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El dinero escasea y el hambre aparece en el Centro de Quito

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El confinamiento por la pandemia está al límite en el Centro Histórico. Centenares de personas se movilizan para diversas actividades. Pero la falta de dinero ya muestra episodios inéditos.

Fotos: Gianna Benalcázar - CCQ
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El Centro Histórico es considerado uno de los lugares más bellos y visitados en el Ecuador. En sus calles está esa arquitectura colonial que es considerada Patrimonio de la Humanidad. Son construcciones que cautivan a propios y extranjeros.

Pero durante este tiempo de pandemia se ha convertido en el escenario donde se percibe el primer campanazo de la crisis económica, sanitaria y social que ha provocado el virus. Esto pese a los esfuerzos de las autoridades gubernamentales y municipales para contener la crisis.

Son escenas lacerantes. Inéditas. Luego de un mes de encierro para evitar un contagio masivo, el dinero ya escasea, los más necesitados buscan comida y hay más gente vendiendo en las calles del Centro. El miedo al hambre es mayor antes que al mismo coronavirus. 

Esta zona, según el Instituto de la Ciudad, ya tenía serios problemas antes de la pandemia. Demandaba la generación de políticas sociales y económicas incluyentes, y de redistribución de recursos, que permitan enfrentar las asimetrías que históricamente se han generado y consolidado en este sector… Este diagnóstico ya es insuficiente ante la rápida crisis que se vive hoy en día.

Ahora, hay informales que pueden llegar a vender desde dos dólares durante cuatro horas, de 08:00 a 12:00, que permanecen en las calles. Y es lo único que pueden hacer para ganar unas monedas. Y la competencia es dura, ya que hay decenas de personas que ofertan de todo. Desde mascarillas, pares de guantes, frutas, verduras… 

Los operativos móviles de los agentes metropolitanos hacen que, por un momento, las personas se escondan para que sus productos no sean retirados. 

Pero luego vuelven. Janeth Chuquitarco se oculta detrás de los vehículos parqueados. Ella está en uno de los puntos donde las autoridades han determinado que hay aglomeraciones: el Mercado Central. En las fundas que tiene en sus manos hay manzanas y kiwis. Cuestan un dólar. Vende cinco dólares al día. En el mejor de los casos. Y dice que tiene que salir a vender porque no recibe ayuda del Gobierno. Mira hacia el ingreso del Mercado para saber si los agentes se fueron.  

En otro punto de aglomeraciones también hay decenas de vendedores. Son personas estaban en el ingreso sur al Mercado San Roque, en las calles Abdón Calderón y Cantuña. Son mujeres, hombres, niños, ancianos, que llegan de varios sectores de Quito y de los barrios cercanos, La Comuna, La Libertad. Los agentes que permanecen en el lugar no controlan. Están desbordados por la cantidad de vendedores. 

Esos comerciantes informales dicen que no reciben el bono, que no solo es de USD 60. Están convencidos de que es de muchísimo más. Hasta USD 700 especulan. Desconfían de las autoridades. Admiten su situación paupérrima. Interrumpen un momento las ventas y se acercan. Algunos sin guantes, otros con las mascarillas debajo de las narices. Gritan. El agente no se inmuta. 

Que bajarán de la loma, dice un vendedor mientras señala los barrios de arriba, para protestar. Necesitan comer. Ellos mismos, esos pobres, están asustados de las personas que ya recogen alimentos de la basura…

El Municipio decidió cerrar el Mercado de San Roque y los locales aledaños por el incremento de casos de Covid-19 que se han presentado en los últimos días en ese sector. Hasta ayer, en Quito se registraron 777 infectados y 41 muertos. En todo el Centro hay 25 contagiados registrados.

Pero también hay más compradores. Son centenares de personas que pasan por las calles del Centro para adquirir en los locales habilitados, es decir, supermercados, mercado y tiendas. Y también a los informales. Calles como la Rocafuerte o la Fermín Cevallos, lucían llenas. Unos caminan con bolsas con compras. Otros no. 

También hay personas indigentes, vendedores de droga, prostitución y delincuencia. El personal del Centro de Salud No. 1, en la calle Rocafuerte, teme a la hora de salida. A las 13:00 ellos salen a la calle y miran con temor hacia arriba y abajo. Caminar una cuadra, hasta la plaza de Santo Domingo, significa un alto riesgo. Ya han sido asaltados con cuchillos. 

Por las calles también camina María José Ayala, de 47 años. Está fuera de sí. Es una indigente que desvaría mientras camina en las calles y al ver la cámara fotográfica dice que le pasemos un saludo a sus dos hijos que no ve hace un año. En su bolsa lleva comida, arroz, enlatados, fideo… Vive en el parque Montalvo.

Un grupo de mujeres y de la comunidad trans están en la calle Esmeraldas. Ejercen la prostitución. El grupo espera por clientes. Lo mismo pasa en la calle Venezuela.

Por otras esquinas venden droga. Son bolsitas que salen del raído delantal de una anciana que está sentada en una de las esquinas de la calle Imbabura.  Ya con el toque de queda hay menos personas. Pero en las calles no desaparecen los desamparados.

En la avenida 24 de Mayo recogen comida de la basura del Mercado que ha sido depositada en un maltrecho contenedor. Por la Chimborazo un anciano recoge plásticos, frente a una de las sedes del Patronato San José. Mendigos ebrios caminan sin rumbo. Otros, con el efecto de la droga y el alcohol, solo se sientan en la acera. Solitarios. Y esperan que pase la llovizna.

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