Ecuatorianismos: La evocación del académico Carlos Joaquín Córdova. Parte 5
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La Directora de la Academia Ecuatoriana de la Lengua elabora un amplio análisis sobre el diccionario que se acerca a las raíces más íntimas de nuestra forma de hablar, elaborado por el lexicógrafo más reconocido del Ecuador. Esta es la quinta parte.

¿Cómo testimoniar la densidad magnífica y vital del trabajo de Carlos Joaquín, lo que de él permanecerá cuando ninguno de nosotros pueda atestiguarlo con sus recuerdos y su presencia, sin traer a ustedes algunos de tales artículos trabajados desde la consulta al habla coloquial y popular, desde las averiguaciones que hacía él en cada acaecimiento cotidiano?
Antes de leer tal muestrario resumamos las exigencias de su paradigmática tarea lexicográfico-lingüística, científica y empírica, que acopiaba también datos de orden psicológico, sociológico e histórico, es decir, humanístico, porque cada artículo de su libro contiene, además de la definición del lema, la referencia al texto en el que fue encontrado y ejemplos de uso aunados en muchos casos al encanto del comentario, de la anécdota vivida y narrada con gracia singular. En artículos sobre lemas de origen quichua o cañari no faltan la hipótesis o la constatación etimológicas. En esta cosecha de más de diez mil términos, Carlos Joaquín anheló registrar el habla de las diversas regiones ecuatorianas en su utópica totalidad, pues la utopía precede a todo quehacer lexicográfico, el cual, aunque jamás agota su lugar ni su tiempo, dota de dignidad a la vida y nos vuelve más humanos.
Vaya un breve paréntesis: don Gerardo Piña Rosales, exdirector de la Academia Norteamericana de la Lengua (ANLE) escribe, en artículo de la revista Glosas y a propósito de la publicación de un ‘Diccionario de términos onubenses’, es decir, propios del uso en Ónuba, localidad de la provincia romana de la Bética, hoy Huelva, lo siguiente:
“Convendrán ustedes conmigo que la elaboración de un diccionario como este solo se puede llevar a feliz término si se aman con apasionamiento las palabras; las palabras y la tierra feraz de donde brotan. Estamos ante un diccionario singular: un diccionario que recoge voces y expresiones de una región muy concreta de la geografía española: Huelva y su provincia’.
Y entonces, como quien no quiere la cosa, el académico de la Norteamericana recurre al precioso título o subtítulo de dicho diccionario publicado en España hará, hoy, doce años: Palabras de andar por casa.
Para mí, como para cualquier lector interesado, abrir las páginas del diccionario de Córdova es como andar por casa, tal es su contenido coloquial y popular; es escarbar en mis raíces compartidas con todos, esas que determinan lo que somos. Leyéndolo, recupero recuerdos de mi infancia: tierra, calles, árboles, lluvia, sol, montaña, mar, toda nuestra geografía externa e íntima nos habla desde este libro.
He aquí algunos de sus artículos, tomados al azar:
color. s. fem. la color. Forma arcaica de este sustantivo, presente en lenguaje rural. Ha persistido con firmeza en el medio rural la antigua usanza española de la color. Muestra excelente tengo a la mano: “Decidme: la hermosura / la gentil frescura y tez/ de la cara / la color y la blancura/ cuando viene la vejez/ ¿cuál se para?”. La voz del triste y grave Manrique se hace sentir en esta copla tan antigua como que es tomada de la Poesía de la Edad Media de Amado Alonso. La color sigue viva en boca del pueblo no urbano, al que no llega aún la contaminación culta de la ciudad. Pero debo también resaltar el hecho de que la forma arcaica también se muestra en España con vida, porque estos lugares de Camino José Cela lo prueban concluyentemente: … “Pude fijarme bien en mi hermana y ver cómo era… la color le había clareado, los ojillos que aún no abría…” (La Familia de Pascual Duarte). ¿Qué le pasa, hombre, parece que tiene como la color tomada y afiebrado el mirar?…
Leamos el artículo correspondiente a curuchupa, lleno de ricas referencias lexicográficas, lingüísticas, sociopolíticas, históricas, psicológicas, en fin…
curuchupa. (quichua curuchupa: curu, gusano; chupa, rabo, cola), adj. y s. fam. Militante en el partido conservador: “Pertenecían al partido de los godos o curuchupas y lucharon con empeño por sostener el gobierno de los conservadores: J. de la Cuadra, Los monos enloquecidos). “… jovencito curuchupa y compañero de…” M. J. Calle, Charlas. ‘Alfaro ordenó que un batallón ocupase la colina de Amulá, al noreste de Cajabamba, sospechoso del ataque de los curuchupas”. A. Pareja, La hoguera. “¿Qué?, ¿No sabe? A Alfaro lo mataron en enero. Lo arrastraron en Quito los curuchupas. E. Gil Gilbert, Nuestro pan. “¿Qué no, madre? Todos han de ser curuchupas”… “…renuncia a la afiliación del partido, no le importa la expulsión y como el peor de los curuchupas persigue el libre pensamiento”. R. Aguilar A. Crónicas. 2. fam. Tradicionalista, conservador, sin relación a la política. 3. Relativo al partido conservador, muy tradicionalista y recalcitrante en este criterio: “…se lo estropearon por su ‘patriotismo’ curuchupacavernícola”, G. h. Mata, Dolores Veintimilla.
