¿Y esta guerra, para cuándo termina?
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A continuación te presentamos las hipótesis sobre cómo va a terminar la guerra en Ucrania y algunos análisis al respecto.

Fue el 24 de febrero de 2022. Ha pasado más de un año. Entre medianoche y madrugada, entraron a las ciudades de Ucrania los ejércitos rusos. Una orden del presidente Putin justificaba la invasión por considerar que, como dijo en un discurso previo, “Ucrania fue una invención soviética que solo existió en los papeles”. Citó frases de Lenin, Stalin, Jrushchov y Gorbachov. A sus espaldas una bandera de la dinastía de los zares Romanoff. Con ese acto simbólico, Putin se declaraba “zar soviético”, heredero de Pedro el Grande y de todas las glorias del imperio ruso del siglo XIX y de todas las actuaciones de la ex URSS.
Los fantasmas de los zares y los soviéticos reaparecieron en un país post totalitario con un ofuscado mandatario que mostraba sus ínfulas neo/imperiales y su odio a occidente y que, por varias ocasiones, ha amenazado con poner a funcionar el “botón nuclear” y desatar la tercera guerra mundial.
Los ejércitos rusos atacaron las principales ciudades ucranianas rodeándolas. La toma de Kiev, decían, “sería en pocos días”, pero la resistencia ucraniana en estos meses le ha complicado las cosas a las tropas invasoras. Cuando se extinguió la URSS y surgió la Federación Rusa, Moscú tuvo que aceptar que la situación cambió su área de influencia y consintió que Ucrania se convierta en un estado independiente. Pero para Putin, esas fronteras nunca fueron reales, aludiendo a una supuesta centralidad de la extinta república socialista soviética.
Sin embargo, el origen del conflicto se origina en promesas mutuas incumplidas entre occidente y los rusos, cuando dejó de tener vigencia el Pacto de Varsovia. Al extinguirse la URSS, la Alianza Atlántica prometió a Gorbachov que no ampliaría su influencia al este. Pero, para Rusia este pacto se incumplió en el momento en que Ucrania anunció que pedía su ingreso a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte).
Un año y tres meses después las preguntas que se siguen haciendo son: ¿cuándo y cómo puede acabarse la guerra en Ucrania y cómo finalizará el conflicto bélico más grande en Europa desde la Segunda Guerra Mundial?
Este es otro capítulo de la larga y tensa historia entre Rusia y Ucrania -exrepública soviética y antes parte del Imperio ruso-, especialmente desde cuando Moscú se anexó en 2014 la península ucraniana de Crimea y dio su apoyo a los rebeldes de la región del Donbás. Los expertos, tras un período prolongado de combates, miran cinco escenarios para que termine este conflicto.
El primer escenario sería una victoria total de Rusia. La invasión avanzó desde el norte, este y sur hacia las principales ciudades ucranianas, sin poder capturar ninguna. De una hipotética “victoria rápida” se pasó a una dura resistencia de los ucranianos y algunas exitosas contraofensivas, que han logrado retomar algunas zonas. Aunque la superioridad militar rusa es innegable, las estrategias que muestra la cúpula rusa datan de tiempos de la URSS. Y algo parecido ocurre con el armamento utilizado.
Los ucranianos reciben suministros de algunos países de occidente que, en simultáneo, aplicaron una serie de sanciones económicas a Rusia, sin lograr el efecto esperado, porque la economía rusa se mantiene. Lo que siempre buscaron los rusos era la rendición ucraniana, un cambio de gobierno, el desarme de sus ejércitos y que Ucrania se divida. En teoría Moscú logró algo de esto con la anexión de Crimea y el reconocimiento de las repúblicas de Donetsk y Lugansk. El riesgo es que, ante la resistencia ucraniana y el apoyo occidental, Putin ordene ataques a los países bálticos y a Polonia, amenazando incluso a Finlandia y a Suecia que, luego de mantener su neutralidad, solicitaron su ingreso a la OTAN.
Un escenario menos probable es el de la victoria total de Ucrania. Los habitantes de este país han demostrado mucha valentía, unidad y deseos de enfrentarse al ejército ruso. Ni siquiera abandonaron la capital Kiev y otras ciudades que fueron bombardeadas. Sin embargo, los ataques rusos van perdiendo eficacia, se ha desacelerado el avance de las tropas y Putin ha ordenado enlistar a todos los jóvenes (muchos huyeron del país), ha llamado a voluntarios y mercenarios, como los del grupo Wagner. No obstante, las tropas rusas han abandonado algunas zonas y muestran agotamiento. Entretanto, los envíos occidentales de armamento a Ucrania ahora incluyen tecnologías sofisticadas, como el dron que llegó a la Plaza Roja y al Kremlin, con la intención de matar a Putin.
