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Imbecillitas Sexus

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¿Imbecillitas sexus? Un análisis del término desde el ámbito legal y como mujer.

Foto: Freepik

La semana pasada tuve el privilegio de ser anfitriona de “Women in Law” (Mujeres en la Ley), evento organizado por un hombre para tomar conciencia sobre los obstáculos con los que se enfrentan las mujeres abogadas y darles un espacio para encontrarse, alinearse y apoyarse en la búsqueda de las oportunidades que nos merecemos y que no siempre se nos han dado; así como para dar ejemplo e inspiración a las jóvenes que vienen detrás. 

No fue parte de la malla curricular durante mi formación universitaria la participación de la mujer en la profesión legal; e inconcebiblemente, con casi con 20 años de experiencia como abogada, madre de 4 mujeres, no me había detenido a observar mi camino, ni a examinar el de otras, gracias a quienes hoy, por su lucha por la igualdad y la equidad, soy parte de una profesión que durante siglos fue exclusivamente de hombres.

Empecé mi investigación por el principio, el derecho romano, asignatura imprescindible en la universidad, creado por hombres como únicos expertos en materia jurídica en la Roma antigua, marco legal de lo que hoy constituye los distintos ordenamientos jurídicos.   Recordé que, el pater familias  (padre de familia), rol vetado a la mujer, ejercía autoridad con plena capacidad jurídica para obrar según su voluntad sobre el resto de personas.  Las mujeres, en cambio, tenían restringida su capacidad de obrar por su congénita imbecilidad (imbecilitas sexus): su debilidad, lo corto de su talento y la obligación de mantener un comportamiento decoroso. Esto precisaba mantenerlas alejadas de actuaciones que impliquen responsabilidad e impedía someterlas a las mismas exigencias que los varones.

Descubrí que, como consecuencia de lo anterior, la mujer no podía intervenir en actos jurídicos formales ni utilizar la palabra en público; sin embargo, fuera de la norma se le permitió su intervención como “abogada” en la defensa de asuntos propios y ajenos hasta finales de la República, en que un edicto de la primera mitad del siglo I A. C. prohibió a la mujer alegar en defensa de los intereses ajenos ante los tribunales de justicia, actividad intrínseca de la profesión del derecho.    

Transcurrieron siglos para que las mujeres pudieran estudiar y graduarse de abogadas, y aún más tiempo para que se les permita practicar, pues esto implicó una ardua, intensa y larga lucha ante tribunales y cortes donde las decisiones judiciales rechazaban sus pedidos basándose, en definitiva, en el dictamen “no tengo nada en contra de la innovación, pero esto nunca se ha hecho antes”; estando en verdad en juego, la exclusividad masculina del sistema judicial. 

¿Y es que quién no ve Netflix?  Mi exploración me llevó a descubrir la serie “La Ley de Lidia Poet”, basada en la historia real de la primera abogada de Italia que ejemplifica perfectamente la búsqueda y lucha de las mujeres para ejercer su profesión.  Lidia, originalmente titulada como maestra de secundaria, aspiraba convertirse en abogada, igual que su hermano.  Se graduó de la facultad de derecho de la Universidad de Turín en 1881.  La Orden de Abogados y Fiscales de Turín jamás había tenido una mujer como miembro, y no faltaron los que se opusieron e incluso renunciaron en protesta cuando su solicitud de ingreso al Colegio de Abogados fue aceptada en 1883 y revocada tan solo 3 meses después por un Tribunal de Apelación que determinó que su inscripción era ilegal y en consecuencia la inhabilitó invocando imbecillitas sexus, porque alegar ante el tribunal sería “contrario a la reserva y la modestia propias de su sexo”; además de la preocupación por «el gravísimo peligro al que estarán expuestos los jueces de convertirse en objeto de sospechas y calumnias cada vez que la balanza de la justicia se incline a favor de la parte por la que ha abogado una hermosa abogada».  Lidia apeló ante el Tribunal de Casación de Turín, que confirmó la decisión del inferior, dejándola fuera de los tribunales por 36 años, en que la promulgación de una ley permitió a las mujeres acceder a cargos públicos, y a Poet readmitirse, a los 65 años, a la Orden de Abogados y Fiscales. 