Si bien la etimología de curuchupa es sin disputa de origen quichua muy claro, hay además otros términos que a fines del siglo XIX y comienzos del presente corrían juntos con aquella. Tales son curachupa, (híbrido castellano-quichua), curichupa y cutuchupa. Todas, junto a la primera de esta papeleta son asimismo del idioma quichua. Pero la de asignación múltiple fue transitoria -explicable el fenómeno- porque una espontánea eliminación dio por resultado la supervivencia de una sola palabra, curuchupa, de la que no podría aseverar si esta es ajena o fiel a la intención original de apodar al conservador, el militante de este partido político tradicional del Ecuador.
Va a continuación un análisis etimológico de las tres palabras citadas en el párrafo anterior, congéneres de la que encabeza la presente papeleta.
Curachupa. Del híbrido castellano-quichua cura, el párroco a cargo de una feligresía y chupa, la palabra quichua significativa de cola, rabo, apéndice. El militante conservador es bien sabido tiene vinculación íntima con la Iglesia Católica. Puede decirse que en el tiempo antiguo más que en el presente, esta relación era mucho más estrecha e inmediata. Su extracción clerical establece ya una dependencia o subordinación al clero; o bien, como confederado del mismo, es aliado para sus móviles políticos, ya independientemente, ya por interés mutuo, ya como superior respecto de algunas filiales de la Iglesia. La noción de ser “cola o rabo de cura”, hace comprender la intención irónica o mordaz de sus adversarios políticos para denotar la subordinación y adhesión del conservador con el clero. De aquí, entonces, el origen de la palabra curuchupa, cola, apéndice del señor cura.
Curichupa. Del compuesto quichua curi: oro, y chupa, cola, rabo. Los grandes terratenientes del siglo pasado, los del comienzo del 900 y sus primeros decenios puede decirse en términos generales constituían la sociedad plutocrática del país, representada en la Sierra abrumadoramente por los conservadores. Estos ricos propietarios latifundistas adueñados del poder tenían además de sus latifundios, dinero, oro y otras riquezas. Sus adversarios políticos dejaron de llamarlos godos quizás porque ya no constituía remoquete apropiado y entonces les apodaron curuchupas. Pensamos que la palabra tiene gradación con lo que, entonces el significado de chupa pasa de cola a rabo y de rabo a culo. El godo que se ufana de serlo y de tener tal nombre debe merecer calificativo más recio, así pensarían sus adversarios tradicionales, los rojos, los liberales –anticlericales- y así los llamaron curuchupas, esto es trasero de oro, culo de oro. Se comprende la intención de irónica a mordicante de sus adversarios políticos que ocultaron lo que podía pasar por grosero y recio en puro castellano, al usar la mascarilla quichua en el pliegue flexible de este idioma. De este modo, el curuchupa se identifica con el rico y poderoso, señor que exhibe abultadas posaderas con el oro, con el oro que lleva consigo, en giro simbólico objetivo.
Curuchupa. Del compuesto quichua curu: gusano; chupa, cola, rabo. Esto también revela la intención burlona del adversario en llamar a su oponente político como que fuera “rabo de gusano”. Manuel Muñoz Cueva, penetrante escritor cuencano, nos ofrece este párrafo afín a lo explicado aquí. Sus palabras, estas: “¡qué linda parroquia! Solo que había ututos. Eran estos unos animalitos muy negros, parecidos al canicuro, de los cuales los liberales tomaron el nombre de curuchupas para sus adversarios políticos. Ututo, 94, José María Astudillo, escritor cuencano también, costumbrista ameno, nos deja en suspenso, mordidos de curiosidad con esta incógnita sin despejo. “…Oiga, don Pancho ¿por qué nos dicen curuchupas?”, Morlacadas, 35.
Curuchupa. Aparentemente es Cuencanismo. Quitaré el aparentemente; es palabra indudablemente originada en Cuenca y luego repetida a los cuatro vientos. Curuchupa se dice, se oye y hay naturalmente curuchupas del Carchi al Macará, de la Costa al Oriente y en las Islas Galápagos habrá también más de un curuchupa.
