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La lucha contra la corrupción no es creíble

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Todos dicen que luchan contra la corrupción. Los más corruptos son quienes más alardean pero la corrupción continúa despojándonos de nuestros recursos.

Fotos: Gianna Benalcázar

La lucha contra la corrupción es tan superficial que ha perdido credibilidad, ya nadie espera que los corruptos vayan a la cárcel y peor que devuelvan los recursos saqueados. Autoridades tan influyentes como Jorge Rodríguez, de la Comisión Anticorrupción, dicen que la famosa “cirugía mayor” terminó como un chiste de mal gusto y personajes tan influyentes como José Ayala Laso establecen la responsabilidad de la desconfianza en el propio Presidente: “El país considera que a Moreno le ha faltado decisión para sanear la administración. Despierta sospechas y le perjudica mantener en ella a muchos que fueron parte de la corrupción correísta y usufructuaron de sus generosas dádivas, a quienes una justicia imparcial y eficaz ya habría sentenciado”.

No es difícil combatir la corrupción

Debemos desterrar el mito de que los corruptos no roban ante notario y con escritura pública, que se les acusa de ladrones y no de tontos; todas esas linduras que conducen a creer no solo que la plata atrae a la plata sino que protege al ladrón, compra fama y otorga carnets de honradez. Nadie puede meter la mano en la boca del lagarto para recuperar lo que ha tragado y otros mitos similares, deben ser inventados por los corruptos para que el pueblo crea que la plata robada por la corrupción es irrecuperable.

Combatir a la corrupción no es difícil, se puede probar con la lista de corruptos que han terminado en la cárcel. Han caído los más inteligentes, los más poderosos y los más famosos;  en la lista están incluidos gobernantes como Helmut Kohl de Alemania, Presidentes como Toledo y Humala del Perú, dictadores como Pinochet y Fujimori, populistas como Lula da Silva y una larga lista de legisladores, empresarios, militares, jueces, fiscales, curas y monjas.

Cómo se recupera la plata

En Argentina, un vago que había sido encargado de llevar los billetes hasta en Uruguay, pensó que podía tomar unos cuantos puñados de billetes para comprarse un carro de lujo. Fue fácil descubrir de dónde había sacado dinero, un vago que nunca había pagado impuesto a la renta, para darse una vida de lujo. No tardó en confesar el mecanismo de la corrupción en Argentina y llegar hasta la presidenta Cristina Kirchner. Tiene orden de prisión pero en lugar de ir a la cárcel puede volver al palacio de gobierno por la protección de los senadores y los mecanismos que los corruptos se han creado para protegerse. En la corrupción, los privilegios son más importantes que el dinero.

En Brasil, una de las empresas corruptoras decidió entregar a la justicia toda la información para conseguir reducir las penas de prisión de los dueños. Los ejecutivos, abogados, contadores, entregaron el registro de los nombres, las cantidades, las fechas y los lugares de entrega de los sobornos. Esto demuestra una verdad elemental y una pista importante para determinar la ruta del dinero de la corrupción: los corruptos son más cuidadosos con las cuentas porque saben que “ladrón que roba a ladrón tiene mil años de perdón”.

En Ecuador una de las piezas importantes de la trama de corrupción, llevaba el registro de todos los dineros que ingresaban en las cuentas secretas de la corrupción. Para reducir la pena amparándose en la delación premiada, entregó los registros que ya se han hecho públicos. Nadie puede fiarse de la memoria para llevar el control de millones de dólares y hasta los secuaces más leales deben rendir cuentas y ello obliga a registrar las cuentas.

¿Faltan recursos o falta decisión?

Todos estos casos demuestran que es posible castigar la corrupción cuando hay decisión política. Existen en el país multitudes de funcionarios encargados de vigilar a los funcionarios y los recursos que pasan por sus manos. Están los funcionarios de Contraloría, de Procuraduría, de Fiscalía, los funcionarios del Servicio de Rentas Internas, los auditores de cada contrato y cada proyecto estatal. Sin embargo, no se recupera nunca el dinero robado.

Foto: Daniel Molineros – API

La lista de la recaudadora de la Revolución Ciudadana señala los nombres, las  cantidades, las fechas, de los corruptores y los corrompidos, pero los señalados se atreven a retar que les muestren evidencias, nadie recuerda nada ni conoce a nadie. ¿Los nombres en un cuaderno? Cualquiera puede poner cualquier nombre en un cuaderno. Las coartadas parecen funcionar, pero ante la justicia no caben coartadas.

Si un proyecto tiene sobreprecios evidentes, allí está la pista de la corrupción porque ese proyecto tiene un funcionario que firma como contratante y un empresario que firma como contratista. Los expertos pueden seguir la pista y descubrir el destino de los recursos, cruzar cuentas y examinar depósitos, inversiones, facturas, etc. Más fácil si se conocen las cantidades entregadas, las personas que recibieron, si se conoce quién dio la orden y quién disponía de esos recursos, quiénes pedían y cuánto les repartieron a cambio de qué.

Si hasta ahora no hemos obtenido nada, es evidente que no hay voluntad política para combatir la corrupción y recuperar el dinero. Los recursos necesarios son alcanzables si se tratara de expertos, tecnología, leyes o lo que fuere. Se puede argüir que falta seguridad para los fiscales y jueces, que las organizaciones delictivas son desalmadas y amenazan e infunden miedo. En ese caso hay que garantizar seguridad y despedir a los cobardes, los cómplices y los inútiles.

Si es evidente que hubo corrupción y nunca descubrieron nada los contralores, procuradores, fiscales, auditores; ellos mismos deberían ser auditados, fiscalizados, acusados y sancionados. Por incumplimiento de funciones y complicidad.

La jueza Camacho: la esperanza contra la corrupción

Por azar del destino, según parece, a la misma jueza le ha correspondido juzgar el caso denominado Arroz Verde que goza de abundante evidencia proporcionada por la tesorera de recursos captados ilegalmente de empresas contratistas del Estado e invertidos ilegalmente en la campaña electoral de Alianza PAIS.

La jueza no se ha acobardado como tantos jueces ni se ha vendido como otros tantos que fallaron a gusto del exPresidente o dictaron sentencias de manera selectiva aplicando penas desproporcionadas en contra de los adversarios del gobierno o a favor de los lacayos de la organización delictiva organizada dentro de la Revolución Ciudadana.

La jueza Daniela Camacho convocó a juicio al expresidente Rafael Correa por el secuestro de Fernando Balda. A pesar de que el delito se cometió en Colombia, la jueza pudo llegar a los autores materiales y al autor intelectual. No ha concluido el juicio pero sus autores están en prisión y el exPresidente tiene orden de captura y no puede volver al país.

La lentitud exasperante de la justicia en los casos de corrupción conduce a la sospecha de que la administración de justicia está plagada todavía de jueces vendidos y fiscales ineptos que protegen a los corruptos en lugar de perseguirlos. Esa sospecha se extiende al gobierno central y a la Asamblea Nacional donde se vocifera en contra de la corrupción pero no se hace nada. La jueza Camacho puede ser la primera que llegue a sentencias justas y debidamente probadas que permitan llevar a la cárcel a los complotados y, de paso, exigir responsabilidades a todos los que se hicieron sordos y ciegos en la persecución de los corruptos que saquearon la riqueza nacional.

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