La interminable invasión rusa a Ucrania
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La invasión rusa a Ucrania, guerra que Putin dijo que duraría a lo mucho 72 horas, pero no contaba con la resistencia ucraniana y la ayuda internacional a este país. Un análisis del tema.

Ya ha pasado un año desde que Vladimir Putin ordenó a los ejércitos rusos invadir Ucrania. Por esto vale la pena reflexionar sobre los resultados y las consecuencias de la primera gran guerra que ha enfrentado al otrora poderoso ejército rojo frente a una Ucrania que ha logrado aprovisionarse con las mejores armas de los países occidentales y las ha puesto en el campo de batalla, pero también esta conflagración se ha convertido en el nuevo espacio de las disputas de la diplomacia y la geopolítica.
El presidente ruso probablemente esperaba que, unos días después de la invasión de las fuerzas rusas (72 horas) a Ucrania, Kiev caiga. Preveían no más de una semana. Era a finales de febrero de 2022. Y, sin embargo, nada de lo que el autócrata ruso planificó -o imaginó-, ha pasado. Y Vladimir Putin seguramente creía que los países occidentales, temerosos y divididos, iban a aceptar que reclame un territorio que, según él, históricamente es parte de Rusia.
Nada de eso ha sucedido. Ucrania sigue siendo un hueso duro de roer y la reacción de los países occidentales, particularmente Alemania, Francia, Polonia, los países bálticos y otros vecinos de Rusia, ha sido mucho más fuerte de lo que Moscú pensaba. Actualmente, la economía de Rusia se encuentra muy golpeada y muchas ciudades ucranianas están en ruinas.
El único amigo relevante de Putin, China, ahora está preocupado porque esta escalada bélica occidental pueda volverse contra el propio gigante asiático, que enfrenta también el derribo de los globos espía chinos en territorio americano, canadiense y centroamericano, iniciándose una escalada diplomática entre Beijing y Washington.
Aunque, cronológicamente, la invasión de Rusia a Ucrania comenzó en marzo de 2022, muchos años antes -en 2014- ya se había iniciado cuando se anexó ilegalmente la Península de Crimea y desde entonces la situación se ha desarrollado en un ambiente de violencia y destrucción a lo largo de la frontera. Esta guerra ha causado el desplazamiento de cientos miles de personas y ha destruido gran parte de la infraestructura civil ucraniana.
Desde el comienzo de la guerra, la Unión Europea ha sido una de las principales fuerzas de presión en el conflicto, impulsando que se llegue a una solución negociada entre Moscú y Kiev. La UE ha adoptado una serie de sanciones contra Rusia, incluidas restricciones a la importación y exportación, el congelamiento de activos financieros y el bloqueo de organizaciones políticas y militares, que no han hecho que Moscú desista de sus acciones bélicas.
Estados Unidos también ha desempeñado un papel importante en el conflicto, proporcionando ayuda humanitaria y apoyo logístico a las Fuerzas Armadas ucranianas. También ha impuesto sanciones a Rusia, incluido el congelamiento de activos financieros y el bloqueo de personas y entidades relacionadas con el conflicto. Medidas que no han resultado eficaces en su totalidad. Ya van ocho paquetes de sanciones al gigante ruso.
Los países vecinos también han desempeñado un papel importante en el conflicto. Los estados de la OTAN han proporcionado asistencia militar y ayuda humanitaria a las Fuerzas Armadas ucranianas y han alentado a Kiev a buscar una solución negociada con Moscú. Los países bálticos y los países del Este de Europa también han expresado su preocupación por la situación en Ucrania, y han pedido a la UE y a Estados Unidos que mantengan una presión constante sobre Rusia.
A pesar del apoyo internacional, la guerra entre Rusia y Ucrania aún no ha llegado a una solución. Según el último informe de la ONU, hasta la fecha hay más de 13.000 muertes y más de 1,5 millones de desplazados. La violencia ha aumentado en los últimos tiempos, con la región de Donetsk y Lugansk como principales focos de conflicto.
