Perder un país no es la opción
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Las protestas en algunos países de la región, entre ellos Ecuador, son el reflejo de una ruptura de los sectores sociales y de una crisis de representación de la clase política. Sin embargo, esta crisis puede convertirse en una oportunidad.

Bolivia, Chile y Ecuador se han convertido en noticia en las últimas tres semanas, por la misma razón: violencia inusitada en las manifestaciones, miedo, vandalismo, muertos, heridos… y sobre todo por el fraccionamiento interno, que se refleja en frases y argumentaciones de una supuesta lucha de los sectores, sociales, sindicales, indígenas, populares, es decir progresistas (izquierdas) contra el statuo quo, el capitalismo, la prensa, la oligarquía, la burguesía y todo aquello que consideran que es su cara opuesta (derecha).
No es la primera vez que, en el caso ecuatoriano, se produce una crisis que lleva a los ecuatorianos a dividirse. Pero no se puede perder de vista que una política y un discurso de división y odio se repitió hasta el cansancio por mucho tiempo y que, producto de ello, hay grupos sociales, económicos y políticos, que ven solo los extremos.
Esas posiciones de ver solo lo blanco o lo negro hace que se pierda la riqueza del debate que genera los diferentes tonos de grises, la pluralidad, que es uno de las primeras garantías y derechos democráticos que tienen que ser rescatados. Y que, cómo van las cosas, pareciera que no existen.
En este esfuerzo necesario, la clase política debiera ser la protagonista. Los políticos ecuatorianos, desde hace 12 años, hacen política sin tener partidos políticos. Tienen los membretes, el nombre y los números, pero no tienen iniciativas, alternativas y menos un plan o proyecto de país. Tampoco intentan formar cuadros… La política, sobre todo en sistemas democráticos, no puede carecer de partidos políticos, que son los que dan esa diversidad de grises.
El sinnúmero de movimientos locales, cantonales, provinciales y nacionales han mostrado que no son una alternativa para el Ecuador. Tenemos muchísimos y cada uno sigue los lineamientos del líder del momento. Se va ese líder y desaparece la estructura. En el caso de Alianza País, la agrupación más grande de estos años, se dividió en dos con los más cercanos al anterior mandatario, sin que haya cesado con ello la extraña relación que mantienen y que se remonta a la época que la mayoría de sus integrantes se identificaban con esas izquierdas que solo tienen en común su descalificación y fastidio a lo que consideran como derecha.
Esta grave crisis pudiera convertirse en una oportunidad para que quienes se interesan en la política –empresarios, los dirigentes sociales, indígenas, universitarios académicos y la sociedad- hagan su acento en los grises. El miedo a lo que pueda ocurrir, en lo económico, político y social, no puede hacer que se pierdan los países. Hay que abrir la puerta al diálogo y a la negociación, con lo que aquello implica: reconocer al otro, dar alternativas, ceder, relajar posiciones, hablar de manera conciliadora, dejar de amenazar. Si no logramos esto, los que están detrás de esta lucha encarnizada, aquellos que están con su cara oculta, habrán ganado y perderemos al Ecuador.