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Quito, Apocalipsis 2050

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Nota del autor: los hechos de esta crónica pueden ser imaginarios y ficticios, aunque los personajes podrían ser verdaderos. Cualquier parecido con la realidad es coincidencia. Se trata de una advertencia del futuro que le puede esperar a la capital del Ecuador.

Foto: Gianna Benalcázar – CCQ

La máquina del tiempo, el Delorean del “doc” y de Marty MacFly, viaja al futuro y aterriza en los campos de Tababela, donde antiguamente había un aeropuerto, pero hoy es un gigantesco criadero de cuyes, vacas y gallinas, porque el líder supremo, Leonidas Iza II, ha prohibido la entrada de aviones a la ciudad, porque van a pervertir las costumbres de los ciudadanos, ahora habituados a rendirle culto a la luna y al sol. La revolución sigue su marcha bajo el modelo de los talibanes de Afganistán, Sendero Luminoso, Pol Pot y Mariátegui.

La revolución agraria comunista indoamericana, iniciada en el 2026 y completada nueve años después por la “revolución de las huipalas”, encabezada por Leonidas Iza I, cumple 24 años en el poder y habrá grandes festejos, recordando las gestas de los levantamientos indígenas de todas las ciudades de la sierra. Habrá una toma simbólica en la sede que, en tiempos pretéritos, era de la Universidad Central (en la avenida Abya Yala), hoy un campo abierto con instalaciones que no se utilizan (solo se juega ecuavóley). En toda la ciudad se declaró a éste como deporte obligatorio.

Se esperan desfiles y bailes en los campos y chacras que antes ocupaban el parque la Carolina y la avenida de los Shyris (hoy calle Antonio Vargas) y actualmente son gigantescos pastizales y potreros, en donde crece la maleza de lo que antiguamente fue un sitio de entretenimiento. El antiguo hipódromo y centro de exposiciones es hoy un muladar donde duermen los animales, seres protegidos por el régimen reinante.

Las antiguas parroquias de San Rafael (le cambiaron el nombre por San Rafael Correa), Tumbaco (hoy Pabón City), Puembo (actualmente ciudad Pabel Muñoz), Cumbayá (hoy Cumbayork), San Antonio (Ciudad Revolución), Pomasqui (Ciudad Huipala) y los antiguos barrios de Cayambe, Machachi, Carapungo, Carcelén, Llano Grande, Llano Chico y Guayllabamba se separaron del antiguo distrito metropolitano y son cantones, cada uno con su alcalde.

En la gran guerra civil de 2035 el país se dividió y coexisten con dificultad la república de Guayaquil Independiente (gobernada por Jaime Nebot III -nieto del viejo patriarca-), la gran nación Cañari (que abarca a las antiguas Loja, Azuay, Cañar y Bolívar) y es gobernada por Manuel Ati Duchicela (tataranieto del tataranieto de Atahualpa), quien se ha proclamado Inca y reclama unirse a Runasur (la nación aimara creada entre el altiplano boliviano y el sur peruano), para conformar el Nuevo Tahuantinsuyo. El Chota se unió a Esmeraldas y formó la nación afro, llamada Yoruba, en reminiscencia de las antiguas tribus del continente negro y solicitó su ingreso a la Unión Africana de Naciones. La provincia del Carchi y partes de Imbabura fueron absorbidas por Colombia.

Una ciudad para sobrevivir

Quito es una ciudad con 10 millones de habitantes, pues ha absorbido a las ciudades de Lasso, Latacunga, Salcedo, Ambato y sus alrededores. Está llena de perros y gatos callejeros. La población de ratas y ratones en la ciudad supera el número de habitantes y como fue imposible erradicarlas se las dejó formar parte del paisaje urbano y es habitual verlas pelear por un pedazo de pan en las plazas del centro, atestadas de estos y otros animales. Los sintecho también pelean con los animales por la comida que se sigue arrojando desde los vehículos y los buses. Es una lucha diaria por sobrevivir.

