El holocausto de la corrupción
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La crisis por corrupción que estamos viviendo en Ecuador tiene su origen en la impunidad. Y la historia del mundo nos deja ejemplos de lo que puede venir.

“Imagina que el día de mañana alguien llega y te dice que tienes que dejar tu casa, que se llevan a tus padres y no sabes si los volverás a ver ni cuando. Y tarde o temprano se termina y sobrevives y te das cuenta de que estás solo. Que no tienes padres. No tienes familia”. (El contador de Auschwitz).
El relato de la sobreviviente al holocausto, me recuerda la situación, hace poco, en Guayaquil y, ahora, en Quito. Esta semana murieron dos madres de buenas amigas, las dos tenían cáncer y el COVID-19 no tuvo nada que ver, pero sí la corrupción.
En los dos casos, mientras escuchaban en las noticias a las autoridades de salud decir que todo está bajo control, en la vida real, una de ellas tuvo que enfrentar la maldad administrativa de una funcionaria del Hospital Eugenio Espejo que le dijo que ya había enviado hace una semana la solicitud para la derivación a SOLCA, mientras le decía eso a la cara, todavía no enviaba la solicitud.
La segunda, como decenas de personas, logró una cama poco antes de que otro hospital colapsara. Dos hijos que la acompañaron se contagiaron y ahora mismo se encuentran recluidos en la casa de su madre fallecida.
“Y te das cuenta de que estás solo”.
La peor de todas las soledades viene con el sentido de culpa: no pude hacer nada más, no estaba en mis manos, el Estado tenía que protegernos. La muerte ya es demasiado dura, pero la muerte en el pasillo de un hospital, sin cuidados adecuados por falta de medicamentos, médicos y enfermeras; la muerte por corrupción arranca las entrañas que se quedan vacías de por vida.
El dinero que salió de nuestros bolsillos para mantener el sistema de salud fue a manos de personas que lucen normales, que regresan a sus casas luego del “trabajo”, besan a sus hijos, sacan la basura, alimentan al perro; como si ese día no hubieran robado y asesinado.
En el documental ‘El contador de Auschwitz’ que se emite por Netflix, Oskar Grönning es llevado a juicio con más de 90 años. Él solo “les quitaba el dinero a las víctimas” no mató a nadie, decía en su defensa. Fue sentenciado a cuatro años de prisión, luego de declararse “moralmente culpable”.
De un listado de 3 000 genocidas nazis, se juzgó, en Nuremberg, a 22. ¿Buscábamos hacer justicia? Se pregunta Benjamin Ferecnz, el fiscal general: “Está claro que no, porque al día de hoy aun seguiríamos juzgando a los nazis, así que intentas hacer una declaración de principios. No hacer esto, es en contra de la humanidad” y de esta manera proteger a las personas en el futuro, con un Estado de Derecho.
Este pequeño holocausto de corrupción que estamos viviendo en Ecuador, tiene su origen en la impunidad. Si durante años no se aprueba la Ley de Extinción de Dominio, con la que no se requiere un dictamen de culpabilidad para recuperar los bienes sin justificación, es porque: no es un grupo de corruptos sino un sistema que los protege a todos.
Millones de muertos en las cámaras de gas, pero de “6200” nazis acusados, desde 1947, solo se condenaron por homicidio a 124. Un gran porcentaje de los jueces alemanes al finalizar la guerra eran nazis. En “el ministerio de justicia el 99% son ex nazis”, como resultado, las condenas a asesinos masivos podían ser como la de Hans Stark que distribuía Zycklon B en las cámaras de gas: 3 años de prisión y libre.
Los corruptos son como Grönning, facilitadores de la muerte; y como los genocidas en la historia, se multiplican con nuestra desidia.
El Ecuador entero es el corrupto, nuestros corazones se corrompieron. Nos tratamos como enemigos, formamos grupos a favor de causas válidas o estúpidas. En las familias, en las parejas o con los amigos no conversamos de religión, política o fútbol porque rompemos relaciones como si las ideas del otro fueran basura. Enfermos de ideologías extremas que se disfrazan de posiciones críticas, de posturas antisistema sin nada a cambio, no llegamos a acuerdos, no escuchamos nada fuera de a nosotros mismos.
“Y tarde o temprano se termina y sobrevives y te das cuenta de que estás solo”.