España: La lucha por el poder es despiadada
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La política española esta entrampada en los intereses de los grupos minoritarios, los populistas y los separatistas. Aquí una radiografía.

Se acabó el bipartidismo en España y la lucha por el poder se ha tornado áspera, llena de mentiras y traiciones. La izquierda y la derecha se han alternado en el poder por cuarenta años, el Partido Popular y el Partido Socialista Español hicieron una oposición civilizada cuando no estaban en el poder, los partidos locales y regionales no constituían una amenaza, pero desde que aparecieron nuevos partidos nacionales, en la izquierda y en la derecha, los dos partidos tradicionales ya no alcanzan los votos suficientes para llegar al poder y la política se ha tornado despiadada.
En las últimas elecciones de abril, ni la izquierda ni la derecha alcanzaron votos suficientes y el ganador se han visto obligado a pactar con lo menos deseable de la política, el populismo y el separatismo. A los partidos tradicionales les desprestigió la corrupción, esa peste de la política que resiste toda cura y habiendo advertido los populistas y los separatistas que Sánchez pagaría cualquier precio para llegar al poder, le persuadieron que acepte sus votos para tumbar al derechista Mariano Rajoy. Cuando Pedro Sánchez quiso aprobar los presupuestos, los amigos traicioneros le dejaron sin votos y tuvo que convocar elecciones. Ahora vuelve a necesitar a los menos deseables de la política española pero esta vez le ponen un precio muy alto; los populistas quieren compartir el gobierno y los separatistas quieren el indulto para los golpistas.
Pedro Sánchez pagará el precio que le pidan, sostiene la derecha española. Ya son viejos socios, piensan lo mismo y se proponen lo mismo, aseguran. El filósofo Gabriel Albiaclo dice en su estilo: “Antes de que, en el año 410, los bárbaros de Alarico entraran en Roma, Roma era ya bárbara. Antes de que el populismo devore lo que fue corrupta socialdemocracia, el PSOE es ya un populismo”.
Las razones de Sánchez

Pedro Sánchez se resiste a ceder a las pretensiones de Pablo Iglesias, sabe que está en juego el liderazgo de la izquierda, solo uno de los dos ganará porque tienen la misma clientela. Aspiraba a tener un gobierno en solitario, como en los últimos cuarenta años, con el apoyo gratuito de la izquierda. Hizo un cálculo errado y se dejó acorralar por el populismo. Creyó que bastaría con hacerle consejero a Iglesias y ofertas ambiguas de indulto a los separatistas sin confesar la traición a España. Pero con fanáticos no operan las ambigüedades.
El discurso de Sánchez pretende decir lo que no es su gobierno, pero nunca definir lo que es. Dice que caben muchas opciones entre los dos términos del dilema que se le ha planteado entre una colaboración gratuita que para Podemos es una humillación y el reparto del gabinete que para Sánchez es demasiado porque entre los dos partidos todavía no completan los votos necesarios. Sánchez se atrevió a poner veto al ingreso de Iglesias en el gobierno pero abrió las puertas a los directivos del partido. Iglesias se dará el lujo de comer a dos carrillos: criticará, como vigilancia y oposición, los errores del gobierno, y será autor, gestor o promotor de los éxitos del gobierno.
Pedro Sánchez se dejó conducir a un callejón sin salida. No tiene alternativa, el líder de Podemos se atrevió a lanzarle como maldición gitana que si no acepta un gobierno compartido, nunca llegará de nuevo a la Presidencia.
Las razones de Iglesias

Pablo Iglesias ha jugado muy bien con la ambición de Pedro Sánchez. Pedro y Pablo parecían intercambiables cuando calculaban tumbar a Mariano Rajoy, cuando negociaban los votos de los separatistas catalanes, cuando Pablo visitaba a Junqueras en la cárcel para negociar los votos para Pedro. Todo estaba calculado para que Pablo llegara a compartir el gobierno con Pedro.
Iglesias sostiene ahora que Sánchez no puede pretender gobernar solo porque España no ha querido darle el gobierno a él solo; que es el electorado quien obliga a buscar acuerdos y que los acuerdos obligan, como a veinte gobiernos de Europa, a compartir el poder.
Iglesias sabe que Sánchez no tiene alternativa, que no renunciará a las mieles del poder después de haberlas probado y ha negociado con frialdad y paciencia hasta llevarle a este punto. Comenzó exigiendo la vicepresidencia del gobierno para él, luego exigía un ministerio, terminó aceptando un “sacrificio personal” para que los más fieles y dogmáticos de su partido formen parte del gobierno; serán sus caballos de Troya o su regalo envenenado. Iglesias hace desde ahora las ofertas más demagógicas del futuro gobierno, después culpará a Sánchez de traición.
Las razones de España
El electorado español no quiere o no cree ya en los partidos tradicionales y no quiere o no cree todavía en los nuevos partidos de izquierda y de derecha. Divide el voto y obliga a los políticos a hacer lo que no saben: transar, negociar, dialogar. Los políticos se insultan, se mienten, se traicionan y cuando el acuerdo es imposible repiten elecciones y el electorado repite resultados. La inoperancia civilizada.Si Sánchez no se lanza al abismo y no pacta con Iglesias, habrá nuevas elecciones. Quedan todavía unas horas de agonía para un acuerdo desesperado. Los partidos separatistas se abstendrán si hay pacto con Iglesias para que mañana jueves, al candidato Sánchez le basten los votos de Iglesias y una vez en la Presidencia empiece el tormento, no de los enemigos, sino de los “amigos”, desde dentro y desde fuera del gobierno.