Sebastián Yunda es el alcalde. Su regreso desde Argentina en la segunda alcaldía de su padre, tras el accidentado período de Pabel Muñoz (por intentar el retorno del líder neopopulista Rafael Correa, rechazado en las calles) fue el pretexto para el lanzamiento de su carrera política. Al llegar se declaró perseguido político y pidió a su padre, entonces alcalde, que lo indulte, lo que fue concedido, en un evento transmitido por el canal oficial Canela TV y el grupo radial Yunda, en cadena nacional. En la Plaza Grande (ahora llamada Plaza Pachakútik) hay un monumento del padre del funcionario -caudillo de la ciudad-. El Sebas fue elegido tres años antes por la agrupación “Yunda forever y con flow” y busca reelegirse otro período. Ya no existe el centro histórico ni sus iglesias.

El Palacio Municipal fue adecuado para permitir el ingreso de todos los perros callejeros que han logrado ser recogidos desde las alcaldías de su padre. Hay más perros que personas. Los canes fueron nombrados por la alcaldía como “alcaldes honorarios” y, como se hacía en la India, son “perros sagrados”. Pronto se declarará al edificio como “santuario perruno”. La antigua banda del Sebas, 4 AM, actúa en todos los eventos de la alcaldía (los locutores de los medios oficiales de la alcaldía -casi todos los de la ciudad- la han comparado con una vieja banda británica del siglo XX, los Beatles).

Desde las grandes pantallas y aplicaciones de teléfonos celulares y tabletas se recuerda a los habitantes quién es el jefe de la ciudad y quién es el líder del país. Las cámaras chinas de identificación facial detectan signos de descontento y encierran en las estaciones del metro a los revoltosos, para que reciban su lección y castigo (por cierto, las bandas que ocupan esas estaciones son las guardias pretorianas del alcalde). Una vez disciplinados -y bien golpeados- pueden volver a salir a la calle. En caso de reincidencia se los envía a destierro en la vieja ciudad de Ibarra (hoy Ciudad Imbaya).

En el antiguo sitio donde estaba el edificio de la UNASUR, en el viejo valle de San Antonio, hoy cantón independiente, se adecuó un estadio, el Monumental Jorge Yunda, en el que se juegan todos los partidos de fútbol de la ciudad. Fueron derribados los estadios de Liga, Atahualpa y del Aucas (no contribuían al “ornato” de la ciudad).

Desde entonces, los campeonatos nacionales de fútbol han sido ganados en los últimos quince años por los poderosos Mushuc Runa, SAC, Tisaleo, Chibuleo, Chuchuca y Pilahuín Tío. Desde hace cuatro años no se recoge basura en las calles. No existe ningún recolector ni se piensa en habilitar nuevos, porque el burgomaestre declaró a la basura como “bien patrimonial” y a los minadores como “héroes del pueblo”. Entre las pilas de basura ubicadas en plazas y parques se pelean por comida vagabundos, ratas, palomas, perros, gatos y otros animales de la fauna urbana.

El reino de la desesperanza

Como desde 2046 no se recoge más los desechos, cada persona sale de sus casas con bolsas de desperdicios y las bota en las quebradas. Los antiguos ríos de Quito -Machángara y Monjas- están secos. Se debe llevar agua desde el Cayambe y el Cotopaxi (florecido tras una colosal erupción). Los descendientes del “hielero del Chimborazo” son héroes de la revolución del comunismo indoamericano. El agua tiene precios exorbitantes. Las antiguas pilas de las plazas sirven para recolectar agua lluvia para aseo y cocina.

Las casas se alumbran con la luz de las velas de sebo, porque colapsó el sistema eléctrico en el 2031, en el peor estiaje que hubo en las centrales hidroeléctricas, que se estropearon por falta de mantenimiento. El centro histórico luce oscuro y abandonado. Las campanas de las iglesias fueron robadas en 2043 y no fueron repuestas, porque se prohibió el culto religioso. En los colegios se reemplazó la biblia y el catecismo por libros de doctrina marxista, mariateguismo, la biografía de Pol Pot y el texto Estallido, manual de uso obligatorio para el adoctrinamiento.