A pesar de la escalada de violencia, los esfuerzos diplomáticos han proseguido. En 2020, la UE y Estados Unidos respaldaron un nuevo acuerdo de paz para el conflicto entre Rusia y Ucrania, conocido como el Acuerdo de Paz de Minsk. El acuerdo contemplaba la devolución de la Península de Crimea a Ucrania, la desmovilización de la zona de conflicto y el establecimiento de una zona desmilitarizada, pero el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski declaró entonces que su país continuaría luchando.
A pesar de los avances, la situación en Ucrania sigue siendo preocupante. Se necesitan muchos esfuerzos diplomáticos por parte de la UE y Estados Unidos para lograr una solución duradera al conflicto, que permita a Ucrania recuperar Crimea y restablecer la soberanía en la región. Mientras tanto, los países vecinos deben seguir presionando a Moscú para que respete los derechos humanos de los habitantes de Ucrania y se comprometa a alcanzar una solución justa para el conflicto.
Caminos para una solución negociada de la invasión rusa a Ucrania
Lo primero será establecer canales de comunicación directa entre Ucrania y Rusia, lo que sería un paso importante para resolver la invasión rusa a territorio ucraniano. Esto permitirá a ambos países discutir sus diferencias de manera constructiva y encontrar una solución satisfactoria para ambos.
En segundo lugar debe buscarse una mediación internacional, que sería una forma potencialmente efectiva de ayudar a Ucrania y Rusia a llegar a un acuerdo. Los organismos internacionales, como la ONU, el Consejo de Seguridad y la OSCE, pueden actuar como mediadores para ayudar a los dos países a encontrar una solución negociada.
También se puede establecer una zona de desmilitarización entre Ucrania y Rusia para ayudar a reducir la tensión entre ambos países, lo que permitiría a los dos países mantener una cierta distancia entre ellos, lo cual podría reducir el riesgo de un enfrentamiento armado directo.
Se puede suscribir acuerdos de seguridad para ayudar a la región a mantener la estabilidad y la paz. Estos acuerdos podrían abordar temas como la no proliferación de armas, el respeto a la soberanía nacional y el respeto a los derechos humanos, entre otros.
Instaurar un diálogo político entre Ucrania y Rusia puede ser un paso útil hacia la solución negociada de la invasión rusa de Ucrania porque permitiría a las dos partes discutir sus diferencias y encontrar una solución mutuamente satisfactoria.
El papel de Estados Unidos y la Unión Europea en el conflicto ruso-ucraniano
Desde el inicio del conflicto entre Rusia y Ucrania en 2014, Estados Unidos y la Unión Europea han desempeñado un papel importante en la solución de este conflicto. Estados Unidos ha sido una voz activa en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para tratar de lograr una solución pacífica y ha apoyado financieramente a Ucrania, proporcionando recursos para ayudar al país a recuperarse del conflicto.
La Unión Europea también juega un rol en el conflicto porque ha presionado a Rusia para que respete los principios de la Carta de las Naciones Unidas y de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa. Además, ha proporcionado asistencia financiera y de otro tipo a Ucrania para ayudarla a recuperarse del conflicto. También ha trabajado para promover el diálogo entre Ucrania y Rusia. A pesar de los esfuerzos de EE. UU. y la UE, el conflicto sigue sin resolverse. Ambos han puesto en marcha una serie de sanciones para presionar a Rusia. Sin embargo, las sanciones no han tenido el éxito esperado hasta el momento.
Con esto, los equilibrios geopolíticos en el mundo han cambiado drásticamente después de la guerra entre Rusia y Ucrania. La guerra puso en evidencia las profundas diferencias entre las dos naciones y ha aumentado las tensiones en toda Europa, generando una nueva realidad geopolítica en la región, con Rusia fortaleciendo su influencia en el área contigua y el resto de los países europeos buscando formas de contenerla.
