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La gente no cree que el virus es mortal

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Ecuador ha tenido muchos problemas para conseguir el confinamiento como mecanismo utilizado para detener la ola de contagios del coronavirus. Las sociedades más organizadas y disciplinadas son las que mejor han logrado controlar la pandemia. ¿Qué pasó con los ecuatorianos?

Foto: Gianna Benalcázar – CCQ

Casi todas las enfermedades contagiosas se han logrado detener con el aislamiento de los enfermos, hasta que se descubra cómo funciona el contagio, se conozcan las características de la enfermedad o se descubran medicamentos y vacuna. El coronavirus tiene como la característica más vil el hecho de que puede permanecer escondido, es decir que portadores que transmiten la enfermedad no sienten nada ni saben que lo tienen.

Las aglomeraciones de compradores y vendedores en los mercados, las filas de gente para cobrar bonos o la cantidad de gente que sale a la calle sin protección, como hemos visto en Quito y Guayaquil, hacen pensar que hay gente que no sabe o no cree que el virus es mortal. Lo que estamos enfrentando es la combinación de dos males terribles: la epidemia y la pobreza; esta combinación es la que convierte al Ecuador en uno de los países con más contagios y más muertos por habitantes.

Un amigo me hizo esta pregunta perturbadora: ¿Por qué la gente tiene más miedo a morir de hambre que por el virus? Me atreví a darle dos respuestas. La primera, que no es la muerte lo que más asusta sino el sufrimiento, el dolor, la enfermedad. La muerte no es una experiencia humana porque, según decían los antiguos: “cuando yo estoy vivo no está la muerte y cuando está la muerte ya no estoy yo”. Lo que se teme realmente es el sufrimiento. La segunda respuesta se refería a la realidad ecuatoriana, donde un 60% de la población está en la informalidad. Suele entenderse por informalidad el trabajo que no paga impuestos. La informalidad es en su mayor parte el trabajo diario para ganarse el pan del día; cuando se paraliza la actividad económica o se impide el trabajo, no hay comida ese día. Si la gente vive hacinada ya es difícil mantenerse en casa, pero si además los informales tienen varias bocas que mantener, tienen que salir a riesgo de contraer el virus.

La pregunta, con todo, obliga a pensar si acaso no hemos sido capaces de explicar a la gente lo que sabemos de la epidemia, lo que se sufre con ella y el costo final para los que se contagian y para sus cercanos. Este 20 de abril se publicó en España el primer estudio que da cuenta del proceso que tiene la enfermedad en los casos más graves. Cabe aclarar que nadie sabe por qué el virus ataca muy benignamente a algunos y muy gravemente a otros. Los científicos realizan estudios a marchas forzadas para entender al virus. Algunos creen que la edad y las enfermedades preexistentes son las determinantes; pero también ataca con gravedad a personas jóvenes y sanas. Otros científicos creen que puede haber una condición genética determinante y tratan de descubrirla con la creencia de que así se podría anticipar el grado de afectación que tendría cada paciente que contrae el virus.

Los testimonios de las personas que lograron superar la enfermedad son impresionantes y deberían difundirse para que todos actuemos con más cuidado y con mayor lucidez. El estudio aludido establece los ciclos que sigue la enfermedad y el número de días que toma cada uno en la mayoría de los casos. Respecto a los síntomas, los datos obtenidos por ahora en España muestran que, con 18 609 casos notificados, los síntomas más frecuentes fueron la fiebre o reciente historia de fiebre (68,7%), tos (68,1%), dolor de garganta (24,1%), disnea (31%), escalofríos (27%), vómitos (6%), diarrea (14%) y otros síntomas respiratorios (4,5%).

Me ha tocado comprobar la certeza de esos diagnósticos con el seguimiento de un familiar cercano que es atendido en un hospital de Los Ángeles y con quien he podido hablar y mirarle todos los días. Los primeros síntomas no difieren de una gripe o un resfrío común: malestar, un poco de fiebre y algo de tos. A los siete días se agravan los síntomas y comienza un agudo dolor corporal, fiebres muy altas y tos seca. El dolor puede volverse insoportable y las medicinas ordinarias parecen no dar ningún resultado. Las fiebres son tan altas que deben ponerle hielo en todo el cuerpo. La segunda semana es peor, el dolor puede ser tan crónico que los médicos tienen que administrar medicinas muy fuertes, hasta morfina. Después empieza la necesidad de ayudar a los pulmones con oxígeno y en algunos casos es cuando tienen que ponerle asistencia mecánica para respirar o inducirle un coma para continuar el tratamiento. Esto puede durar desde tres días hasta dos semanas.

Asimismo, de acuerdo con el estudio de Sanidad española, el tiempo medio desde el inicio de los síntomas hasta la recuperación es de dos semanas cuando la enfermedad ha sido leve; y entre tres a seis semanas cuando ha sido grave o crítica. Del mismo modo, el tiempo entre el inicio de síntomas hasta la instauración de síntomas graves como la hipoxemia es de una semana.

Las condiciones de confinamiento son muy disímiles entre ecuatorianos, algunas son muy confortables y otras, las de la mayoría, muy complicadas. Esta circunstancia hace comprensible la indisciplina, el incumplimiento de las disposiciones, el desafío a las autoridades; si sumamos estas dificultades al desconocimiento o desafío a la gravedad del virus de la pandemia, plantea un cuadro muy peligroso porque puede incrementarse el número de muertos, prolongarse el tiempo de confinamiento, o exigir períodos alternados de actividad y confinamiento con las consecuencias de carácter económico y las dificultades para lograr la recuperación.

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1 Comentario

  1. Fernando Rodriguez 23/04/2020

    Para lograr el confinamiento hay que contar lo que dice esta explicación. No creemos lo que puede pasarnos. Motivar ser serios y exigentes. Llenar de alimentos los barrios populares.

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