Aunque la economía rusa todavía no resiente el peso de la guerra, muchos diplomáticos occidentales dicen que es algo que no durará mucho tiempo. Así, mientras el esfuerzo bélico ruso colapsa, Ucrania contraatacaría y recuperaría partes o todos los territorios perdidos en Crimea y en el Donbás. De darse esta opción, las consecuencias para Rusia son impredecibles e incluso pondrían en riesgo la continuidad de Putin, a pesar de que reformó la constitución para gobernar hasta el 2036. Tampoco hay que olvidar el arsenal nuclear ruso que Putin ha amenazado varias veces con utilizar.
Un tercer escenario sería una salida negociada. Al inicio hubo algunas rondas de conversaciones entre Ucrania y Rusia que, pese a algunos progresos logrados, terminaron cayendo en un punto muerto. Hubo acuerdos para permitir que Ucrania pueda exportar sus granos, pero no mucho más. El presidente Zelenski (antes un entusiasta de la entrada a la OTAN) no ve ahora avances concretos de esa posibilidad.
Las negociaciones podrían reanudarse con el apoyo de un mediador (China se ha ofrecido, pero sus lazos con Rusia lo impedirían). Lo ideal sería lograr un alto al fuego y una serie de concesiones que, por el momento, ninguna de las partes parece estar dispuesta a ceder. Un hipotético acuerdo terminaría la guerra, pero seguirían pendientes temas como Crimea y el Donbás. Si Rusia no logra una victoria decisiva en la guerra, Ucrania podría llegar a la mesa de negociaciones con ventajas.
Una cuarta posibilidad es una escalada descontrolada. El fracaso militar de los rusos y la testarudez de Putin pueden provocar que Rusia rechace cualquier retirada y amenace con usar su arsenal nuclear, uno de los más poderosos del mundo. La posibilidad del uso de armas nucleares tácticas -ojivas de menor poder diseñadas para ser utilizadas en el contexto de un conflicto convencional- contra objetivos ucranianos militares y logísticos, es un escenario poco probable. El riesgo se ampliaría si la amenaza se extiende a países de la OTAN a los que Putin considera enemigos por la ayuda militar que han dado a Ucrania.
Lo que está pasando ahora es un estancamiento de las tropas rusas en todos los frentes pero, aunque los invasores rusos se fortalecen en sus posiciones y se aferran a los territorios ocupados, también siguen llegando refuerzos y recursos militares a Ucrania que, de esta manera, se robustece pero tampoco avanza.
Así, el conflicto puede volverse de baja intensidad como una guerra de posiciones y de artillería, similar a la que desde 2014 enfrenta a los separatistas en Donbás con el gobierno de Ucrania. Esto podría durar muchos años más, mientras empeoran las condiciones de vida en Rusia, que se aproxima a India y China en busca de ayuda. A su vez, los ucranianos se acercarán más a occidente para conseguir su propio “plan Marshall” de reconstrucción.
Sin embargo, la posibilidad de una larga guerra en Europa podría generar efectos desestabilizadores en toda la región, como pasó con la disolución de Yugoslavia en la década de los ’90 o con las guerras de Irak, Siria y Yemen en Medio Oriente.
Putin sigue siendo intocable
La invasión a Ucrania ha permitido a Vladimir Putin reforzar su dominio en Rusia, a pesar de los reveses sufridos en el frente de batalla. El mandatario ruso sigue siendo el hombre fuerte y mantiene un férreo control sobre la población, con censuras, controles incluso digitales y cárcel para los que se oponen a su guerra.
La mentalidad imperialista que llevó al presidente Vladimir Putin a invadir Ucrania es parte integral de la cotidianidad rusa. Muchos activistas y organizaciones de defensa de los derechos que surgieron en los primeros treinta años de la Rusia postsoviética cesaron sus operaciones, mientras que los grupos nacionalistas -antes una amenaza para el presidente- ahora son esenciales para el proyecto del “zar soviético”. Que la invasión se haya prolongado más de un año ha hecho que la transformación de Rusia sea mucho más profunda de lo que habría sido si, como esperaba Putin, se daba una rápida victoria.
Hace un año, cuando Washington advertía sobre una invasión, la mayoría de los rusos descartaban la posibilidad: Putin, hasta entonces, se presentó como un amante de la paz que nunca atacaría a otro país. Pero, con el inicio de la invasión, el Kremlin ajustó su propaganda para justificarla, echando la culpa a occidente por respaldar a los nazis que llegaron al poder en Ucrania en 2014. Así, se hizo una campaña explicando que la “operación militar especial” de Putin era para poner fin a la guerra que Occidente había iniciado. Para el mandatario ruso esta es una especie de guerra santa contra los “malvados occidentales”. Y así lo declara todo el tiempo.