La Plaza del Teatro ahora es la Plaza de la Revolución Correísta, en honor de las víctimas de la persecución judicial de las décadas de 2010 y 2020. La avenida Rafael Correa (antes 10 de agosto y Galo Plaza) recorre longitudinalmente la ciudad. La 6 de diciembre cambió a 1° de diciembre (en recuerdo de la resistencia indígena a la conquista española en 1534) y la avenida América se llama Abya Yala. En lugar de los monumentos a Bolívar, Sucre, otros próceres y conquistadores, hay estatuas de los líderes indígenas Luis Macas, Salvador Quishpe, Lourdes Tibán, Antonio Vargas, el inspirador José Carlos Mariátegui y otros que lucharon en “la revolución de las huipalas” del 2032.

El himno a Quito se baila como reguetón (la música nacional) y no hay referencias a la conquista española. En San Francisco hay monumentos a Bad Bunny, Daddy Yankee, Magic One, Maluma, Ozuna y el Sebas Yunda. La plaza de toros fue derrocada en 2037, por una ordenanza municipal que declaró el sitio como patrimonio histórico y santuario de toros y vacas. Las vías occidental y oriental fueron clausuradas y se construyeron mediaguas y viviendas para los miles de migrantes que llegan a Quito buscando comida. El cinturón de miseria que bordea la ciudad tiene más de cinco millones de habitantes.

En las pantallas instaladas en plazas y avenidas se escucha la música del legendario grupo Sahiro, con el bajista del grupo, el eterno “Jorge de la gente”, quien sufrió un extraño accidente de tránsito en la entrada de una de las antiguas paradas del metro de Quito, mientras jugaba ecuavóley con los transeúntes y exhibía el documental -obligatorio para ser visto-. “mi destino es como el viento”…

Por cierto, el metro de Quito es ahora una cueva de ladrones y guarida de delincuentes que se adueñaron de cada una de las estaciones y se pelean por los territorios subterráneos con otras tribus urbanas, herederas de los choneros, lagartos, lobos y tiguerones. Cada estación es identificada por los grafitis de la agrupación dominante. Por unos cuantos sures (la nueva moneda) estos malandrines brindan protección a los políticos, que siguen siendo criticados, pero muy protegidos (hubo varios intentos de asesinato que no se llevaron a efecto, porque son demasiados guardaespaldas). Los trenes dejaron de funcionar hace diez años y están abandonados en las antiguas terminales del Labrador y de Quitumbe, en los campos del que fue el viejo aeropuerto y luego parque Bicentenario, hoy otro muladar llamado parque Túpac Amaru.

Las cárceles fueron abiertas en el 2035, tras un motín en el que los presos se adueñaron de los centros de detención y sacaron a todos los vigilantes a las calles con la amenaza de matarlos. Luego se legalizó la comercialización y tráfico de cannabis y cocaína. Las calles están llenas de gente entorpecida por el consumo de drogas y alcohol. Los vigilantes solo los amontonan en alguna esquina para que no impidan el paso de los transeúntes. La venta callejera de sustancias estupefacientes se incrementó en los últimos diez años.

Se vive en un estado de anomia y las calles tienen basura por doquier. Los antiguos edificios gubernamentales están ahora llenos de grafitis. La Plataforma Gubernamental, construida en un destello de megalomanía por Rafael Correa, es una gran pileta de agua sucia con sus instalaciones abandonadas, lo mismo que la plataforma en el sur, corroída por el tiempo y es hogar de pájaros y otros bichos. Los viejos edificios de la Contraloría y la Fiscalía fueron demolidos y la vieja calle Amazonas es un chaquiñán, lleno de maleza, con las antiguas villas y edificios abandonados. En la avenida 24 de mayo (hoy avenida Alexis Mera) los malvivientes y prostitutas cobran peaje para entrar al territorio.

