Cuando la alianza populista marca la política
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Hasta el momento, no se ha producido una depuración ni cambio de la cultura política. Hay que cambiar esa mentalidad de políticas de auxilio, por políticas públicas reales.

Una vez que está por terminar el primer debate de la Ley Humanitaria, aquella que prevé contribuciones especiales para hacer frente a la profunda crisis económica y social agravada por el Covid-19, solo se puede llegar a una conclusión: la clase política no se pone de acuerdo en cómo sentar las bases no solo para salir de la crisis, sino para construir un país viable.
Escuchar los debates -por lo menos lo que se informa por la prensa- es mirar la involución de la clase política. Todos hablan de la necesidad de que todos apoyen, de que los ricos ayuden a los pobres, mientras los pobres reclaman más socorro y siguen recibiéndolo con todas las limitaciones y errores que pudieran darse en el proceso.
Hasta ahí, todo parecería lógico y obvio. ¡Quién, en su sano juicio, puede oponerse a ideas o hechos como esos! ¡Cómo no apoyar la solidaridad, arrimar el hombro entre todos! Pero en realidad estamos ante un accionar y un discurso populista de la clase política y de la gente más pobre, que está tan acostumbrada a que esas sean las soluciones, que ni siquiera exige lo que debiera exigir.
Aclaro que no estoy negando que antes no existiese populismo. Lo que estoy diciendo es que no se ha producido una depuración ni cambio de la cultura política. Los asambleístas, por ejemplo, no muestran una mirada que vaya más allá de sus curules, de defender sus espacios y, los que están en condiciones, de buscar su reelección. Buscar el bienestar del país, es solo uno de los eslóganes de las campañas electorales. Debatir en serio la política pública implica quemar popularidad, recibir críticas, defender ideas, buscar acuerdos… la lista es extensa, pero eso no existe hace un buen rato en el Ecuador.
Estamos en el momento en que es necesario que los sectores económicos más golpeados exijan ser productivos, trabajar, para que dejen de ser una carga para quienes pagan impuestos que, en el caso de Ecuador, no son más de tres millones de personas (de los 17 millones que somos y de los 8 millones que son parte de la Población Económicamente Activa). Hay que cambiar esa mentalidad de políticas de auxilio, por políticas públicas, reales que los lleve a que dejen de vivir a costillas del Estado. No hay que olvidar que, finalmente, los subsidios se convierten en una obligación estatal y provocan que cientos de personas se acomoden y vivan de lo que creen es su derecho.
Eso es en lo que ustedes, señores políticos, debieran estar pensando. Y, nosotros, ciudadanos, repitiéndoles hasta el cansancio. No pueden continuar empobreciendo a la gente, castigando a quienes aún tienen trabajo y protegiendo a ciertos intereses, a más de la corrupción y los temas oscuros que hay detrás del poder. Por 13 años, desde que Alianza PAIS, con sus variantes, ha estado en el poder, junto a la nueva clase política reflejada en los partidos y movimientos actuales, han enseñado lo que no debiera ser la política. No desperdicien otra oportunidad más, porque de seguir así no habrá país para ustedes, sus herederos y los ecuatorianos.