Cutuchupa. Del compuesto quichua cutu: corto; chupa, cola, rabo. En suma, rabicorto. ¿Por qué se llamó a los conservadores cutuchupas? La respuesta va a caer en el terreno anecdótico yéndose a los azarosos y heroicos tiempos de la lucha entre liberales y conservadores. Las huestes liberales se movilizaron del norte al centro del país y acaso también desde Guayaquil hasta el sur con destino a Cuenca. Plaza fuerte de los ultramontanos. Bien advertidos estos del propósito de las fuerzas alfaristas enemigas, aprestáronse para la defensa de la ciudad y armaron su propia milicia. Dotaron a sus hombres de uniformes, pero como la existencia de la tela en el mercado local no fue suficiente, tuvo el sastre mayor que cortaba el paño que verse obligado a ahorrar tela lo máximo posible. Entonces, los faldones de las guerreras de los voluntarios sufrieron las consecuencias de la merma, porque resultaron cortos, cortísimos. Al ser vistos los hombres de la tropa improvisada armados y equipados, estos aguerridos jóvenes uniformados en las calles de Cuenca, no faltó algún ocurrido del bando liberal –si es que no fue alguien de las mismas filas conservadoras que llamó al conservador por el nombre de cutuchupa, rabicorto.
Es lástima no contar con documentación precisa respecto de la época en la que comenzó a usarse el término aplicado en el campo político. Sospecho que pudo ser dentro del decenio del ochocientos noventa. Montalvo hasta 1889 –el año de su muerte- no empleó la palabra. Mas, sí jugó a gusto con godo y godos, a los que zarandeó de lo lindo. De haber estado en circulación el mote, cualesquier de los cuatro aquí referidos, no habría vacilado en sacar a luz para mortificar y ridiculizar a sus tradicionales opositores. Montalvo no tenía pelos en la lengua. En Colombia es común el término godo, el que creo, se usa todavía acorde con la anotación de Roberto Restrepo: “Godo. En Colombia, nombre que se da a los conservadores, bien que estos no se inquieten por ello y hasta muchas veces lo toman como expresión de nobleza en sus propósitos políticos”, (Apuntaciones, Art. godo).
Pero a lo dicho en el párrafo anterior, no debe faltar lo que al respecto informa Alfonso Cordero Palacios en su Léxico de vulgarismos azuayos, 78, en el que incorpora a su vocabulario la palabra curuchupa. La definición del profesor Cordero es precisa aunque vacila y con razón en la etimología porque sienta la disyuntiva de que, o puede ser curu, en quichua ‘gusano’, o la palabra española ‘cura’. Se inclina por curachupa, es decir, ‘rabo de cura’ y descarta curuchupa, ‘rabo de gusano’. En un segundo artículo con la misma palabra se refiere a la canción que lleva el título de El Curuchupa “escrita hace más de cincuenta años y no olvidada todavía”. Lo dicho por el citado profesor cuencano es por el año de 1920, con lo que cincuenta años atrás quiere decir hacia 1870, época en la que estaba en boga tal canción triste en el ámbito azuayo, pero que no tiene relación alguna con la política de entonces.
Pero sea cual sea el origen, allí está el nombre de curuchupa, vivaz y permanente. Subsiste hasta nuestros días. Es, además, tronco gramatical que ha generado estos derivados: curuchupear, curuchupismo, curucho.
eléctrico. adj. Barbarismo por electricista. desus.: Tranvía movido por fuerza eléctrica que antiguamente servía en las calles de Guayaquil, a diferencia del tranvía tirado por mulas de la misma ciudad: Cojamos el eléctrico. Para qué, si son tan poquitas cuadras. (J. Gallegos Lara. Las cruces sobre el agua). Es comunísimo extender el contenido semántico de este adjetivo a una significación que no le corresponde, así se dice, por ejemplo, ingeniero eléctrico, en lugar de ingeniero electricista. Decir contador eléctrico, motor eléctrico está bien, pero la persona versada en la tecnología de la electricidad no es eléctrico, es electricista.
Este artículo me recuerda a otro, cuyo lema, materialista, se refiere a una acepción dignísima ligada a lo filosófico, pues materialismo es, por antonomasia, ‘doctrina según la cual la única realidad es la materia’ y como consecuencia, materialista ‘el partidario de esta tendencia filosófica’. Mas la definición que recoge Córdova no deja de sorprender y provocar una sonrisa: materialista. ‘Dícese del negociante que trafica con los materiales de construcción y entrega en el sitio de la obra”.
Hasta aquí, estas preciosas citas con acepciones y comentarios de diverso tenor, como corresponde a términos distintos, espigados en este diccionario vivo, nada adusto, sin pretensiones especulativas o eruditas. ‘De andar por casa’, de ir por el mundo orgullosos de lo propio, mirándonos en el espejo del decir cotidiano que no rechaza lo culto, sino que le dota de vida.