En la mayoría de los países europeos las mujeres recién tuvieron acceso a ciertos ámbitos de la praxis legal a partir el siglo XX, en algunos sólo hasta después de la primera guerra mundial; y en aquellos donde ni siquiera se podían matricular en las escuelas de derecho, incluso recién después de la segunda guerra mundial.  Estados Unidos, el más vanguardista, incorporó a la primera mujer abogada en 1869; España en 1921; pero, en Inglaterra, la primera mujer que en 1900 intentó hacerlo, tuvo que enfrentarse con la interpretación antojadiza de la Corte de que el término “persona” para su admisión en la Sociedad de Agentes Legales significaba exclusivamente “personas del sexo masculino, porque nunca antes se había admitido a otro tipo de persona”; finalmente, se le concedió el título en 1922.  ¿Imbecillitas sexus?

En Ecuador, la primera mujer abogada fue la Dra. Obdulia Romelia Luna Luna, quien hace menos de 100 años, en 1928 alcanzó el título de doctora en jurisprudencia, abriendo camino a la equidad de acceso a la formación jurídica a las mujeres ecuatorianas.  Hoy, las mujeres y los hombres tenemos presencia en casi todos los ámbitos de la abogacía y desde 1980 egresan cada año, más mujeres que hombres de las facultades de derecho.  Sin embargo, pese a que somos más, todavía nos enfrentamos a la falta de promoción, la brecha salarial, la incompatibilidad familiar, la intimidación y el acoso sexual en el contexto laboral.

Según la Asociación Nacional de Mujeres Abogadas, las mujeres representan sólo el 17 % de los socios de capital de los bufetes ecuatorianos; y, según la revista “The Practice” de Harvard, los abogados hombres tienen de 2 a 5 veces más probabilidades de llegar a socios de las firmas en las que trabajan.  El papel del hombre sigue siendo predominante, tanto en el sector público como en el privado, en puestos de dirección y cargos de responsabilidad en la carrera judicial.  

En relación con la disparidad de ingresos en la profesión legal, estudios de la Organización Internacional del Trabajo registran un salario un 20 % superior en hombres que en mujeres por la misma posición; y, para las mujeres que deciden formar familia es más complicado que para los hombres con hijos, escalar en la compleja montaña profesional pues los estereotipos propios de la profesión y las largas horas de trabajo no les facilitan las cosas. 

Pero lo más preocupante es que un estudio de 2017 de la International Bar Association denominado “¿Nosotros También?  Intimidación y Acoso Sexual en las Profesiones Jurídicas”, en el que se encuestó a 7 mil profesionales procedentes de todo el abanico del derecho, en 135 países, el 54 % de mujeres encuestadas declaró haber sido víctima de acoso sexual en su lugar de trabajo.  Este informe también reveló que el 57 % de los casos de intimidación y el 75 % de los acosos sexuales nunca fueron denunciados, siendo uno de los principales motivos que el agresor ostentaría un alto cargo en su centro laboral, o que podría hacerlas ver como personas débiles en el ejercicio de su profesión.  El informe constata que los lugares de trabajo dominados por hombres tienen más probabilidades de experimentar estos comportamientos.

Abusos sexuales continúan en colegios de Quito

Hemos avanzado, pero todavía hay mucho camino por recorrer:

