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El libro que tiene todos los nombres de la oscura época del espionaje

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Después olvidarán nuestros nombres es el libro, un gran reportaje de investigación, ampliamente documentado, que pone sobre el tapete lo lejos estamos de la descorreización. El autor es el periodista Juan Carlos Calderón.

Foto: Gianna Benalcázar – CCQ

Después olvidarán nuestros nombres, es el título de esta obra que nace bajo el sello Plan V Editores. Y luego de recorrer sus páginas pudieran darse distintas interpretaciones a ese titular de la nueva gran creación del maestro vivo del periodismo de Ecuador, Juan Carlos Calderón. 

Son los nombres de los perseguidos por el poder político, de la revolución ciudadana, del correísmo. Que abusó de las unidades de inteligencia, de recursos públicos para compra de equipos para hacer espionaje a sus contradictores, de plata de los ecuatorianos para pagar operativos nacionales e internacionales, para pagar a empresas extranjeras para fortalecerse en los hackeos y escuchas telefónicas.

Los nombres de las víctimas están regados en las 413 páginas de la obra del autor. 

Pero también son los nombres de quienes ocasionaron ese atentado a nuestra democracia, a las leyes, a los derechos humanos, a las personas, sus familias y hasta sus patrimonios. Los otros.

Muchos de estos nombres, de lado y lado, no reciben Justicia. Los unos, reparación, y los otros, duras condenas. Cada página del libro es un susurro de que la Justicia del Ecuador no es ciega, sino tuerta. 

Magistralmente contada. La obra de Calderón cuenta con relatos precisos de los hechos en las calles de Bogotá, durante el secuestro de Fernando Balda, posible candidato a la Presidencia de la República. Con ambientaciones en los distintos refugios secretos de los agentes de la inteligencia ecuatoriana, donde se ocultaban para hacer sus fechorías. Con relatos inéditos de lo que sucedía en las oficinas de los jerarcas del espionaje correísta. Cuenta, también, con los sobrecogedores testimonios de más víctimas que se interpusieron en la vía de los que lograron atentar contra nuestra historia, contra nuestra nación. 

En el fondo, el autor rescata todos los nombres del olvido. Todos. Y lo hace en el tiempo exacto. Porque para muchos… ya se borraron las huellas de nuestro reciente pasado. 

Pero en cada página de su nueva obra, esa simpleza queda desvelada. Ha creado un espejo donde, probablemente, se mirarán con desagrado. Porque todavía estamos muy lejos, demasiado, de la anhelada descorreización. 

Sí. Los nombres que rescata Juan Carlos Calderón pertenecen a gente viva. Son nombres de los que caminan a diario con desesperanza de no hallar un desquite justo. Humano. Que les devuelva lo que ofrecieron a nuestra Patria, su entrega por las causas justas, y que fueron pisoteados por unos cuantos insaciables, de ínfimas y temporales, parcelas de poder. 

Pero también rescata los nombres de los que todavía caminan por los pasillos del poder. Que han salvado sus pellejos, hasta hoy en día. 

En la portada, después del gran titular, con menos puntaje, dice: La Historia del agente Ratón y los espías salvajes. El Ratón es un personaje imprescindible en la caída de Rafael Correa. El sargento de policía retirado, condenado, traicionado, desecho, queda plenamente retratado en los pasajes del libro. Es un artista del montaje que se hartó de ser una ficha de los mandamases. 

Los espías salvajes… siguen sueltos en la selva política. Aprovechándose del silencio que ofrece la impunidad de sus fechorías. Esas en contra de los Yasunidos, contra Galo Lara, contra Fernando Villavicencio, contra Alfonso Pérez, contra Arcos Pepinos, contra los Isaías, contra Martha Roldós y muchos otros que recoge el autor. Fueron millones de dólares, que entregamos todos, puestos al servicio de estos seres mezquinos, hábiles en el don de agradar.     

Más que valiente, la obra de Juan Carlos, es un piedrazo. Apuntado hacia la desidia de la Justicia, la banalidad de las lisonjas gratuitas al poder político y el silencio manipulador. Es, ya, una obra imperdible de este periodista que no se conforma ante el silencio. Ante los que pretenden dirigirnos a un destino artificial.   

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