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La industria textil necesita un cambio de cara al consumidor

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El vestir es parte de la vida misma. Y detrás de ese acto hay un proceso y actores. Ellos pueden hacer que el país obtenga mejores precios, mayor calidad y más oportunidades de negocio. Aquí algunas ideas.

Fotos: Gianna Benalcázar

¿Cuán conectados estamos a los muchos corazones y manos detrás de nuestra ropa? Esa es una de las preguntas que da la bienvenida al documental ‘The True Cost’ (El verdadero costo – 2015), que intenta responder, con necesaria frontalidad, a la interrogante acerca del costo real de la ropa que llevamos.

Actualmente, el negocio de la moda (que incluye a la industria textil, la confección y el calzado) representa un poderoso motor para la economía del país a pesar de sus muchas fallas, desde los puntos de vista del consumidor, del comerciante y del fabricante. De hecho, este sector está en el ojo público. En los últimos meses, temas sensibles como proyectos proteccionistas para el sector, alertas en proyecciones de crecimiento económico-financieras, diagnósticos de varios tipos y hasta denuncias referentes a la industria textil en el Ecuador, se han dado a conocer por diferentes medios de comunicación.

Es un escenario que no está alejado del contexto global. La industria de la moda actual ha sido totalmente reinventada, sujeta a vertiginosos cambios respecto a la forma de producir, comercializar y consumir. Es por esta razón que por un momento vamos a dejar de lado los números. Sí. Miremos al hogar, ya que el acto de vestirnos se ha constituido en una suerte de comunicación personal en muchos aspectos, con la idea implantada de que la ropa ‘comunica’ quiénes somos y, a veces, cuánto ganamos.

El ritual de la compra
Todas las personas tienen derecho a estar bien vestidas y sentirse cómodas con ellas mismas, es casi una necesidad básica, pero también es un hecho que la frase “no tengo” o “no encuentro qué ponerme”, se escucha habitualmente en muchos hogares ecuatorianos y en el mundo entero, a pesar de que el armario esté lleno de prendas para elegir (especialmente en países de hábitos altamente consumistas). Se compra ‘moda’ nueva para ir a un baile, para una entrevista, por cumpleaños, por estatus social, por tendencias y hasta por el impulso de compra creado por una publicidad exitosa.

Adquirir cualquier tipo de prendas se lo hace sin problemas ante una extensa oferta comercial distribuida a lo largo de todo el territorio nacional, considerando que, dentro de un escenario económico contraído como el ecuatoriano, la decisión de compra estará influenciada principalmente por el precio de la prenda. Y seguido por la calidad del producto, marcas, confort/comodidad, y quizás en último lugar (para la mayoría de clase media) de la exclusividad de la misma.

El sector de prendas al por mayor de textiles es muy atomizado, ya que operan muchas empresas que se dedican a comercializar productos importados, especialmente del sudeste asiático, con una estrategia basada en el precio, en un mercado que precisamente prioriza ese atributo. Todo para satisfacer a los ecuatorianos. Ahora también estos hábitos de compra se van orientando hacia la tendencia mundial del e-commerce, debido al crecimiento de los canales electrónicos disponibles, incluyendo las tiendas virtuales en redes sociales. En estas podemos hacer un pedido sin salir de casa, pagar por el envío y recibir los productos donde lo hayamos acordado. Sin embargo, en la realidad nacional, la tienda física sigue siendo el canal preferido por los consumidores, que lo consideran una forma más segura versus el comprar en línea.

La etiqueta
Este es aquel elemento que, según regulaciones ecuatorianas, debe estar presente ineludiblemente en todas las prendas que se comercializan en el país, con el objetivo de facilitar información útil para el comprador. Probablemente la principal etiqueta que revisa la mayoría de los consumidores es aquella donde está marcado el precio a pagar por la prenda y, de forma secundaria, brinda información al consumidor.

Y es precisamente este pequeño elemento, el que durante los últimos seis años se ha convertido en el caballo de batalla para frenar importaciones, utilizando para ello al aparato estatal (Aduana, Inen y ministerios). Fabricantes e importadores de prendas de vestir y calzado están obligados, a través de la Reglamentación Técnica Ecuatoriana, a cumplir requisitos mínimos de información que debe mostrar la etiqueta de estos productos.

Las prendas para exportación, por otro lado, también han debido mejorarse en cuanto a temas de etiquetado para poder ingresar a mercados exigentes como el europeo, por poner un ejemplo. Sin embargo, más allá del cumplimiento con etiquetado, la industria local no ha mejorado sustancialmente como podría haberlo hecho, con innovación, tecnología y capacidad productiva que transforme y dinamice al sector. Ha sido más fácil seguir culpando a las importaciones, cargarlas de aranceles, medidas y controles, para ver si así se ‘desaniman’ los empresarios o emprendedores a importar, para que el consumidor regrese a ver al producto nacional.

