Oxígeno para el sistema electoral ecuatoriano
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Las reformas electorales que fueron aprobadas son insuficientes. Sin embargo, nos harán repensar el destino de los partidos políticos.

Las Reformas al Código de la Democracia aprobadas por la Asamblea Nacional constituyen un balón de oxígeno para la democracia ecuatoriana que sufre, igual que en muchos países, una crisis de re-presentación. Los ciudadanos rechazan a los políticos por corruptos o no se sienten representados por ellos, encuentran que el Estado y sus instituciones ya no son útiles ni responden a sus necesidades. Es indispensable rescatar a los partidos políticos para darle vitalidad a la democracia; el proceso será largo y hay que empezar pronto.
Las reformas van en la dirección correcta aunque son insuficientes. Habrá más control al gasto electoral, los candidatos que no lleguen al 4% de la votación tendrán que devolver la mitad del dinero que recibieron del Estado; se votará por partidos (por listas) y no por personas (entre listas). Será obligatorio el debate entre los candidatos, habrá un sistema de distribución de escaños más proporcional y con representación de las minorías y hay mejores posibilidades de que se aplique la justicia electoral.
Nuestro andar democrático ha sido zigzagueante, rebotando en los muros de la realidad. Cuando se pretendía mejorar la calidad de los candidatos que ponían los partidos, se daba paso a la participación de los independientes o se apelaba a la presencia de famosos con afiliaciones falsas. Cuando los famosos y los independientes resultaron de peor calaña, entonces se volvía la vista de vuelta a los partidos. Ocurrió lo mismo con las listas. Cuando los partidos empezaron a llenar las listas con mediocres o sumisos, se dio a los electores la libertad de elegir entre listas, pero la Asamblea Nacional y los Consejos se llenaron de tránsfugas que prevalidos de que habían obtenido más votos, se cambiaban de partido, vendían su voto o armaban bloques de independientes. Para recuperar la disciplina partidista y la gobernabilidad, se vuelve ahora al voto en plancha.
Las dimensiones de la crisis
Vivimos la peor época de la democracia y de los partidos políticos. “La era de la democracia de partidos ha pasado”, asegura rotundo el irlandés Peter Mair y explica que los partidos se han apartado o desconectado de la sociedad a lo que se añade que los ciudadanos han dejado de interesarse en la cosa pública, es decir, que han dejado de ser ciudadanos. Nosotros hemos experimentado el mismo fenómeno aunque estamos lejos de la Europa de Mair. No sabemos si nos conviene obligar a votar a los ciudadanos o dejarlos en libertad para que elijan solo los interesados, aunque sean muy pocos.
Los ciudadanos piensan más en castigar a los partidos eligiendo a sus más acérrimos adversarios, antes que servirse de ellos para estar representados en las funciones del Estado. Las cifras que muestran algunas encuestas acerca del apoyo a los líderes indígenas, al menos en Quito, parecerían absurdas si no revelaran el grado de resentimiento con los partidos y los poíticos profesionales. Cualquiera que se declara enemigo de los partidos, de los políticos, de las instituciones y del orden establecido tiene carta de presentación en la política aunque sea un aventurero, un ignorante o un corrupto. Pasa lo mismo en todos los países donde han elegido, para castigar a los políticos profesionales, a payasos, faranduleros, futbolistas y demagogos y no a cualquier cargo sino para la conducción del Estado.
Los políticos han exhibido una enfermedad crónica que es la corrupción y, en contrapartida, el ciudadano se ha convertido en un sujeto individualista y solitario que se aleja de las organizaciones y aborrece las afiliaciones. Los partidos, abandonados por sus militantes, perdieron contribuyentes y echaron mano de la financiación estatal para las campañas electorales. La contribución estatal requiere controles y límites, pero el sistema convierte a los partidos en jueces de sí mismos.
Los problemas de la democracia y de los partidos no son exclusivos de Ecuador, la crisis es global y es producto de múltiples causas que se originan en la crisis de la civilización. Hemos perdido valores que sustentaban la organización social como el matrimonio y la familia, las religiones, la cultura. Los partidos políticos mal que bien subsisten, otras instituciones desaparecieron y hasta ideologías y Estados nacionales se hicieron pedazos en un siglo XX que aun mirando retrospectivamente produce vértigo.
Marc Perelló resume así los acontecimientos del siglo XX: “Centrándonos en la cronología histórica más reciente, observamos cómo sólo en el siglo XX cayeron los imperios ruso, austrohúngaro, alemán y otomano. Cayó también el fascismo y el muro de Berlín. La Unión Soviética y Yugoslavia se disolvieron. Nacieron cerca de una veintena de nuevos Estados y hubo alrededor de sesenta guerras que destacaron por su repercusión en la política internacional. ¿Verdaderamente alguien pensó que el siglo XXI no iba a tener su propio ajetreo?”.
En el siglo pasado el comunismo era una amenaza para la libertad y la democracia; ya no existe, pero aparecieron formas inéditas de populismo que le privan de racionalidad a la política en los países más avanzados y en los más retrasados. Ahora hay nuevas dificultades, acaso más graves, que amenazan a la democracia: el miedo a la revolución tecnológica y los cambios que ella impondrá; la preocupación por la contaminación del planeta que amenaza con destruir el hábitat humano; las migraciones provocadas por la pobreza, la violencia o el clima; la globalización de las empresas que escapan a la organización de los Estados y finalmente al desarrollo vertiginoso de acontecimientos que hace imposible cualquier predicción y nos obliga a improvisar ante lo imprevisible.
