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Los vendedores ambulantes venezolanos en las calles de Quito

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El aumento de las ventas ambulantes por parte de venezolanos es una realidad. Pero esto genera ciertas interrogantes que el Cabildo deberá tener en cuenta.

Fotos: Gianna Benalcázar

Desde hace meses me llama la atención que las esquinas, los redondeles, las principales intersecciones de Quito, e incluso espacios donde antes no había vendedores ambulantes ni mendicidad, ahora estén ocupados por los venezolanos. Por arte de magia, los ecuatorianos que antes estaban en esos lugares son muchos menos o simplemente no están.

A manera de ejemplo, en la avenida González Suárez, sobre el túnel de Guayasamín, por años, no ha habido mendigos ni vendedores ambulantes. Ahora ahí hay al menos dos adultos y tres o cuatro niños, que se los puede ver desde antes de las 7:00 am, al principio pidiendo caridad, hoy vendiendo chupetes y aceptando también dinero. En los alrededores del Consejo Nacional Electoral, tipo 16h00, también hay cuatro o seis venezolanos vendiendo papayas, oritos, o cualquier fruta de temporada.

¿Qué pasó con los ecuatorianos? ¿por qué cedieron esos lugares que eran en dónde desarrollaban sus actividades que les permitía ganar algo de dinero? ¿hay alguien controlando los espacios de las calles que no sean las autoridades municipales?

He tratado de preguntarles a los mismos venezolanos, luego de hacerles alguna compra y entablar un diálogo casual, pero las respuestas inmediatamente se vuelven esquivas y las miradas pasan a ser de desconfianza. Se limitan a decir que están con sus familias, que huyeron del hambre de su país y que solo quieren salir adelante.

Hasta ahora, los ecuatorianos han sido en su mayoría generosos, pues he visto cómo compran sus productos, les dan monedas o les dan algo de comida o agua. Sin embargo, hace pocos días, me comentaron que, por el sector de Carapungo, un grupo de venezolanos está timbrando las puertas de las casas y piden dinero y, cuando les ofrecen comida (pan, frutas, arroz), lo rechazan. También han visto a otros vender algunas de las cosas que les han regalado (especialmente ropa de segunda mano en buen estado), a precios irrisorios, por este mismo sector.

No hay duda de que hay ingenio por parte de los venezolanos, pero las preguntas planteadas sí requieren respuestas. Esos circuitos de ventas ambulantes no siempre responden a las iniciativas de las personas que optan por estas actividades, ante la imposibilidad de conseguir un empleo. Detrás de ellos hay, no siempre, gente organizada para que desarrollen sus actividades sin mayores inconvenientes, también hay quienes se han apropiado de las calles y que imponen sus propias reglas a quienes buscan ejercer alguna actividad en ellas.

El control de las ciudades y la seguridad está a cargo de los municipios y, en este caso, el Municipio de Quito si debería ponerle un poco de atención a lo que está pasando en su propia jurisdicción. No vaya a ser que detrás del surgimiento de más vendedores venezolanos y desaparición de los ecuatorianos esté ocurriendo algo.

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