¿Por qué la clase política debe apuntalar a Moreno?
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El gobierno de Moreno ha fracasado en el ámbito económico y el discurso de reconstruir la democracia que, en su momento fue aplaudido, se está agotando. La sociedad y la clase política deben retomar la cordura.

La debilidad política del gobierno de Lenín Moreno no es ningún misterio. Las muestras, sobre todo en las últimas semanas, sobran: se hizo para atrás con el decreto de eliminación de los subsidios a la gasolina por la presión ejercida en las calles por huelguistas y violentos; le negaron y archivaron su reforma económica, pese a su necesidad y más allá de los errores que podía contener; le acaban de devolver el presupuesto general del Estado para que lo corrija o insista en su propuesta; los dirigentes de la Conaie quieren gobernar las comunidades como si estas fueran un estado aparte; la oposición política dice y hace miles de cosas…
Enumero todos estos hechos que son recientes y de conocimiento público, porque resulta risible que la clase política insista en hacer cualquier esfuerzo por destrozar lo poco de democracia que se ha tratado de construir. Me explico: si en algo coincidieron gobierno, oposición, movimientos sociales, indígenas, fuerza pública y todos quienes están en el debate político desde antes de las elecciones de 2017, es que había que reconstruir la democracia, que había que dejar atrás el populismo y el autoritarismo. Obviamente, hubo aplausos y los pasos que se han dado en esa dirección han sido bien recibidos.
Pero ahora parece que a ese sueño ya se renunció y volvimos al nivel de únicamente decir que nos gusta y queremos vivir en democracia y, que todos los cálculos sean alrededor de las elecciones, como si el fantasma del autoritarismo ya no existiese. No hay representante de la clase política que, luego de destacar que su interés es la gente y la democracia, dice lo que quiere, pero no hace más que exigir, porque no está dispuesto a hacer ningún esfuerzo para ceder o entender el punto del otro. Y lo disfrazan con lugares comunes y cómodos como “yo represento a, tengo derecho a y mis necesidades son primero porque” … Usted, lector, complete la frase con cualquiera de las argumentaciones de cada grupo que quiere imponer su agenda.
Al esforzarnos como sociedad, y especialmente la clase política, en no llegar a ningún acuerdo sobre el país, estamos dinamitando de nuevo a la democracia. Pensar en las elecciones resulta bastante lejano –incluso muy inocente- frente a los problemas actuales y que son de corte económico-social. Estamos en un círculo en el que si tratamos que cada quien salga con la suya minamos lo poco que nos queda. Lo lógica, aunque parezca contradictorio, sería que la clase política, especialmente la que se dice opositora (y que es casi toda), apoye al gobierno, con miras a fortalecer la democracia.
¿Por qué? Porque si el gobierno cae o fracasa estrepitosamente, la anarquía es la que gana. Pensemos entonces en las consecuencias económicas y sociales. De ahí que sería bueno un poco de cordura en la clase política, para que la democracia, sus instituciones y los derechos que estas garantizan sean los que comiencen a abrirse camino.