El comercio quiteño está activo y resiste
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Una parte de este sector no ha dejado de trabajar. Es imprescindible para que la ciudadanía pueda atender sus necesidades más básicas. Incluso, algunos emprendedores pasaron a la web.
El comercio es la actividad más antigua de la civilización. Incluso antes que la política. Ese principio explica por qué los comerciantes también están activados en la crisis mundial y nacional causada por la pandemia.
Desde las grandes transacciones de insumos médicos y medicinas, tan necesarias y urgentes hoy en día, hasta en la provisión de la alimentación para el más humilde hogar quiteño, está un comerciante.
En Quito, un sector de ese gran grupo de empresarios y emprendedores han abierto sus locales. Ya son considerados como indispensables para hacer frente a las restricciones sanitarias para frenar el contagio del letal virus. Hay supermercados, mercados, tiendas de barrio, locales de comida, motorizados, camiones de carga, intermediarios entre el agricultor y el consumidor… que trabajan a diario.
En un recorrido, se pudo observar cómo lo locales abiertos recibían a cientos de compradores que buscaban artículos de primera necesidad en varios locales de Quito. Cada uno de ellos tienen sus protocolos para el ingreso. Distanciamiento entre compradores. Exigen el uso de mascarilla, guantes. Y en los locales más grandes fumigan a los clientes. Los consumidores que quieren ingresar a esos locales son ordenados. Respetan la fila.
Al ingreso de los mercados también hay calma. En Chiriyacu, al sur de Quito, hay recipientes con cloro para que las personas puedan limpiar su calzado. Dentro, los vendedores de vegetales, carnes, artículos de limpieza… tienen protecciones y sus puestos están bien surtidos.
Hay minimercados, farmacias, panaderías y tiendas de barrio, que lideran el consumo nacional del día a día, que también han abierto. Cada uno toma precauciones para proteger su salud. Por ejemplo, colocan alcohol o cloro para los billetes, mantienen barreras para que los clientes no ingresen a los locales, atienden con mascarillas u guantes. Otros han optado por los canales web y comunidades virtuales para hacer negocios. Pero siguen activos y le hacen frente al encierro obligatorio. Los productos que ofertan son incontables.
Ahora, también es cierto que decenas y decenas de vendedores informales han salido a las calles. Y están en los puntos donde puede existir alta circulación de personas. Están cerca de supermercados y mercados. Son vendedores de papas fritas, guantes, mascarillas, cigarrillos nacionales y de contrabando, juguetes baratos.
Son personas, como José Sambaña y Mariana Troya, que deben mantener a una familia de siete personas con cerca de 25 dólares al día… si tuvieron buena suerte. Es imposible que no salgan de su casa a vender bolsas de papas y maduros fritos, a un dólar. Si no venden, no tienen ingresos. El sector informal representa el 46,3% del total de empleados del país, mientras que el 45,9% corresponde a las personas empleadas de manera formal, según las cifras de la Cámara de Comercio de Quito. La Capital posee un 22,4% de trabajadores en el sector informal.
Aunque el intercambio de productos no es el mismo de siempre. Hay distancia. Hay muchos silencios entre vendedores y compradores. Hablan lo justo.