  • Según la lista de Fortune 500, las empresas que cuentan con una mayor representación de mujeres en sus consejos de administración son más rentables que las que no las tienen. 
  • Dice un estudio del Instituto Peterson para la Economía Internacional y el Centro de Estudios EY que está comprobado que las empresas donde hay al menos un 30 % de mujeres en puestos directivos son más lucrativas que las que carecen de presencia femenina.
  • Un informe de McKinsey & Company en todo el Reino Unido demostró que, una mayor diversidad de género en el equipo de altos ejecutivos se correspondió con el aumento del rendimiento; y, que por cada 10 % de incremento en diversidad de género, los beneficios aumentaron en un, no menor 3,5 %.  El estudio concluye, además, que las mujeres líderes tienen un impacto clave y medible en los resultados de una organización porque “aportan habilidades creativas que impulsan soluciones eficaces”. 
  • Una investigación de Natural HR afirma que se necesitan más mujeres en puestos de liderazgo porque generan mejoras en el trabajo en equipo, toman decisiones audaces y son sabias como líderes, lo que ayuda a que el entorno sea menos autoritario y más cooperativo. 
  • Ante la encuesta nacional de Tendencias Sociales y Demográficas del Centro de Investigación Pew, los encuestados calificaron a las mujeres como más honestas, inteligentes, compasivas, extrovertidas y creativas que los hombres, y afirmaron que esto mejora la comunicación de la empresa y logra un mejor resultado financiero. 

Podría seguir citando múltiples estudios que comprueban que la diversidad de género ayuda a aumentar la productividad, pues mejora el rendimiento de los negocios en promedio en un 21 %, la retención del personal por ofrecer una mejor mentorización, e impulsa la colaboración porque las mujeres aportan con puntos de vista, habilidades e ideas innovadoras que conducen a una mejor toma de decisiones en el conjunto de la empresa.  

Volviendo al ámbito legal, está comprobado que cuando una firma tiene a una mujer como líder el ambiente profesional se vuelve expansivo en su desempeño, pues las mujeres tienen una mejor capacidad de comprender problemas propios y ajenos desde múltiples perspectivas, siendo la legal una de ellas, pero no la única, lo que les permite ser más creativas al momento de proponer soluciones y más flexibles al momento de resolver conflictos.  

Es por eso que, el Foro Económico Mundial, considera que entre las habilidades más relevantes para el mercado profesional en el año 2022, se encuentran algunas de marcado perfil femenino- conocidas como habilidades blandas -, que favorecen su ejercicio dentro de la abogacía, como el pensamiento analítico, la inventiva, la proactividad, la comunicación, el esfuerzo, la estrategia, la toma de decisiones, la resiliencia, la perseverancia, el sentido común, la empatía y una mayor inteligencia emocional.  Ser mujeres definitivamente nos da una ventaja competitiva.

Me siento identificada con la síntesis de lo expresado en “Women in Law”, me permitió analizar mi recorrido, que realizo coincide con el de muchas de las valiosas mujeres que participaron con sus espléndidas ponencias e historias personales: somos mujeres, madres, madres solteras, esposas, proveedoras, cabezas de familia; cada mañana nos producimos (sé decir yo, nos disfrazamos de abogadas, lo que toma tiempo); luego de la jornada de trabajo, nos sacamos el disfraz, nos desmaquillamos, ordenamos la casa, preparamos la comida; si tenemos hijos, educamos, sonreímos, aconsejamos; los compromisos sociales, buscamos tiempo para hacer ejercicio, nos preparamos para el día siguiente, preparamos el caso, el ataque, la defensa, la estrategia, negociamos, cobramos, asumimos el liderazgo; en definitiva, hacemos nuestro mejor esfuerzo por compaginar la vida con el desarrollo profesional. 

La baronesa Hale de Richmond en el contexto de una exposición en el King College de Londres sobre los 100 años de la mujer en el derecho dijo que “nuestros tribunales y los abogados que atienden a sus clientes dentro y fuera de los tribunales deben reflejar lo más posible la sociedad a la que sirven. Las mujeres constituyen la mitad de esa sociedad.”

Está todo dicho, pero queda mucho por hacer todavía antes de tener una diversidad genuina e inclusiva en la profesión legal; y en verdad, en todos los ámbitos.  La historia nos ha enseñado que el cambio es inevitable, pero depende de nuestras actuaciones acelerarlo, si antes eramos consideradas imbecillitas sexus, hoy está demostrado hasta la saciedad que las mujeres somos una fuerza que la humanidad debe incluir en igualdad de condiciones en beneficio de todos.  Invito a hombres y mujeres a seguir creando espacios de conciencia y empoderamiento que nos convierta a todos en agentes de cambio por un mundo mejor. 

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