Los canales nacionales de televisión, controlados por el Kremlin, abandonaron el entretenimiento y ahora tienen programas de noticias y discusiones políticas; se ordenó a las escuelas que icen la bandera y den “educación patriótica”; la policía persigue a quienes se muestran contrarios en redes sociales (como Facebook), contribuyendo a la expulsión del país a cientos de miles de personas. Fuentes occidentales calculan que alrededor de 200 mil rusos han muerto o quedaron heridos en Ucrania, algo más grave de lo que previeron los analistas cuando comenzó la invasión.
Pero Putin no cede
En su alocución por el “día de la victoria” solo desfiló un tanque. Putin declaraba que “el mundo está en un punto de inflexión contra Rusia. Es una verdadera guerra”. Se trataba del discurso en la más importante de las fiestas rusas. Putin se vio obligado a decir que “la guerra existe” y que todo el país está involucrado en este conflicto. Pero, la celebración llegó en el momento equivocado: ha sido una de las paradas militares más breves que se recuerde.
El único tanque que desfiló en la Plaza Roja fue un viejo T-34. La sigla no dice mucho a quien desconoce de asuntos militares. Se trata de un modelo usado por las fuerzas armadas soviéticas durante la Segunda Guerra Mundial, tan cargado de años que hasta forma parte de algunos monumentos. Otros armamentos pesados no estuvieron disponibles. Al inicio Putin dirigió un tradicional saludo a los participantes, cercanos y lejanos. Ciudadanos, militares y veteranos. Agregó al elenco también “soldados y comandantes que en estos momentos participan en la Operación Militar Especial”.
“La ausencia de tanques se debe a los esfuerzos que hace la milicia rusa en Ucrania”, se justificaba. La parte más institucional del discurso del presidente tuvo dos detalles que hicieron evidente el sobreentendido de su intervención en la más importante fiesta rusa: el sexagésimo octavo (68°) aniversario de la victoria contra los nazis. La guerra está, existe. Rusia se encuentra en guerra. Pueden llamarla como quiera: en un momento Putin la define como tal. No es una novedad, pero se trata de un hecho relevante en el contexto de la parada militar. Algo que no se puede ocultar, ni siquiera en ese país.
“Hoy la civilización se enfrenta a un objetivo decisivo, de inflexión. Contra nuestra patria se desencadenó una verdadera guerra. Pero hemos logrado rechazar el terrorismo internacional y defenderemos también a los habitantes del Donbás, garantizándoles nuestra y su seguridad. Para nosotros, para Rusia, no existen pueblos no amigables, no existen pueblos hostiles ni en occidente ni en oriente. Como la mayoría de los habitantes del planeta, queremos ver un futuro pacífico, libre y estable”, manifestaba Putin.
Hasta aquí, aunque no se esperaba un discurso como el del año pasado, en donde se podía vislumbrar alguna señal sobre el futuro del conflicto ucraniano por parte de quien lo provocó, hay los que miraron el vaso medio vacío. Resulta llamativo que Putin hable abiertamente de guerra, lanzada contra Rusia “por el malvado occidente”. Para los optimistas incurables queda la alusión a alguna propuesta de paz. Pero, vale la pena subrayar que también el 9 de mayo de 2022 las palabras del presidente despertaron algunas vanas ilusiones.
Pero, por el resto, se mantuvieron los mismos ingredientes. El primero, la victimización de sí mismo y de su pueblo, así como el objetivo de una cruzada contra Rusia organizada por un occidente ingrato que no reconoce los esfuerzos que hizo el ejército rojo durante la Segunda Guerra Mundial.
“Las élites globalistas incitan a los pueblos y dividen las sociedades, provocan conflictos y golpes de Estado sangrientos, siembran el odio, la rusofobia, el nacionalismo agresivo, destruyen también los valores familiares. Todo esto para seguir dictando, para imponer su voluntad, sus derechos, reglas y, en lo esencial, un sistema de saqueo, violencia y represión a los pueblos. Parecen haber olvidado a dónde llevaron las locas ambiciones de los nazis por dominar el mundo. Y olvidéis quién derrotó a ese monstruoso mal, quién defendió su patria y no perdonó vidas por la liberación de los pueblos de Europa», manifestaba el “zar soviético”.
