La competencia crea la excelencia
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El Gobierno decidió abrir mercados. Pero, ahora, la tarea es casa adentro.

La Declaración de Lima, del 6 de julio pasado, promueve la entrada del Ecuador a la Alianza del Pacífico y marca un hito histórico por la decisión de los gobiernos de México, Colombia, Chile y Perú para ayudarnos a salir del hueco del Socialismo del Siglo XXI. En el 2011, el Ecuador ya fue invitado a ser parte de los miembros fundadores de este bloque que impulsan el libre comercio, las inversiones, la libre movilidad, la integración de mercados de valores y la negociación de tratados comerciales con Asia.
Lamentablemente, en ese entonces el Gobierno tuvo una visión distinta y no le interesó la integración, prefirió blindar a algunos sectores y auspiciar una economía que se sustentaba en el gasto público. Fue un modelo que nos llevaba al fracaso por su dependencia al gasto y sus políticas de incremento de la carga fiscal y tributaria. Muchos nos acostumbramos a vivir bajo esos lineamientos.
Ahora, con los cambios que empuja el Gobierno, tenemos una nueva oportunidad para enfocarnos en la sostenibilidad de nuestros negocios a largo plazo, y que trasciendan. Para ello también debemos trabajar en fortalecer la competitividad. Sobrevivir para algunos sectores, con un mercado de apenas 17 millones de habitantes, no permite que las empresas logren los volúmenes de venta y la rentabilidad adecuada para llevarlas a otro nivel. Abrir fronteras y competir en igualdad de condiciones es un gran inicio para que se pueda vender el Ecuador, y nuestros productos, en el mundo. Ganará el comercio y las nuevas inversiones fortalecerán la dolarización.
Sin embargo, es importante solucionar algunas de las distorsiones que existen en la economía ecuatoriana para permitir que los diferentes sectores compitan en igualdad de condiciones con países como México, con el que aún no tenemos un tratado comercial. En el caso puntual de ciertas industrias, es indispensable que puedan vender sus productos sin impuestos o cargas que no existen en la región, como el impuesto de salida de divisas, aranceles en materias primas y bienes de capital, los altos costos de desvinculación y provisiones, cálculos de su patrimonio y activos para el anticipo al impuesto a la renta.
En este momento, cuando el Gobierno decidió abrir mercados, debemos prepararnos y hacer la tarea casa adentro. No podemos quedarnos atrás del resto del mundo y nuestro mercado tiene que ser superior a los 17 millones de habitantes. Por eso, hacemos un llamado a los sectores sensibles y al Gobierno, para trabajar en una agenda que promueva la competitividad a través de la eliminación de las distorsiones que existen en comparación con la realidad de nuestros vecinos.