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Entre el dolor y la desesperación

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Las muertes alrededor del Covid-19 en nuestro país, no son sólo cifras lamentables. El drama humano que se vive detrás de cada perdida es la verdadera huella de esta crisis.

Foto: Marcos Pin – API

La pérdida de un ser querido es parte de la vida, quizá una de las condiciones que resulta ineludible casi todos. Esta situación implica dolor, angustia, desesperación y posteriormente aceptación. Y generalmente tenemos estrategias y espacios que nos permiten tener cierto tiempo de reorganizar nuestra vida y necesidades.

Pero qué ocurre cuando estas pérdidas se dan en el contexto de una crisis como la que vivimos hoy. Inicialmente es importante mencionar que no hay forma de anticipar los eventos que transcurren en una crisis, así como tampoco el nivel de amenaza que representa.

Es la primera vez que enfrentamos una situación como esta en la historia moderna de la humanidad donde el mundo se ve paralizado y lo que podemos hacer resulta insuficiente.

Este es el escenario lo podemos ver en Guayaquil donde se desarrollan simultáneamente muchos dramas humanos como: la desesperación, por la falta de atención de un sistema de salud colapsad; el miedo, al contagio; la tristeza, de perder a alguien cercano; y además, la indignación de las familias al no poder dar una digna sepultura a sus fallecidos. Para estos último implica que el proceso de duelo por la pérdida de un ser querido deba verse postergado, al no tener espacio para procesar la pérdida, porque solo queda resolver lo urgente.

El que las personas estén sometidas a semejante estrés puede ocasionar que reaccionen en un continuo estado que podría ir y venir de la desesperanza hasta la conducta temeraria. Y dependiendo de cuan cercano estén a estos polos, muchos se rendirán, dejándose vencer y otros arriesgaran su seguridad para solventar sus necesidades del día a día.

Esto no solo supone riesgos físicos relativos al contagio, sino que amenaza su bienestar emocional. Muchos que antes se encontraban inmersos en una situación de vulnerabilidad psicológica, ahora intensificarán sus conflictos y su estabilidad emocional puede verse seriamente comprometida. Quienes no tengan condiciones de vulnerabilidad previas las pueden desarrollar.

Pero ¿qué se puede hacer cuando se está atravesando por una crisis de tal magnitud?

Lo primero que se recomienda es entender intentar comprender o hacer comprender a quién está sufriendo, que las emociones generadas por este tipo de crisis, como la muerte de una ser querido, son normales. Emociones como la desesperación o la tristeza. En segundo lugar es importante no negar la posibilidad a las personas de expresar lo que sienten. Si esta persona quiere hablar de lo que siente o llorar, permitírselo. Debemos dejar que se desahogue y no pretender que se reponga inmediatamente o esté bien, sino que deje salir todo lo que está experimentando en su interior.

Adicionalmente, un punto muy útil es establecer jerarquías y prioridades sobre las situaciones en las que se puede contribuir o resolver en el momento.

Por ejemplo si tenemos una preocupación por la muerte de un familiar y trabas múltiples por la dificultad del entierro o porque no recibimos, pese a nuestros esfuerzos, una pronta atención de las entidades encargadas; lo importante es aclarar y jerarquizar nuestras opciones definiendo si se puede o no hacer algo al respecto. Hacer una lista, en base a los problemas potencialmente solucionables, puede ayudar a volver a sentir un poco de dominio. Esto no implica distraer a la persona del dolor, sino simplemente, permitirle que pueda resolver algo. Así es posible experimentar una sensación de tranquilidad y de control en medio del caos que está viviendo, al percibir que la solución de algo está a su alcance.

En el caso de quiénes están cayendo extremos como el abandono o actitudes temerarias, lo que se debe tomar en cuenta es: buscar ayuda. Ya sea a un amigo, familiar, vecino de confianza o quién se pueda contactar y hablar de sus sentimientos. Si no hay esa alternativa,  llamar al 171 opción 6, que es la asistencia psicológica del Ministerio de Salud o comunicarse con la línea del MIES o al servicio de Ecu911.

Si se es testigo de algún caso en donde una persona necesite este tipo de acompañamiento intentar comunicarse con esta persona. No hasta el punto de vigilarla pero si intentar transmitir su presencia y apoyo. Aprender a señalar que estas actitudes pueden ser nocivas para la comunidad o para la misma persona es esencial para mantener la calma.

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