Informalidad, contrabando y competencia desleal
Una parte del sector textil-confección viene solicitando desde hace varios años a las autoridades de turno, medidas de protección de toda índole en contra de toda actividad que se pueda considerar informal o ilegal. Aseguran que, actualmente, el 40% de las prendas de vestir y ropa de hogar, así como el 60% de las telas (materias primas) que ingresan por Aduana, está subvalorado o subfacturado, práctica conocida como contrabando técnico.

Frente a esta situación se adoptaron medidas que han ido desde la implementación de aranceles específicos (se paga USD 5,5 por cada kilo de ropa y USD 6 por cada par de zapatos importados), salvaguardias (2015 al 2017), e incluso la derogada tasa de control aduanero (USD 0,10 según una fórmula), como medidas para contrarrestar el contrabando abierto (ingreso por pasos no habilitados, maleteo, declaraciones dolosas) y el técnico. Vale la pena destacar que en Ecuador importar materia prima textil tiene un arancel más elevado (20%) que el de producto terminado (10%).

Esta carga tributaria, equivalente al 32% promedio en conjunto, sin duda genera ingresos públicos significativos. Sin embargo, el Estado necesita asegurarse y demostrar que este tipo de política tributaria no es la que incentiva el comercio lícito, ya que elevados niveles de impuestos de importación o internos, pueden reducir la asequibilidad de productos legítimos y, sin intención, llevar la demanda hacia sustitutos informales o ilícitos, por el bajo poder adquisitivo de los consumidores.

¿Qué ha ganado el sector gracias a las medidas de control? Poco realmente, puesto que las empresas o emprendedores que cumplen con las normas del comercio legal, lo seguirán haciendo y sin muchos problemas, y así mismo, aquellos que siguen abarrotando las bahías y comercios informales, los vemos instalados en sus comercios vendiendo prendas tanto nacionales e importadas, con etiquetas incompletas o incluso sin ellas. Hay mercado… porque hay quien compre. Bajo la misma línea, no todo está subvalorado o subfacturado por los comerciantes legales. De hecho, tampoco existe evidencia concreta de que gracias a todos los controles aduaneros vigentes, los resultados sean la disminución del contrabando abierto o del contrabando técnico.

Es recomendable entonces, promover y fortalecer un mejor entorno aduanero a través de un diálogo público-privado eficiente en procesos de importación, que pueda crear beneficios significativos para los actores, para la sociedad y que combata de frente la ilegalidad. La autoridad aduanera debe empoderarse para actuar articuladamente a través de denuncias o pedidos que los dueños de cargamentos legales realicen, y debe adoptar enfoques sólidos basados en inteligencia comercial y manejo del riesgo para detectar cualquier práctica de comercio ilícito.

El impacto medioambiental

En el mundo se compran más de 80 000 millones de prendas de vestir nuevas cada año, 400% más de lo que se compró hace apenas 20 años atrás. Adicionalmente, ya que la mayor parte de los desechos textiles no es biodegradable (especialmente los de fibras sintéticas), estos desperdicios seguirán presentes en algún lugar del planeta por más de 200 años.

Eso quiere decir que la moda en este caso sí incomoda, especialmente al planeta. La industria textil es una de las tres más contaminantes del mundo, y que a la larga genera un costo más alto por huella de carbono y ecología.

En Ecuador, mientras se discute si una prenda cuesta lo que dice que cuesta o se analizan las alternativas para el control del contrabando a través de franjas de precios, poco o nada se ha hecho para que la industria de la moda evolucione integralmente hacia un sistema que pueda ser sostenible indefinidamente en términos medioambientales y de responsabilidad social, para que todo su proceso -o al menos la mayoría- respete el entorno, promueva el comercio justo bien retribuido e incluso que la materia prima pueda ser natural u orgánica, lo cual generaría ventajas competitivas en todo nivel. Es decir, que las prendas sean hechas ‘para durar hasta que se rompa’, y no ‘hasta que pase de moda’.

Es imprescindible, entonces, que como consumidores antes de comprar cualquier marca importada o nacional, nos informemos de sus productos, su filosofía y valores; y, al igual que hacemos con los alimentos, revisemos previamente la reglamentaria etiqueta, puesto que es una de las mejores formas de obtener información para tomar decisiones conscientes y responsables al realizar compras. No se puede construir un sector textil robusto basado en supuestos, separando o confrontando a productores e importadores. El perjuicio lo recibe de frente el consumidor, a través de precios altos, baja calidad, de valor mínimo en innovación, variedad, tendencias. Del otro lado, la puerta está cerrada para nuevos emprendimientos en el sector que puedan satisfacer la demanda no atendida de los consumidores ecuatorianos.

Entonces, ¿cuán conectados estamos productores, importadores, fabricantes y comerciantes ecuatorianos, para, en un solo frente, atender a los muchos corazones de los consumidores que compran nuestra ropa?

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