En su discurso regresó a los lugares comunes de todos sus discursos: la presencia del neonazismo en Ucrania, la diferencia entre la gente común y el gobierno de Kiev. Se refiere a la catástrofe que vive el pueblo ucraniano que ha caído como rehén del “régimen criminal nacido de la voluntad de sus amos occidentales y convertido en moneda de cambio para la realización de sus violentos planes”. Habló también del “heroísmo de los soldados chinos en su batalla contra el militarismo japonés” y que los años de lucha contra la amenaza común “ahora que gana fuerza el movimiento irreversible hacia un mundo multipolar con más igualdad, basado en principios de confianza y seguridad indivisibles, abierto a la oportunidad de un desarrollo libre para todos los países y todos los pueblos”. En una parada militar de media hora…
El 9 de mayo fue una celebración a destiempo, porque la verdadera noticia estaba en otra parte. Para entender lo que pasa ahora, quizás sea más útil la carta de instrucciones a los propagandistas televisivos elaborada por la administración del Kremlin e interceptada por el sitio independiente Meduza.
En la instrucción se recomienda no exagerar el hecho de que el ejército ucraniano no estaría preparado para lanzar una contraofensiva efectiva. “Si el avance ucraniano no tiene éxito, se puede decir que las fuerzas rusas han rechazado hábilmente un poderoso ataque y el valor de esa victoria crecerá exponencialmente. Si, por el contrario, Ucrania tiene éxito y conquista territorios gracias a las armas estadounidenses y europeas, su pérdida se puede explicar de la siguiente manera: todo Occidente ha concentrado enormes esfuerzos contra nosotros, pero sus éxitos son muy modestos en comparación, y el ejército ruso, en general, se ha sostenido con dignidad». El futuro aún está por escribirse. También para la Rusia de Putin.
…En el frente de batalla
Mientras tanto, en el frente militar, el ejército ruso empieza a dar señales de fatiga con el retroceso de una brigada en la ciudad ucrania de Bajmut. Las fuerzas de ocupación del Kremlin planteaban evacuar a unas 3.000 personas de las inmediaciones de la central nuclear de Zaporiyia. Así informaba el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, explicando que la operación militar de Rusia contra Ucrania avanza con lentitud, pero justificó ese hecho con el argumento de que Rusia no lleva a cabo “una guerra”, sino una “operación militar especial”, que definió como “muy difícil”, en unas declaraciones a la televisión bosnia recogidas por la agencia rusa TASS. Pese a ello, Peskov sostuvo que las tropas rusas lograron “dañar gravemente la maquinaria militar de Ucrania”. Agregó: “ese trabajo continuará”.
Luego de 450 días del inicio de la guerra en Ucrania, la llegada de más armamento podría marcar el futuro del conflicto. Gran Bretaña entregó a Kiev misiles de crucero de largo alcance Storm Shadow, según un funcionario occidental. Esto permitiría a sus fuerzas golpear a las tropas rusas y centros logísticos tras la línea del frente.
Ucrania lleva meses pidiendo misiles de largo alcance, pero el apoyo prestado por Gran Bretaña y otros aliados como Estados Unidos se limitaba a armas de menor alcance. Al conocerse esta nueva dotación, el Kremlin dijo que habrá «respuesta adecuada de nuestros militares». Sin embargo, Zelenski no ha conseguido todo el apoyo que esperaba.
El ejército ucraniano ha contraatacado con éxito en Bajmut y en algunos puntos forzó a las tropas rusas a replegarse hasta dos kilómetros, según el comandante de las fuerzas de tierra ucranianas, el general Oleksandr Syrski. El militar aseguró que los combatientes de Wagner fueron reemplazados en algunos lugares de la ciudad por unidades del ejército regular ruso, poco preparadas.
El presidente ucraniano Volodímir Zelenski declaraba que su país necesita más tiempo para lanzar una contraofensiva contra las fuerzas rusas, mientras su Ejército espera más ayuda militar. En una entrevista a la BBC decía que «es prematuro lanzar una ofensiva, costaría demasiadas vidas».
Por su parte, el jefe del grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, aunque dijo que estas declaraciones son una artimaña de Zelenski, porque sus soldados mercenarios seguían atacando en Bajmut y otros lugares, reconoció que las fuerzas regulares rusas han huido de la zona y los ucranianos han reconquistado 5 kilómetros. Para el mandatario ucraniano “Rusia será derrotada irreversiblemente hasta fin de año”: ¿y si el pronóstico fuera errado?
Como lo decía el senador estadounidense Hiram Johnson en 1917: “la primera víctima cuando llega la guerra es la verdad”, una frase que fue pronunciada hace casi cien años durante la Primera Guerra Mundial. Entretanto, ¿para cuándo terminará esta guerra?