Los túneles de San Juan, San Roque y San Diego han sido tomados por las bandas de narcotraficantes, que han instalado habitaciones y exigen pagos a vehículos que pasan por debajo de ellas. Todos los días y a cada hora se reportan muertes violentas por las luchas entre bandas y pandillas en ese sector. Los cementerios de la ciudad no dan abasto. Se hace entierros en fosas comunes por falta de espacio. “Esto es peor que la pandemia”, decía una viejita que recordaba cómo era Quito en tiempos de Rodrigo Paz.

Los antiguos quiteños escaparon a Colombia, las Galápagos soberanas y libres, Guayaquil independiente o Miami. Sus propiedades fueron confiscadas por Leonidas Iza II y declaradas de utilidad pública. Están llenas de comunidades indígenas que las han convertido en su refugio. El lugar de las sesiones del legislativo es ahora el Ágora de la Casa de la Cultura cuyo parque del Arbolito es el sitio de peregrinación permanente. Muy cerca fue demolido el Congreso, hoy parque de la Mama Runa (nueva denominación de la madre patria).

Todas las plazas de la ciudad se han convertido en canchas de ecuavóley. Desde el 2035 se juega anual y obligatoriamente la Copa Jorge Yunda. Asisten como parte del evento los nietos del “más querido” Gerardo Morán, de la dinastía Aymara, de Jayac y de Widinson. El himno nacional es coreado por los asistentes y la primera estrofa suena: “mi destino es como el viento”. La dinastía Yunda se adueñó de todas las frecuencias de radio y solo se escucha música chicha, reguetón y transmisiones de los partidos de ecuavóley. No hay programas de debate ni política. La televisión está llena de contenidos basura. Se prohibió el internet y el servicio de TV cable o satelital porque daña las mentes de los habitantes. “Telenovelas, farándula y televisión chatarra para el pueblo”, es el lema del alcalde y del líder supremo.

Miguel Correa entró en disputa con sus hermanas Sofía y Dominique por el legado político de su padre y formaron, cada uno, sus propias agrupaciones: País Ciudadano, la Revolución en Marcha y Prohibido Olvidar. Su casi centenario padre, aún en Bélgica, pide que se condonen las penas de sus antiguos delitos y quiere volver para unificar su tendencia, pero exige a sus hijos que dejen de pelearse y que no sean como el traidor Lenin Moreno.

El correísmo se mantiene como una agrupación que vive de los recuerdos pero, gracias a su alianza con el sector indígena, pudo mantener algunos recuerdos de su paso por el poder, hace ya más de veinte años. El antes llamado boulevard de las Naciones Unidas ahora es el Ingañán Leonidas Iza I, en honor al héroe de la revolución del comunismo indoamericano, en 2026, y solo se recorre a pie, previo control de los guardias indígenas.

El Palacio ya no es de Carondelet, sino de la Unidad de los Pueblos Ancestrales. En el salón amarillo se instaló una pambamesa. Ya no hay retratos de los presidentes. Adornan las paredes los cuadros de mama Tránsito Amaguaña, Dolores Cacuango y otros próceres de la lucha indígena. A la entrada del palacio se rinde la venia a la bandera nacional (que tiene los colores del arco iris sin escudo, tras la reforma que se hizo en 2029, erradicando los colores amarillo, azul y roja).

El líder, Leonidas Iza II, exige a los comensales que coman con las manos y eleven una plegaria a la Pacha Mama y a su desaparecido padre, el gran prócer y luchador de la revolución. Estallido es el Libro Rojo y es de lectura obligatoria. Los ejércitos indígenas hacen cambios de guardia cada dos horas. No hay turismo en la ciudad.

Se ha declarado al cevichocho, al chulpi con chocho y al cuy con papas como platos nacionales del país (todos deben comerlos obligatoriamente). No hay supermercados y se ha prohibido la llegada a la ciudad de productos alimenticios, que se producen en los huertos domésticos, en plazas y parques. Se cocina con leña y en gigantescos fogones. La olla común ya no alcanza para alimentar a tantos que llegan a Quito.

