza la protección total, pero el distanciamiento hasta de dos metros, el uso de mascarilla y el lavado de manos frecuente, son la mejor protección. Cubrirse los ojos puede mejorar la protección. Sin embargo, nadie tiene la fórmula mágica y, en ese sentido todos estamos, igual que los sabios, dudando de todo.

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