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La gastronomía tiene una historia que contar

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Hoy en día la gastronomía y la comunicación van de la mano. Los cocineros cada vez son más visibles y cada plato cuenta una historia. Ahora, la gastronomía tiene un rostro.

Foto: @rawpixel.com – Freepik.es

Atrás quedaron los días en que un cocinero hacía su magia escondido entre cuatro paredes; sus platos salían llenos y regresaban vacíos y así, podía imaginar si al cliente le había gustado o no su creación. Hoy en día es muy común ver como una de las cuatro paredes de la cocina se ha convertido en un vidrio o ventana. El cocinero ya tiene un rostro visible al público y una historia que contar. El cliente definitivamente quiere ver la magia en acción, quiere conocer qué sucede tras escenarios y sobre todo, qué existe detrás de su plato de comida.

Ahora bien, el poder tener un contacto directo con el cocinero permite satisfacer una curiosidad mucho más profunda del cliente gastronómico: este no solo quiere conocer quién es el creador de su plato, quiere encontrar un medio que le revele todo sobre su comida. ¿De dónde viene la receta?, ¿cuál es el origen de los ingredientes?, ¿es mi comida amigable con el medio ambiente?, ¿los ingredientes vienen de las manos de pequeños productores?, ¿es mi comida saludable?, ¿tiene algo que usaba mi abuelita?, ¿me dará alguna reacción alérgica? en fin, son realmente infinitas las cuestiones que surgen en la mente de un ser humano al encontrarse con su comida. Este es el nuevo mundo de la gastronomía, un mundo donde la comida tiene rostro.

Podemos llamarlos clientes conscientes, curiosos o incluso quisquillosos, pero la verdad es que el cliente gastronómico hoy por hoy, tiene hambre de información. Es un cliente más preocupado por su salud, por el medio ambiente y por su entorno social. Este tipo de cliente está revolucionando las formas de servir comida, los modelos de turismo y en general, las experiencias que se ofrecen al mercado. Es un cliente que busca un significado.

Por estos motivos, todo aquel que esté inmerso en un entorno gastronómico debe comprender que la comida debe venir acompañada de una historia. Esta historia se convierte en un relato que nos despierte y nos impacte. Así, para crear una historia tenemos una diversidad de personajes para elegir: un ingrediente y su origen, un agricultor y su historia de vida, una comunidad y su impacto en la sociedad, una festividad y su tradición culinaria, una receta y sus propiedades nutricionales, un cocinero y sus recetas de autor -o las de su abuelita- y muchas otras más que podemos encontrar en el mundo tan amplio de la comida.

Foto: Freepik.es

¿Cómo lograr que esta historia sea comprendida, apreciada y saboreada? He aquí otra clave, hoy en día la comida viene acompañada de la comunicación. La comunicación es la que permite que la comida llegue al cliente y satisfaga todas sus inquietudes. La comunicación es la que puede lograr que la comida se mantenga viva hasta después de comer, en un nivel emocional, mental y físico. La comunicación es la que pone en evidencia el rostro de la comida que todos queremos conocer.

Así fácilmente entramos a la nueva era gastronómica. La respuesta es simple, nuestras preparaciones deben poder contar una historia y luego, debemos poder comunicarla. Mejor aún si las historias despiertan emociones, es una estrategia sencilla para lograr mayor retención en la memoria de un cliente. En la actualidad podemos encontrar teorías que muestran que cuando una comida y su historia logran que el cliente se sienta identificado, llegan a sus emociones, activan su responsabilidad social o despiertan su memoria, la experiencia se vuelve mucho más placentera. Es hora de crear comida con significado, con historia y con emoción.

Es hora de comunicar todo lo que puede transmitir un plato de comida. En sí, la comida tiene ya una capacidad innata de despertar emociones, simplemente se necesita encontrar la historia que potencie esta capacidad y por supuesto, comunicarla. En un mundo tan globalizado, contamos con un sinfín de herramientas para comunicar nuestras historias. Es mejor todavía, si logramos que se vivan y experimenten las historias. Además, así como hay una infinidad de paladares y gustos para todos los sabores, también existe una infinidad de mentes y emociones para todas las historias culinarias. Así, también podemos encontrar nuevamente el verdadero valor de la comida: la comida tiene identidad, tiene rostro, tiene un significado, tiene una historia.

  • Docente de Gastronomía de la UDLA.
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