La terapia que hace magia en los hospitales
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La canoterapia es un recurso médico, probado internacionalmente, que ayuda a las personas a enfrentar sus patologías físicas, psíquicas o emocionales. Lea está crónica sobre cómo se desarrolla en Quito.

Agatha es una cachorra y con tan solo su presencia transmite paz, quita el estrés, calma el dolor y lo transforma en sonrisas. “Hace magia”, dice Artemis, una pequeña de nueve años que tuvo la oportunidad de compartir con ella.
La niña fue internada en el Hospital San Francisco de Quito, del IESS, por una apendicitis. A los tres días de la operación se sentía mejor, pero cuando Agatha entró en su habitación sus ojos se iluminaron y luego de unos minutos con ella sintió que estaba totalmente recuperada.
Agatha, de raza Sabueso de San Huberto, tiene un año y es asistente de terapia para niños y adolescentes que padecen enfermedades crónicas, neurológicas, depresión o que han sido sometidos cirugías.

Fue entrenada desde que tenía tres meses por la veterinaria Verónica Pardo, quien desde hace 15 años desarrolla su proyecto de canoterapia en Quito. En este tiempo ha entrenado a 28 perros y ha formado a igual número de técnicos psicólogos.
Los perros pueden ser entrenados como auxiliares desde que están en el vientre, el tiempo dependerá del tipo de asistencia. Para terapias de diferentes patologías físicas, psíquicas o emocionales el entrenamiento dura aproximadamente seis meses. Para que se convierta en un perro lazarillo su formación toma hasta 2 años.


A Dayra Sofía de ocho años, y compañera de habitación de Artemis, también pasó por una cirugía del apéndice. Estaba muy dolorida. Se asustó un poco cuando vio a Agatha, pues a pesar de ser cachorra su tamaño es grande. Sin embargo, apenas interactuó con ella se relajó. Incluso se levantó de su cama para tomarse una foto.
Contó que le gustaban mucho los animales y que en casa le esperan Firu, un perro mestizo, y Molly, su pitbull.
Verónica asegura que esta terapia alternativa eleva las defensas en los pacientes. “El bienestar que produce un animal lo podemos probar nosotros mismos. Quienes tenemos una mascota en casa hemos experimentado que detectan nuestras emociones y basta con acariciarlos para sentirnos menos tristes, preocupados, estresados o enojados”, cuenta.
Artemis siente ese acompañamiento en casa. Tiene una perrita Golden llamada Tayla y cuatro gatos: Estrella, Pandora, Pegaso y Ades. “Siento que me cuidan, cuando estoy en la casa siempre están a mi lado y pendientes de lo que hago”.
La siguiente visita de Agatha fue en la habitación de Estefanía. A sus 13 años se encuentra internada en el hospital por las convulsiones que padece. Debido a su condición se encontraba muy seria, pero no dejo un solo momento de acariciar a la perra. Le tocaba sus orejas y Agatha se acostó a su lado.


El compañero de cuarto de Estefanía es un bebé de un mes. Se encuentra en observación y no se tiene un diagnóstico claro de su padecimiento. La doctora Karla Figueroa lo tenía en sus brazos, empezó a llorar y Agatha como si supiera que algo no anda bien, buscó la forma de acercarse al pequeño para calmarlo.
La médico Figueroa asegura que la canoterapia permite que los niños evolucionen mejor. Durante el momento que interactúan con el animalito, los pequeños se olvidan que están en el hospital y principalmente del dolor, precisa la doctora.
La canoterapia libera endorfinas, más conocidas como las hormonas de la felicidad que son segregadas naturalmente por el organismo. Uno de los mejores estímulos de esta terapia son las caricias que se le puede hacer al animal, la protección y compañía que da el perrito mientras interactúa con el paciente.
También mejora las funciones físicas, cognitivas y emocionales en pacientes con discapacidad, trastornos en el desarrollo psicomotor y problemas de lenguaje.

Bruce, de 14 años, estaba acostado en la cama de su habitación. Fue operado por una torsión testicular y todavía sentía dolor. Agatha se acercó y se dejó acariciar, esta vez no se acostó a su lado como lo hizo con los otros niños. Verónica explicó que la perrita reconoce cuando existe dolor y que por esa razón interactúa, pero respeta su espacio para no incomodarlo. Para Bruce la visita de Agatha fue buena, pues le subió el ánimo y le mejoró el día.
Agatha termina su visita y luce agotada. Ella realiza su asistencia una vez a la semana y dependiendo de la cantidad de pacientes en el área de Pediatría del Hospital San Francisco pasa por las habitaciones durante una o dos horas.




Para ingresar al hospital Ahatha también debe preparase. Verónica le corta sus uñas un día antes, la baña una hora antes y le coloca el traje antifluidos canino cinco minutos antes.
Verónica desarrolló este proyecto luego de que experimentara en ella misma los efectos sanadores de los animales. En 2003, sufrió un accidente que le causó una lesión en la columna. Durante un año tuvo dificultades para moverse y además empezó a sufrir convulsiones. Llegó a sus manos Tango, un Cocker espaniel inglés entrenado para asistirla. No solo le ayudo a equilibrar sus emociones, sino también le avisaba 10 minutos antes de convulsionar, así ella podía prepararse.
El objetivo de Verónica es extender su proyecto a los centros geriátricos de la ciudad.

La intervención de los animales viene desde el año 1200 a.C.
La Terapia Asistida por Animales (TAA) se registra en el mundo desde el año 1.200 a.C. cuando los griegos, en sus templos de curación, tenían perros como coterapeutas. En el siglo XVI se recomendaba que la gente enferma tenga contacto con perros. Un siglo después, en el continente europeo se inician los tratamientos con caballos para ayudar a las personas con discapacidad.
En 1867 en Alemania se realizan las terapias con animales para personas autistas. En 1944 los perros ayudaban a recuperarse a los pacientes convalecientes de la guerra en el Hospital de las Fuerzas Aéreas del Ejército de Nueva York. Tres años después, en Estados Unidos se funda la primera institución que través de terapias asistida con mascotas ayuda a la reeducación de niños y adolescentes.
En Noruega en 1966 se fundó un centro de rehabilitación con perros y caballos para personas con capacidades especiales.
Uno de los logros más importantes en los programas de interacción con animales fue en 1974 en el Centro Forense de Ohio, donde se registraron comportamientos menos violentos y disminuyeron los intentos de suicidio.
En 1975 en Reino Unido se funda un centro enfocado en la monta terapéutica de los burros en niños con capacidades especiales.
En 1983 se crea Pets as Therapy (Escocia) que promueve la canoterapia en hospitales, hogares y escuelas especiales.
