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Es imperativo en Ecuador desarrollar antídotos para controlar y erradicar el Covid-19, la corrupción y la hipocresía política (populismo).

Foto: Freepik.es

En estos días, tres pandemias asolan la humanidad: el coronavirus, COVID-19, SARS-CoV-2 o HCoV-19; la corrupción, la hipocresía. Las tres demandan antídotos de forma urgente o la especie va camino seguro al cadalso individual y social.

Paradójicamente, las tres tienen al ser humano incesante por su sobrevivencia y bienestar, como transmisor, generador y protagonista. El COVID-19 originario en culturas que se nutren de murciélagos, la corrupción para maximizar beneficios personales y de grupo, y la  hipocresía porque convive y maximiza egos, convive con la falsedad, la astucia y el disimulo.

El COVID-19 es uno de los cientos de miles virus que ambulan por el planeta. Los virus no son patrimonio humano, remonta a casi 4 000 millones de años atrás, enorme lapso precedente al aparecimiento de la raza parecida al hombre hace 70 000 años, a partir de entonces se esparció por el planeta y los virus le infectaron y contagiaron cuando decidió formar comunidades agrícolas densamente pobladas, en el Neolítico, hace 12 000 años. El faraón egipcio Ramsés V murió de viruela 3 000 años antes de Cristo.

La corrupción si es íntima del humano por su marcada tendencia individualista, que trata de maximizar beneficios personales en detrimento de otros, para lo que se vale de diversos medios, pero los más comunes la hipocresía y el falso ingenuo. Los factores se potencian en el populismo político, que tiene como presa al Estado, desde cuyo gobierno suelen dictaminar subsidios y legislación para sobrevivir, manteniendo y profundizando pobreza y miseria humana.

Para no abundar con la rica historia antigua, bastan dos pasajes de las Tablas de la Ley recibidas por Moisés de Dios, en el Monte Sinaí, conjugan la corrupción con la hipocresía: “No deberás asociarte con el Hombre perverso dando falso o malicioso testimonio”, “No deberás tomar Shohadh (coimas) que hacen que la  mirada clara se enturbie y que las palabras del sabio se tuerzan”. Las sentencias mostraron el abatimiento de Dios con el humano, porque en liturgias se dice haber sido hecho a “su imagen y semejanza”.

Es que la hipocresía convive con la falsedad y generalmente aparece como arma ‘sutil’ para obtener beneficios personales en detrimento de otros, negando problemas, ofreciendo salidas irreales, mientras para el falso ingenuo los problemas existen, pero los resuelve con actuaciones falsas, acude a soluciones incorrectas, como experimentó el Ecuador entre el 2007 y 2017.

Agentes infecciosos

Las tres pandemias tienen la cualidad de ser agentes infecciosos submicroscópicos. El diámetro del COVID-19 se estima 10 nanómetros, por lo que para visibilizarlos en un milímetro sería necesario reunir 100 000 virus en fila. La ciencia asegura haber descubierto alrededor de 3 000 virus, pero dice están pendientes 320 000, según el Comité Internacional de Taxomanía del Virus, pero el 85% podría ser identificado con una inversión de 1 000 millones de euros.

El COVID-19 llegó a pandemia por su expansión a nivel mundial, como la corrupción que está en todos los continentes y, como se expresa arriba es mucho más añeja que el inicio de la Biblia, pese a lo cual hasta hoy no hay antídoto efectivo, sino solo en casos aislados donde la población ha forjado culturas de respeto mutuo, de cobertura eficiente de sus necesidades básicas, de bienestar, de efectiva democracia. Ellos, con convicción, han enfrentado sin penurias la expansión del virus, mitigar sus efectos.

En el Ecuador, en donde su gobernante del 2007 al 2017 se habría birlado USD 70 000 millones de las arcas fiscales, más que todos sus predecesores en la República, el virus y la corrupción caminan juntos amenazando la existencia de descuidados y desesperados ciudadanos con recurrente crisis económica y social.

Crónica roja

El COVID-19 ingresó, con su letalidad, sin obstáculos al Ecuador de un gobierno desesperado por su errática conducción política, económica y social, mientras la corrupción acentuó acciones gracias a la estructura forjada en la década trucada, levemente disminuida en ciertas unidades de control, pero esta vez su ambular no fue tan placentero, porque desde fines en mayo entró a competir espacios periodísticos de crónica roja con el robo, el asalto y el crimen común, llegando a la estelaridad la coima, el sobreprecio y otros giros delincuenciales que intentaron amasar millones de dólares generados por contribuyentes del erario nacional.

Los agazapados malandrines en la estructura pública, han sido rústicos en relación a la “banda” que operó en el poder total que amasó USD 70 000, pero la Contraloría hace diligencias sobre 650 contratos de 13 centros hospitalarios, con presunciones de  sobreprecios, calidad defectuosa, procedencias dudosas de insumos para mitigar los efectos del COVID-19. En contraréplica, la “delincuencia organizada” activó sus trolls para defender a sus actores, aguijoneando la débil estructura administrativa y política gubernamental.

¿Qué hacer, en la trama de la “delincuencia organizada”?, hay escepticismo por la presencia de “autotopos del correismo donde tuvieron funciones subalternas y han pasado a primer plano, en tanto ambula la hipocresía y los falsos ingenuos con “donaciones al pueblo necesitado”, manteniendo y sosteniendo la pobreza y las desigualdades, típicos  caldos de cultivo electoral.

Es el creciente número de desorganizada población asistida por bonos y subsidios, a la que los “líderes sociales“ son reacios a motivar unidades productivas, potenciales proveedores de procesos más avanzados, sobre la base de unión de esfuerzo, pequeños capitales, crédito preferencial y transferencia tecnológica, pero no, el poder público evade la adopción de políticas de Estado en producción, en salud, en educación, en seguridad, en arte, en bienestar, porque en el campea la corrupción, la hipocresía y los falsos ingenuos.

Antídotos

El COVID-19, la corrupción y la hipocresía individual y social, son epidemias que asolan al país, el antídoto se espera para fines del 2020 y ya tiene cura, para la segunda es preciso construir una severa legislación y que la justicia sea implacable para su destierro, mientras la tercera solo podrá ser derrotada cuando la población tenga trabajo digno, educación, salud, bienestar, servicios eficientes, la política al servicio de la sociedad.

Para combatir las dos últimas, imperativo es asumir conciencia de que “toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática”, como subraya el Art. 29 de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

El sistema democrático está para desarrollar reglas. La corrupción y la hipocresía política (populismo) perderán su condición endémica cuando sus actores vean afectados sus bolsillos, privados de sus libertades, cuando los malversadores de los fondos públicos sean procesados sumariamente, retirados sus derechos civiles y políticos y la reversión de todo lo sustraído a costa de bienes familiares y su s respectivas redes, invocando el citado Art. 29.

Esperanzamos este tratamiento por el bienestar futuro del Ecuador, como al inicio de la emergencia abogamos ante médicos estandarizar tratamientos para combatir el COVID-19, como ya se lo hace con dosis de fármacos específicos, como también ha motivado al pueblo kichwa de Arajuno (Provincia de Pastaza), la construcción de una pócima con 17 plantas para desalojar al virus.

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