Esto ha provocado una mayor desconfianza entre los países de la región, así como una mayor presión para asegurar los intereses de sus respectivas naciones. La guerra ha permitido a Rusia aumentar su influencia internacional, ya sigue demostrando su capacidad para desafiar a los países occidentales. Esto podría tener un efecto a largo plazo en la forma en que la región es gobernada, ya que los países vecinos ahora tendrán que tomar en cuenta a Rusia en sus decisiones.
En el ámbito internacional, la guerra también ha creado mucha desconfianza entre los países y una una mayor polarización en el ámbito internacional, lo que se ve reflejado en la creciente tensión entre los países occidentales y Rusia, así como división entre los países del este y del oeste. Esta guerra ha cambiado drásticamente los equilibrios geopolíticos en el mundo.
¿Cómo queda la economía luego de este conflicto ruso-ucraniano?
La economía de Ucrania ha sufrido mucho debido al conflicto ruso-ucraniano. El país ha tenido que enfrentar el bloqueo de los mercados rusos, la devaluación de su moneda y la caída de los precios de sus principales productos de exportación.
La economía también ha sido dañada por el aumento de los gastos militares y la inversión en infraestructura. La producción industrial se redujo, el desempleo aumentó y el déficit presupuestario se ha incrementado, lo que ha llevado a una recesión en Ucrania. Sin embargo, sigue recibiendo ayudas internacionales para ayudar a paliar algunos de los efectos de la crisis. Si bien la economía no recuperará su nivel anterior al conflicto en el corto plazo, podría reponerse y mejorar gradualmente en los próximos años.
¿Qué lecciones deja esta guerra?
“Hay muchas lecciones que brotan de la guerra en Ucrania. Lecciones que estamos aprendiendo nosotros. Que aprenden los europeos. Que aprenden el presidente Xi y las fuerzas armadas chinas”, dijo el general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto de EE UU. Mientras tanto, líderes políticos, militares y empresariales del mundo buscan entender lo que está pasando, cuáles son los equilibrios de fuerza y el futuro de los acontecimientos.
En el plano militar es el primer gran enfrentamiento en décadas entre una de las mayores potencias bélicas del mundo y un adversario que ha adquirido un notable potencial convencional. No solo en el plano militar sino en el geopolítico, porque la invasión rusa ha desafiado el orden mundial vigente.
En el plano militar hay que señalar que, frente a tanto avance tecnológico, es muy complicado que una guerra de invasión, como la que propuso Rusia, pueda tener un éxito rápido. Las guerras convencionales no son ahora la manera de resolver las diferencias. Basta recordar las lecciones que dejó Vietnam para los EE. UU.
En el caso de la invasión rusa a Ucrania se puede hacer una proyección sobre otro potencial ataque, el de China sobre Taiwán. Países pequeños que son atacados por grandes potencias que reclaman soberanía sobre sus territorios alegando razones históricas (sean o no reales).
Lo cierto es que Rusia no esperaba tanta resistencia de los ucranianos, pero tampoco de los países vecinos y otras naciones europeas, que se aliaron con el pequeño estado ex soviético frente a la amenaza rusa. El Kremlin falló por completo en la ponderación de la resistencia que opondría Ucrania y la reacción de Occidente.
Por la misma razón, la incapacidad de las fuerzas rusas para reaccionar con agilidad a los problemas del campo de batalla recalca la transcendencia de tener estructuras de mando y control que deleguen en oficiales intermedios bien preparados un margen de operatividad. En Rusia parece que todas las decisiones que toma el mando militar obedecen a la propia cabeza del Kremlin.
Las fuerzas ucranianas tienen una extraordinaria capacidad de adaptación y flexibilidad. Han sabido adaptarse a muchos tipos de armamento y saben moverse en el plano de lo táctico. Esta ha sido una guerra que sirve para entender cómo se desarrollaban las guerras del siglo XX, pero incorporando las tecnologías actuales. De todas maneras, el apoyo occidental sigue teniendo un peso fundamental.
El conflicto demuestra que una defensa bien organizada puede desactivar una herramienta potencialmente aniquilante aunque casi caduca, como la soviética, que usa Rusia. La resiliencia de Ucrania reside en que está en combate con los rusos desde 2014 y, aunque con medios limitados, hace muchos esfuerzos para adaptarse a los riesgos.