Bocanada de oxígeno para los partidos ecuatorianos
Las reformas aprobadas por la Asamblea Nacional ofrecen a los partidos políticos una bocanada de oxígeno que les permitirá vivir algún tiempo más. Algunas reformas son para el futuro, como la obligación de presentar binomios presidenciales mixtos desde el 2025. Otras tendrán una implementación progresiva como la obligación de que las listas sean presididas por mujeres en un 50%.
La ayuda más importante para los partidos es el retorno al voto por listas y no entre listas. Puede permitir que los partidos vuelvan a elegir a sus candidatos y no los candidatos a los partidos y se acabará el individualismo de los elegidos que cuentan sus votos para creerse más importantes o para librarse del partido y formar un nuevo bloque de tránsfugas llamado independiente.
Otra reforma importante es la eliminación del método D ́Hondt para la distribución de escaños porque dará una representación más proporcional, más fiel a la votación y con participación de las minorías. Otras reformas regulan la financiación de las campañas electorales y la aplicación de la justicia electoral.
La obligación de los candidatos de participar en debates dependerá de la reglamentación que establezca el Consejo Nacional Electoral, pero puede contribuir a que los candidatos muestren ideas, programas y equipos de gobierno, si los debates están bien organizados.
Este balón de oxígeno para los partidos durará muy poco si no hay un trabajo para rescatarlos de la corrupción, del caciquismo, de la demagogia, de la megalomanía. Las reformas no son suficientes para rescatar a los partidos, ni siquiera para devolver la confianza en los procesos electorales. No tiene sentido ninguna reforma electoral que no comience por garantizar un padrón electoral limpio, transparente y actualizado.
Hay que repetir, una y otra vez, lo que solían ser los partidos políticos en sus mejores tiempos. Eran escuelas de democracia, centros de estudio de la realidad nacional, lugar de formación de líderes, institutos para preparación de cuadros de gobierno. Solían tener un sistema coherente de ideas, disciplina, jerarquías y relaciones internacionales con grupos políticos similares. Los 270 movimientos políticos vigentes en Ecuador ya no son capaces ni siquiera de elegir un color que sea diferente, peor doctrinas, programas o cuadros de gobierno.

¿Con qué serán reemplazados los partidos políticos?
En todas partes se habla ya de la muerte de los partidos políticos y de su reemplazo. Por desgracia, los nuevos partidos solo son una caricatura de los viejos partidos. Hay quienes dicen que el sistema democrático es el que está feneciendo aunque no aparece nada que pueda reemplazarlo.
Dos posibilidades que pueden surgir para reemplazar a los viejos partidos son las orga- nizaciones sociales y las conexiones tecnológicas. Sin partidos, las organizaciones sociales podrían participar en las decisiones y competir por el Gobierno. En el fondo sería su trans- formación en partidos políticos, pero con la ventaja de que tendrían otros nexos, valores e intereses para unir a sus afiliados y eso les daría vida aunque no estén en el poder. Uno de los problemas de los partidos políticos es que se inflan cuando están en el poder y se desinflan cuando termina el mandato. Los partidos también tienen entre sus afiliados a muertos, duplicados, inexistentes. Si las autoridades del partido tuvieran que ser elegidas por sus afiliados, no llegarían a 100 votos.
Han desaparecido las razones que llevaban a los ciudadanos a afiliarse a un partido político. Se ha perdido la emoción y la razón; sobre todo se ha perdido el objetivo de los partidos que era contribuir el bien común.
El español Nicolás Redondo explica: “Si yo me afilié al partido no fue para buscar una familia que ya tenía ni para sustanciar mis frustraciones personales o para encontrar un modo de vida; fue para que voluntariamente, unido a otros que pensaban parecido y con la disminución mínima de mi libertad, pudiéramos hacer mejor la sociedad en la que vivíamos. Sabía entonces y sé ahora con más precisión que lo importante es el resto de ciudadanos que no están afiliados”.
La tecnología es una esperanza si se aprovecha para establecer una forma de democracia directa. Que los ciudadanos puedan participar por Internet para formular proyectos, para lo- grar consensos es una aspiración de quienes creen en la democracia directa. No parece tan absurdo a la vista de las experiencias que se han probado en otros países. En España el partido Podemos propuso la participación por Internet en la elaboración de un programa de gobierno.
En Estonia, donde más se ha avanzado en el gobierno digital, se puede hacer todo por Internet: pagar impuestos, presentar reclamos, obtener certificados, etc. Lo único que no se puede hacer por Internet es casarse, divorciarse y comprar o vender un bien inmueble. Con la aplicación del Blockchain se aprestan a eliminar los notarios y el registro de la propiedad. La institución de los notarios es una institución medieval que establecía la necesidad de que el ciudadano cuente con alguien que dé fe de su persona.
Parece que es saludable tratar de alargar la vida de los partidos hasta que tengamos nuevas fórmulas para que los ciudadanos acepten participar en la vida política. Las reformas propuestas por el Consejo Nacional Electoral y aprobadas por la Asamblea Nacional son insuficientes, pero tienen la ventaja de que nos harán repensar el destino de los partidos políticos.