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El virus revela la naturaleza del poder político

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Para luchar contra la pandemia los gobiernos se han tomado todos los poderes y han encerrado a los ciudadanos en sus casas. Si los gobiernos aciertan creeremos que el precio que pagamos valió la pena. Si los gobiernos fracasan nos arrepentiremos de haberles dado todo el control a quienes no controlamos.

Foto: Cortesía Juan Cevallos
Plaza Central de Praga

La pandemia de coronavirus se ha extendido por todo el planeta, solo quedan media docena de países remotos libres del virus. Los gobiernos han reaccionado de modos diversos, pero hay dos opciones aplicadas con ligeras variantes: la de aquellos países que decidieron encerrar a los ciudadanos en sus casas y paralizar la economía salvo la de supervivencia; y la de aquellos que decidieron mantener la economía en funcionamiento y hacer lo posible para evitar la proliferación de la epidemia. ¿Cuál de las dos opciones es la más acertada? Es difícil saberlo ahora. Por los resultados lo conoceremos.

Por ahora los resultados son confusos. China y Corea del Sur parece que tienen bajo control la epidemia a base de disciplina, autoridad y buenos sistemas de salubridad; el sistema político es fuerte en ambos casos. Italia y España parece que perdieron el control de la pandemia y que sus sistemas de salud fueron sobrepasados; el sistema político es débil en ambos casos. 

Los países que se niegan a paralizar la economía son los populistas de izquierda y de derecha: Estados Unidos, México, Brasil; ellos se resisten a convertir un problema de salubridad en un problema económico, pero no saben hasta cuándo podrán sostener esa estrategia. Los demás países han seguido las estrategias de los primeros, aunque, en general, han reaccionado tarde, a medias y con más dudas que certezas.

Foto: Cortesía Francisco Gómez
Time Square NYC

Los que apuestan por el encierro total dicen que hay que estar vivos para tener una economía. Los que apuestan por mantener el funcionamiento dicen que hay que tener economía para pagar el encierro y la salud. Nadie sabe nada con certeza, la perplejidad es el signo de los tiempos. Estamos en un mundo sin actores dice el sociólogo francés Alain Touraine: “hoy no hay ni actores sociales, ni políticos, ni mundiales ni nacionales ni de clase. Por eso, lo que ocurre es todo lo contrario de una guerra, con una máquina biológica de un lado y, del otro, personas y grupos sin ideas, sin dirección, sin programa, sin estrategia, sin lenguaje. Es el silencio”.

A los dirigentes políticos del momento les correspondió tomar decisiones para las que no estaban preparados. En el caos, los totalitarios de este mundo parecen haberlo hecho mejor, pero puede ser solo una ilusión. El poder político se va unificando, todos van llegando a lo mismo: tomar el control significa tomar el poder absoluto, encerrar a los ciudadanos en sus casas, suspender los derechos, someterlos a información oficial, ponerlos bajo vigilancia de las fuerzas del orden.

David Runciman, de la Universidad de Cambridge, escribió este sábado: “Como sabía Hobbes, el ejercicio del poder político es tener el poder sobre la vida y la muerte de los ciudadanos. La única razón por la que le otorgaríamos a alguien tal poder es porque creemos que ese es el precio que pagamos por nuestra seguridad colectiva. Pero significa también que estamos confiando decisiones de vida o muerte a personas a quienes, en último término, no podemos controlar”.

Los ciudadanos estamos, inermes, en manos del gobierno; no tenemos alternativa, estamos obligados a obedecer y a confiar, nos jugamos en ello la vida. Pero también los políticos arriesgan el pescuezo. Si esta situación se prolonga sin esperanza y se deteriora irremisiblemente, aparecerá el desorden social y los políticos servirán solo para chivo expiatorio.

Los líderes actuales no son culpables de haber creado el vacío en que vivimos, es la civilización la que ha llegado a este punto porque no hicimos las correcciones necesarias a tiempo. Todos somos responsables. Los líderes actuales solo son culpables de haber buscado el mando sin saber a lo que se enfrentaban. En un mundo globalizado, los gobiernos no controlan sino una parte del poder. La mayor parte de las decisiones son tomadas por fuerzas escondidas, colectivas, anónimas. Runciman dice que la política global no parece sino la elección entre dos formas rivales de tecnocracia. “China es un gobierno de ingenieros respaldado por un Estado unipartidista. Occidente es el gobierno de los economistas y los banqueros estatales que operan con las limitaciones del sistema democrático. Esto genera la impresión de que las alternativas son opciones técnicas acerca de cómo dirigir vastos y complejos sistemas económicos y sociales”. 

Siendo un problema de la civilización, las soluciones rebasan las capacidades reducidas de los políticos. La religión aparece tímidamente como una tabla de salvación, la solidaridad como una condición que debemos recuperar, la unidad por todos invocada es más que un eslogan político, es la certeza de nos salvamos todos o nos condenamos todos, no hacen sentido los vanos intentos por recuperar fronteras o defender una supuesta soberanía. Es una nueva civilización la que tenemos que construir.

Foto: Cortesía Johanna Dana
Torre Eiffel París

Es curioso que un anciano de 94 años como Alain Touraine vea la realidad y el futuro con más lucidez. Hemos vivido 500 años dominados por Occidente y un mundo americano por 50 años, dice el sociólogo francés, y añade: ahora tal vez viviremos en un mundo chino, aunque todavía no es seguro que funcione la contradicción de un totalitarismo maoísta gestionando el sistema mundial capitalista.

Una señal esperanzadora para este mundo es la valoración de las personas que se dedican a ayudar a otras personas. La gratitud que ahora expresamos debe conducir a subirlos no solo en la escala del prestigio social sino también en salarios y en dotación de todas las herramientas. Parece que fue Edgar Morin quien decía que las personas que sacrificaban su vida al servicio de otras como las monjas, las tías solteras y las gestoras de la beneficencia, eran seres de otro tiempo, ahora desaparecidos. Qué contraste con lo que pueden estar pensando los totalitarios cuando sugieren veladamente la necesidad de sacrificar a los viejos y a los enfermos. A la vista de los viejos que mueren solos, encerrados en asilos, un periodista español decía hace unos días que los hijos tienen obligación de limpiar el culo a sus padres, así como ellos los limpiaron de niños.

La pandemia de coronavirus ha dejado al descubierto la naturaleza del poder político y puede también dejar al descubierto la naturaleza humana y el verdadero rostro de nuestra civilización. Todos presentimos que el mundo no volverá nunca a ser igual, lo que no sabemos todavía, lo que debemos construir es el sistema de valores que pueda ofrecernos con qué llenar el vacío en que vivimos.

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