En el plano geopolítico quizá las principales consideraciones que están vinculadas a la invasión sirvan como una lección (la excesiva dependencia al adversario en un mundo hiperconectado) y un retrato (de cómo se posicionan los países y bloques frente a lo que representa el ataque ruso).
Occidente busca desde hace algún tiempo no depender tanto de China y de Rusia (el tema del gas fue usado por Putin para presionar a los países europeos en pleno invierno). Esto también tiene que ver con cadenas de suministros y materias primas estratégicas. China busca, desde otra vereda, ver cómo aprovecha las potenciales debilidades rusas y occidentales, tratando de no ser aparente en ambos casos y fingiendo una presunta neutralidad.
La reacción en término de sanciones a Rusia y el apoyo militar, financiero y humanitario a Ucrania fueron rápidos, a pesar de la desconfianza en ambos lados del Atlántico durante el período de Donald Trump, pero también con las fricciones en el período de Biden, como evidencian la retirada de Afganistán o el pacto Aukus (un acuerdo militar entre EE. UU., Reino Unido y Australia).
Pero, ese aparente declive de Occidente, la crisis económica de 2008, la emergencia del populismo en muchas partes del mundo, la débil reacción a las ofensivas rusas en Georgia (2008), Ucrania (2014) y Siria (2015) que fueron elementos en el cálculo de Putin, no son los que rigen actualmente. Occidente cerró filas y ha sido eficaz.
A un año de la invasión queda claro que hoy existe un grado importante de unión entre los países de la OTAN, la UE y sus socios de Asia/Pacífico (Japón, Corea del Sur o Australia). Rusia, de su lado, no ha podido encontrar aliados a su invasión -salvo la Bielorrusia del títere Lukashenko-, sino más bien un rechazo y un estado de “ruso fobia”, que es evidente en países cercanos a lo que fue su área de influencia, como Moldavia, Hungría, República Checa, Estonia, Letonia, Lituania o Polonia. El plan del “zar soviético” de recuperar lo que alguna vez fue “el Pacto de Varsovia” se ha disipado completamente.
China que firmó, poco antes de la invasión a Ucrania, con Rusia una declaración sobre un orden global alternativo y anunciaba una relación duradera entre los dos países, demuestra que los límites existen: a China no le interesa que se rompa el orden económico global ni quiere molestar a Occidente (donde tiene demasiados intereses).
Sin embargo, lo que han logrado entre sí las llamadas democracias liberales occidentales (40 países de Europa, América del Norte y la región Asia/Pacífico) no encuentra eco en los países del sur, especialmente los latinoamericanos, que están divididos. En muchos de ellos Putin todavía tiene algunas simpatías (Cuba, Nicaragua, México, Venezuela y otros de la corriente del socialismo del siglo XXI). Incluso países como Arabia Saudita y la India (tradicionales aliados) han rechazado la invasión rusa, pero no se unen a occidente, como reflejan las últimas votaciones en la Asamblea General de la ONU.
Medidas como la congelación de activos y las sanciones económicas contra Rusia han demostrado tener un alcance muy limitado. La economía rusa se contrajo y tiene problemas de producción por falta de componentes, pero no ha habido el desplome de su economía como se pronosticaba, porque su moneda -el rublo- sigue estable.
Pero queda un saldo, que siempre atañe a este tipo de confrontación, que es el enorme sufrimiento de los civiles. La injustificada e ilegal agresión rusa será recordada por haber sumido en la oscuridad y el frío a población ucraniana no combatiente. Como se suele decir, las víctimas que deja la guerra no son los países y sus políticos, sino la gente que se ve perjudicada en su vida cotidiana y con sus vidas destruidas a causa de la guerra. Ningún conflicto tiene una razón justa. Y eso lo tendrá que afrontar en algún momento el “zar soviético” Vladimir Putin. Por lo pronto, el juicio de la historia le está pasando ya una factura.