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El retorno a la normalidad como tentación

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Todos los ciudadanos están inquietos y desean poner fin al confinamiento. Muchos lo han hecho sin esperar autorización. Pero la normalidad ya no existe, lo que llaman nueva normalidad está por inventarse.

Foto: Juan Diego Montenegro – API

Volver a la normalidad implica peligros. Sin embargo, todos están ansiosos por volver a la normalidad. Los ciudadanos quieren trabajar para ganar el sustento; los empresarios quieren volver a producir y vender para seguir creciendo; los jóvenes quieren divertirse, reunirse, acercarse; los rebeldes, los anarquistas y los resentidos quieren participar en la destrucción, resienten que el mundo se destruya solo. Se ha repetido una y otra vez que la normalidad no existe ya, que todo ha cambiado, como asegura Caballero Bonald: “Estamos viviendo el fin de un tramo de la historia, el fin de la realidad. En adelante habrá nuevos modelos, nuevos vínculos, nuevos hábitos. ¿Cómo vamos a neutralizar los efectos de esa guerra bacteriológica? Como diría un trágico griego, un dios abyecto intenta usurparnos el futuro”.

No es ni siquiera deseable volver a la normalidad porque el virus ha demostrado que no era buena la realidad que vivíamos y a la que llamábamos normalidad. El virus pulverizó la fe en la tecnología, descubrió la fragilidad de la especie humana, desnudó la incompetencia de los gobiernos, acabó con la globalización, en fin, la pandemia nos devolvió a un mundo sin líderes, sin objetivos, sin valores. 

Ante esta nueva realidad tenemos que mirar al futuro, inventar un nuevo orden, crear nuevos líderes, fijarnos nuevos valores que nos permitan empezar de nuevo. No es buena idea tratar de reconstruir el viejo mundo porque nos volvería a pasar lo mismo. Necesitamos pensar en un hombre nuevo que tenga sentido de generosidad para repensar la economía, las relaciones entre la empresa y los trabajadores, la tecnología al servicio de la sociedad. Debemos redefinir los conceptos de libertad, igualdad, cultura y espiritualidad. 

La construcción del mundo nuevo debe empezar por asegurar la supervivencia de la especie humana; no será suficiente derrotar al virus, porque surgirán otros tal vez más agresivos. Para asegurar la salud de todos debemos empezar por corregir los errores en el manejo de la salubridad. Los expertos han sugerido las siguientes recomendaciones:

Prepararse para la próxima pandemia

Todos los países deberían tener reservas de personal sanitario para hacer frente a nuevas amenazas entrenando personal médico y reservas transferibles en caso de necesidad. También reservas de instalaciones con edificios que puedan transformarse en hospitales equipados con ventiladores, mascarillas y equipos de protección, laboratorios para los análisis de muestras. Por último, reglamentos y protocolos para actuar rápidamente en caso de infecciones y epidemias.

Mejorar los sistemas de comunicación

No se puede afrontar otra pandemia sin apoyo de los ciudadanos y para lograr eso debe haber información confiable, oportuna y veraz. La mezcla de información con propaganda, por parte de los gobiernos, ha hecho mucho daño; también las redes sociales con su carga maligna de rumores, falsos remedios y miedo. La ambigüedad o falsedad de los datos impiden obtener la reacción rápida y disciplinada de los ciudadanos.

Presupuestos apropiados antes y durante la pandemia

La salud exige mejores presupuestos para construir un sistema escalonado de atención para prevenir y curar las enfermedades y los nuevos brotes de manera escalonada para que no colapsen los servicios. El sistema de prevención tiene que abarcar al cuidado de las poblaciones de bajos recursos, los ancianos, los enfermos y los sin hogar. Es necesario hacer frente también a las enfermedades relacionadas como la ansiedad, la depresión, el estrés y la violencia familiar.

Adecuar los servicios actuales

Para hacer frente a nuevas infecciones será necesario adecuar los espacios públicos, el transporte, los servicios religiosos, los espacios escolares y los servicios a distancia para la comunicación y la educación. Es urgente participar en estrategias regionales y manejar adecuadamente las relaciones internacionales y el contacto con organismos multilaterales.

Estas recomendaciones suponen una transformación que deberá darse en varios niveles, desde el internacional hasta el comunitario. Diseñar un nuevo orden internacional será una tarea compleja para la que no parecen preparados los líderes actuales, pero la realidad obligará a realizar cambios profundos con perspectiva más amplia en el espacio y el tiempo. La pandemia ha demostrado la necesidad de soluciones globales porque las vías de transmisión son difíciles de controlar y el cierre de fronteras es una solución de corto plazo. 

La redefinición de la actividad política es urgente. Los gobernantes se han visto obligados a rodearse de expertos para diseñar las políticas de salubridad, de confinamiento y distanciamiento social, pero los expertos tampoco ven con suficiente amplitud y han conducido a los gobiernos a plantearse el falso dilema entre evitar la pandemia o evitar la crisis económica. Los líderes han exhibido rigidez en sus decisiones y han optado muy fácilmente por medidas de restricción de las libertades y derechos ciudadanos.

Si consideramos el fin del confinamiento como el retorno a un mundo divertido y generoso, lleno de espectáculos multitudinarios, con centros urbanos densos donde es fácil vivir, hacer negocios, viajar y establecer relaciones; entonces el “volver a la normalidad” puede ser una tentación. Pero ese mundo ya se esfumó. Por largo tiempo llevaremos las cicatrices de la pandemia: el miedo, la sospecha del otro como portador del virus, el transporte y los espacios públicos como peligro, los espectáculos masivos como extravagancias de otro tiempo. No sabemos cómo pueda afectar a los niños tres meses de encierro y la visión del mundo exterior como peligroso.

Construir una nueva realidad es posible y compete a todos. Deberemos acostumbrarnos a nuevas conductas y aprender nuevas destrezas. La comunicación virtual, el teletrabajo, la utilización de tecnologías seguras. La imposibilidad de salvarnos solos o encerrarnos para siempre nos obligará a reconsiderar la solidaridad para salvarnos todos. Los líderes valiosos serán los que tengan capacidad para proponer nuevas formas de vida, de hacer alianzas y concebir un orden mundial sin perder soberanía. La solidaridad personal debe manifestarse también como solidaridad entre naciones. El mundo ya no podrá construirse como infiernos y paraísos que no se tocan ni se amenazan. El fin de la realidad nos impone la creación de una nueva realidad.

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1 Comentario

  1. Alezzamder 27/07/2020

    Lastima su criterio tan errado.

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