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Los valientes usuarios de los buses

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Muchos contratiempos son los que viven día a día los usuarios del transporte público de Quito. El peligro, incomodidad e inseguridad son habituales.

Foto: API

Más de la mitad de quienes habitan en Quito no tienen más opción que usar el servicio público de transporte. Recuerdo que durante mi época de estudiante y parte de mi vida laboral utilicé constantemente los buses y siempre me molestó lo peligroso que resultaba ir en ellos.

Así que un día, hace como 16 años, me dije: “¡basta!”, y volví a manejar. En los años que han transcurrido desde esa decisión, los problemas de tránsito para quien conduce se han profundizado: no hay suficientes parqueaderos, una vez por semana no se puede circular, los buses son los dueños de las vías –y del aire que respiramos, porque siguen emanando gases negros-, hay vehículos que usan dos carriles y van muy despacio mientras buscan una dirección.

Eso no es todo: también hay automóviles parqueados en lugares prohibidos, “audaces” conductores que rebasan por la derecha o que necesitan dos carriles para hacer un giro, motociclistas (entre ellos de la misma policía) y ciclistas que van entre carriles… Y, encima, el uso meramente referencial de los semáforos y en lo cual ayudan muy eficientemente los municipales de tránsito.

No hay conductor en la capital que no haya perdido la paciencia al ver como en su carril se enciende la luz verde y el eficiente municipal, por el poder que le otorga un pito, detiene su larga fila para que vehículos en otro sentido sean los únicos que se muevan. Claro, atrévase a decirle algo… ¡En fin!

Así que luego de más de una década y media, y tras decidir probar suerte, lo hice, me subí a un autobús. Lo he hecho una media docena de veces, a propósito del hoy no circula y para estar segura de que no se trató de una mala experiencia.

Pues bien, ellos siguen siendo los dueños de las calles y, por supuesto, de la vida de sus ocupantes. Su forma de trabajar y tratar a las personas no ha cambiado en nada. Perdón, eso no es exacto, ahora los controladores pueden ser mujeres que repiten las mismas prácticas torpes que siempre hubo.

Ahí va mi experiencia –y eso que voy sentada, porque camino hasta el punto de arranque del recorrido-: las sillas de plástico, a más que provocan más de un golpe en los saltos que dan –no por los baches, sino por las maniobras estúpidas de los conductores- hacen que uno deba sujetarse con los brazos con una fuerza increíble, para que el rebote no sea muy duro.

Si no se alcanzó a sentar, pues sosténgase, porque “el siga para atrás”, “atrás está vacío”, “siga, siga” ¡No ha cambiado!

Las personas van como en cajas de sardinas, apretados, peleándose por no caer unos encima de otros, o sobre los que van sentados, mientras cuidan sus pertenencias y tratan de pensar en otra cosa, oír música o hablar con alguien.

En uno de esos recorridos, incluso el chofer de la unidad, que no pasaba de los 30 años, entregó la conducción del bus a un controlador que no llegaba a los 25, mientras la controladora ponía música a todo volumen. En una vuelta brusca, que dio el inexperimentado, las llantas del lado izquierdo del bus se levantaron y la gente vino sobre quienes veníamos sentados en el lado derecho. Realmente fue una fortuna que el vehículo no se vire.

Y ¿saben qué hicieron los policías municipales que estaban por ahí cerca? Nada!!! Y la gente que iba en el transporte –que está mucho más acostumbrada a este tipo de viaje- tampoco hizo mayor comentario. Luego de lo sucedido solo se escuchó uno que otro ¡qué susto!

Me pregunto y le pregunto al Municipio de Quito y a las autoridades nacionales, ¿cuándo harán algo en serio por la transportación pública? Las medidas que se han tomado en la ciudad son básicamente para quienes tienen autos, pero ¿qué pasa con los ciudadanos que deben usar los buses que ustedes deben controlar? ¿Hasta cuándo esperamos que hagan algo?

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