La regulación 883 de 2048 prohibió la importación de vehículos y no se vende ningún tipo de combustible en Quito. Los pocos automóviles que circulan son tirados por burros o caballos, excepto los vehículos del gran líder, su séquito y los del alcalde Sebas y sus asesores (los tiene para todo), que son de alta gama y eléctricos.

Los antiguos barrios residenciales fueron tomados por los grupos indígenas que iniciaron la invasión de la ciudad en 2028. Han demolido edificios, monumentos e iglesias. Cuentan lo terrible que fue lo que hicieron con los monumentos de Isabel La Católica, Sebastián de Belalcázar, Cristóbal Colón, Winston Churchill y otros blancos colonialistas que explotaron al pueblo indígena. Los destrozaron en las calles y bailaron sobre sus restos, gritando “abajo la supremacía blanca”, contó un testigo, tratando de defender las estatuas. Por esta grave infracción lo llevaron a centros de acondicionamiento mental en una de las estaciones del metro.

Luego se realizó una ceremonia ancestral para rendir tributo a todos los líderes caídos. Un momento especial de la celebración fue declarar al parque bicentenario (así se llamaba) como parque José Gabriel Condorcanqui “Tupac Amaru” y al parque metropolitano, al que desde ahora se va a denominar Parque Fernando Daquilema, para recordar a los líderes de revueltas violentas en los siglos precedentes. El quichua es el idioma obligatorio y en las escuelas se prohíbe la enseñanza del castellano y el inglés. Tampoco se imparte la matemática ni las disciplinas numéricas traídas por los explotadores españoles.

En todas las calles, plazas y avenidas hay llantas quemadas, palos y piedras, inmuebles y vehículos destruidos. Las guardias indígenas vigilan que no haya protestas contra el líder, a menos que sean por la justa resistencia de los pueblos ancestrales. Hay una policía indígena ideológica lista para actuar si hay insurgencia contra el supremo conductor. Cada calle de los barrios es una trinchera. Los recolectores de basura fueron desarmados y se fabrican escudos, tobilleras y cascos para la guerrilla urbana.

La ciudad que no es ciudad

Quito es una ciudad en ruinas; sin semáforos, basureros ni gente en las calles. La mayoría de las personas busca comida en los desperdicios y desechos. La ciudad, que empezó su deterioro en 2019 y continuó en 2023, ha seguido siendo abandonada a su suerte. Las calles están llenas de baches, no ha habido obra pública desde hace más de 25 años. No hay señalización. Las rutas para llegar a los diferentes lugares están en quichua y requieren permisos especiales de los guardianes del supremo líder.

En las plazas se exhiben gigantescos retratos de “papá” Yunda y del supremo líder, Leonidas Iza I, que simbolizan la alianza entre los mestizos y los indígenas, encarnados en sus hijos, hoy líderes del país, y que se aprestan a sellar su pacto, para gobernar por cien años. Asustado, Marty McFly enciende su máquina del tiempo y  la  pone en el año 2023. Ha llegado nuevamente a Quito y muchas de las cosas que vio, se van cumpliendo.

La ciudad está desamparada, los edificios llenos de grafitis y las calles de baches. Hay basura por todos lados. Desesperado, coloca el reloj del vehículo en el año 1988 y se encuentra con Don Evaristo, que le pregunta ¿qué pasó mi chulla? Y Marty tiene que huir, asustado, porque no entiende cómo una ciudad que fue patrimonio de la humanidad haya caído en manos de demagogos y aventureros y va en camino a su segura extinción.

El relato de estos hechos es ficticio y fruto de la imaginación, pero refleja temores por algo que se va haciendo realidad, por la indolencia y la mezquindad de algunos personajes que, por querer salvarse individualmente (o mejorar su hoja de vida, su ego y su vanidad personal), ocasionaron la ruina de la ciudad, en el ya lejano 2023…

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