Cuando los adultos hieren
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La sana relación intergeneracional se ve afectada por acciones de intimidación en relaciones de poder. Aquí dos puntos de vista que pueden explicar estos comportamientos.

“Son los adultos de cuarenta para arriba con los que sentimos acoso, incluso nos dicen cosas”. Es el comentario de una joven universitaria, en una conversación en la que participaron dos hombres y cuatro mujeres, a propósito del machismo en la universidad. «Nuestros compañeros, en general, no son machistas; solo cuando, por ejemplo, no dejan que paguemos una cuenta porque dicen que son caballeros», «eso es sexismo benevolente” añade su compañera.
Otra joven universitaria cuenta su historia. Un profesor compartió por WhatsApp una canción que titulaba: La niña de la cuarta fila, a la “originalidad” de la propuesta acompañaban preguntas como: ¿Te importa que sea casado? y otras frases que la asustaron.
El temor a una represalia, la falta de apoyo de los padres, puede impedir denuncias como esta. Sin embargo, en este caso, su grupo de amigas funcionó como una red de apoyo que permitió descubrir otros hechos vinculados con el mismo profesor y que la denuncia terminara con su salida de la institución.
Además del miedo a una figura de autoridad se crea otro miedo: a la figura de hombre adulto, una imagen que contamina lo que debería ser una sana relación intergeneracional.
¿Qué puede explicar este tipo de comportamientos? Dos respuestas: el contexto generacional y la maldad administrativa. Las revoluciones socialistas, símbolo de la igualdad en todos los órdenes y que se presentan como única salida, no logran el mismo efecto en la generación de valores que el desarrollo económico.
En las sociedades democráticas donde se cuenta con empleo, alimentación, vivienda y educación, las personas poseen “valores emancipatorios más sólidos” como el respeto a la libertad de pensamiento y opinión, la tolerancia, la igualdad y en consecuencia mayor tendencia a exigir a los gobiernos y empresas el respeto al medio ambiente, como señala Steven Pinker en su libro Elogio de la Ilustración. Es aceptable pensar que también puede disminuir el sexismo, lo que se confirma con una estadística que el mismo Pinker refiere sobre las búsquedas intolerantes en Google: generalmente provienen de poblaciones mayores y menos educadas.
Lo anterior no explica el comportamiento de adultos educados, pero sí la maldad administrativa. Como dice Zimbardo en ‘El efecto Lucifer’, las organizaciones públicas y privadas actúan en un marco legal y no en un marco ético, con esto pueden provocar sufrimiento e incluso la muerte siguiendo una racionalidad fría para alcanzar los objetivos de una ideología, un plan general, una ecuación coste-beneficio o un balance final positivo.
Autoridades, líderes organizacionales y políticos actúan bajo esta lógica que conduce a la impunidad. Quizá porque se protegen a sí mismos, para no mirarse reflejados en el dolor de las víctimas, para justificar su inacción y la impunidad que provoca no escuchar su voz.
Los populismos extremos de derecha e izquierda se añaden como factores que estimulan el racismo, el sexismo y la xenofobia. Estas “formas de poder” son probablemente más exitosas en poblaciones adultas que cuentan con personas adoctrinadas por un sistema político polarizado y patriarcal, penosos niveles educativos y protegidos por todo tipo de instituciones que prefieren cerrar los ojos a desafiar al escándalo para fortalecerse institucionalmente.
Mientras tanto, los jóvenes cada vez desconfían más de todos, particularmente de quienes deben protegerlos.
Tal cual!. Los acosos camuflados entre «risas y sonrisas» por sujetos que de algún modo tienen o representan algún poder, son platos que se tragan enteros porque no existen garantías ni apoyo suficiente ante la tentativa y o necesidad de efectuar la respectiva denuncia. Para el sistema, ser estudiante universitario es ser una «cifra», y para los que representan el sistema, es ser un «escalón» en que se posan para mantener su hegemonía de poder y alcanzar sus objetivos. Es bastante deshumanizante, es la palabra de alguien que «representa» el sistema, contra la palabra del que es estudiante. A quién defenderá el sistema si está en juego la reputación y credibilidad del mismo sistema, de estructuras de poder y de la hegemonía dominante?
Así es, muchas gracias por tu aporte Sandra.