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El mapa del cálculo político debe ser Ecuador

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La ciudadanía puede exigir a los políticos que puedan pensar sus planes teniendo en cuenta un mejor futuro para todos. Y no únicamente en sus propios intereses.

Foto: Freepik.es

Desde antes que empezara la audiencia de juzgamiento por el caso Sobornos 2012-2016, la política está como en suspenso. Cualquier decisión importante, incluyendo las vinculadas al tema electoral, están supeditadas a la absolución o condena de los protagonistas de esa historia, encabezada por el expresidente de la década 2007-2017.

Esta actitud es, por decir lo menos, lamentable. Los políticos siguen dando la espalda al país y viviendo de sus cálculos. Para ellos es como que no existiera la gente que diariamente busca la forma de ganarse un par de dólares para comer, de los burócratas que esperan que no los boten de sus trabajos en las próximas semanas, de los empleados que no saben qué pasará en los próximos meses en las empresas en donde trabajan, de los empresarios que no pueden proyectarse de aquí a un año.

Si empezamos por el Gobierno, la agenda que tiene al frente es enorme. Mencionemos un caso: sabe que necesita tomar medidas en torno a la focalización del subsidio a la gasolina y que eso le golpeará políticamente, ¿está dispuesto a cargar con ese peso, especialmente cuando esta semana se confirmó lo que se sabía hace tiempo, que el vicepresidente Otto Sonnenholzner será el candidato presidencial? ¿asumirá la responsabilidad frente a una respuesta social, que también medirá la efectividad del diálogo nacional que él mismo promocionó? ¿será capaz de contener la acometida de sus socios (a veces frontales y otras veces casuales) de la Revolución Ciudadana, que necesita atacar al gobierno para mantener el rédito ante sus cautivos electores (que son más del 30% de la población con derecho a voto) y aprovechar el enorme espectro que queda en el país de los ciudadanos a los que no les importa el tema de la corrupción (8 de cada 10), para cultivar una base electoral emotiva?

Ahora vamos con la Asamblea Nacional: ¿será capaz de apoyar un cambio económico importante, a sabiendas que un nuevo empoderamiento de la revolución ciudadana significará una profundización del socialismo del siglo XXI? ¿están conscientes que desperdiciaron tres años para realmente introducir más cambios que permitan una reinstitucionalización del país? ¿estando a un año de las elecciones se gastarán su capital político para impulsar ahora sí los cambios pendientes?

Los dirigentes indígenas, especialmente de la Conaie con Jaime Vargas a la cabeza, ¿se responsabilizará por sus acciones y sus declaraciones, algunas de las cuales pudieran rayar en delitos que atentan contra el mismo sistema democrático? ¿está incitando a terminar con lo que nos queda de democracia?

Los pre-candidatos presidenciales ¿se han puesto a pensar en qué país quieren construir si llegan al gobierno, o nuevamente solo están pensando en los grupos a los que representan o en sí mismos?

Los actores a los que se les puede hacer múltiples preguntas son muchas, y casi todas las respuestas llevan a sus propios cálculos. Por ello, como ciudadanos, deberíamos también exigir a la clase política que se tomen en serio al país. Si en lo político estamos como estamos, en lo social y económico, la situación es más grave y un lujo que no nos podemos dar es perder al país donde hemos decidido hacer nuestras vidas.

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