La construcción de la ética pública todavía es una tarea pendiente
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Para hablar de ética no basta con gritarle al líder político de turno que deje de robar, también es necesario dar el ejemplo en casa y en nuestro día a día.

Hoy en día, hablar de ética pública es una utopía. Semana tras semana, hay un escándalo nuevo de corrupción que opaca al anterior, y así ha sido los últimos años desde que tengo memoria. Sin embargo, el año 2020 ha superado ya con creces cualquier antecedente que se haya conocido sobre los escándalos de corrupción y es que, si no es en la Asamblea, es en el IESS, en algún Ministerio, Alcaldía o Prefectura. Nada se salva.
El problema radica en la costumbre, sí, en la costumbre. Nos hemos acostumbrado tanto a estas prácticas de corrupción, a investigaciones que no arrojan resultados concretos, a cambios de funciones para los funcionarios corruptos. Muchos de ellos son removidos a cargos de menor jerarquía o premiados con misiones diplomáticas, dependiendo del padrino que tengan. Existe desinterés por proteger y velar por la ética pública, cuando debería ser un eje primordial del Gobierno.
Es ya una costumbre que exista tanta impunidad, la estructura de poder que gobernó nuestra República los últimos años se encuentra todavía enraizada en muchísimos cargos de menor jerarquía, esos cargos invisibles a los que nadie regresa a ver, sin embargo, es en los cargos operativos donde se trama y entreteje toda la estructura de corrupción.
Hasta cuando veremos salirse con la suya a estas mafias organizadas que únicamente cambian de cabeza, debemos exigir la sanción y destitución de todos los funcionarios corruptos, la confiscación de sus bienes y su muerte política para que nunca más puedan trabajar en el sector público. Fiscalía y Contraloría deben investigar a todos, desde los directores hasta al conserje pues la corrupción se ha especializado en evadir la norma. ¿Qué espera la Asamblea Nacional para tramitar la Ley de Extinción de Dominio o es que acaso tienen rabo de paja?
El cambio inicia con una férrea voluntad política y compromiso de nuestras autoridades, pero el primordial y más importante debe ser en nuestras casas, debemos empezar con nuestras familias, si exigimos a los funcionarios públicos un cambio, también debemos hacer el esfuerzo por educar bien a nuestros hijos, para que sepan que la “ley del más vivo” los conducirá a la cárcel; que no importa cuánto dinero tengas, sino cómo lo ganaste y que el futuro que siembras para tus hijos es invaluable. La ética no nace de la noche a la mañana, ni de forma espontánea, sino a través del aprendizaje de una serie de comportamientos que asimilamos de nuestros padres en los años de formación.
Para hablar de ética no basta con gritarle al líder político de turno que deje de robar, también es necesario dar el ejemplo en casa. Si los demás no lo hacen, ocupémonos de poner nuestro grano de arena en la lucha anticorrupción al no sobornar agentes de tránsito, respetar los cruces peatonales, no colarse en las filas, no pagar a funcionarios para que agiliten el trámite o nos favorezcan con un contrato. No vitoreemos a quien es corrupto, ni nos quedemos callados ante tanto descaro, para no castigar tanto debemos trabajar en la prevención. Hagamos un mea culpa y tomemos acciones que lleven al cambio, al menos en nuestro círculo cercano, pues lo público inicia apenas ponemos un pie fuera del marco de nuestra casa.