Moreno y su colección de vicepresidentes
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La dupla del presidente Lenín Moreno ha cambiado en tres ocasiones en estos casi tres años de Mandato. ¿Qué hay detrás de esas jugadas?

En la política ecuatoriana hay un dicho que data de mucho tiempo atrás: el Vicepresidente de la República es un conspirador a sueldo y, por eso, es mejor encomendarle tareas que lo mantengan alejado de las intrigas palaciegas y de los temas que realmente importan al Presidente.
Detrás de la frase, lo que queda en claro es que nunca se ha visto al presidente y al vicepresidente como un equipo compacto, trabajando en pro de un proyecto de país. Moreno lo sabe, fue vicepresidente de Correa y se mostró concentrado exclusivamente en el encargo que le hicieron, mirando hacia otro lado para desentenderse de lo que pasaba realmente. Valga también hacer una puntualización, en el caso de Correa y de Glas no había equipo, había complicidad, y eso es algo muy distinto.
Pero volvamos al tema de esta imagen de mandatarios que se dan la espalda y concentrémonos en la presidencia de Moreno. Sin duda no puede quejarse de su suerte, porque ha podido zafarse de dos vicepresidentes, uno impuesto y por él aceptado y los otros dos mocionados por él.
Démosle el beneficio de la duda con su primer exvicepresidente y excompañero de gabinete, y partamos de que sí había temor de que Jorge Glas conspirara en su contra. Pues bien, el susto no le duró mucho. En cuestión de meses ya estaba preso por corrupción. Así, Moreno se deshizo de un hombre que ‘fue impuesto’ para acompañarlo en la papeleta electoral por el líder de su agrupación política, el expresidente prófugo en Bélgica.

El reemplazo de Glas también fue una mujer de su propio partido, cercana a las fuerzas correístas: María Alejandra Vicuña, a quien le habían encargado impulsar la reforma política del país para descorreizarlo. Sin duda le confió una misión muy delicada y a muchos crispaba los nervios, por las dudas y suspicacias que su presencia generaba, pero la suerte le volvió a sonreír al presidente cuando un año después renunciaba en medio de un escándalo de corrupción.

Mientras el bullicio bajaba, llegó el actual vicepresidente Otto Sonnenholzner, un hombre conocido en el mundo empresarial mediático y, de acuerdo con la información que se publicó en El Telégrafo, una persona de consensos, con aceptación y con buena capacidad de gestión. De hecho, su elección fue interpretada como una señal de que sí se quería marcar una distancia con los correistas y mostrar una imagen de mayor tolerancia hacia sectores que no tenía vínculos con AP y sus diferentes aliados.
El segundo mandatario va en ese cargo 17 meses y, desde hace siete, se sabe que ha estado en el ojo del huracán provocado por los mismos miembros del Gobierno y por él mismo. En esa bronca interna no hay prioridades nacionales, sino político-personales: hay ataques y cuestionamientos por los protagonismos, la presencia pública, los niveles de aceptación… Bueno, ellos saben mejor que nadie los detalles. Pero lo que queda claro es que como políticos que buscan permanecer en la política pecan de inoportunos o, mejor dicho, de ser tremendamente calculadores.
Visto así, señor Moreno, esa imagen de malestar que se da entre usted y sus más cercanos colaboradores, no se la puede entender bajo un tamiz de inocencia o falta de experiencia, porque ya va tres años como Presidente, casi 14 muy cerca al poder y como integrante de la agrupación que gobierna al Ecuador desde 2007.